GER: “No conozco a nadie con éxito en redes que no vaya a terapia”
El ‘influencer’, que ascendió de Internet a la televisión, comparte el lado oscuro de tener repercusión y que ha buscado ayuda para lidiar con “inseguridades y complejos”
Germán Sánchez (Fuenlabrada, 28 años) abrió su canal de YouTube, en el que tiene casi 58.000 suscriptores, hace ahora 10 años. En el colegio y el instituto siempre daba un paso al frente “cada vez que había que hacer una performance”, cuenta por videollamada a EL PAÍS. Fiestas de fin de curso, teatrillos y presentaciones le llevaron a creer que debía estudiar Periodismo o Comunicación Audiovisual. Resolvió la duda de forma expeditiva al comprobar que la Universidad Rey Juan Carlos ofrecía el doble grado y hoy trabaja para medios como Radiotelevisión Española. Sin embargo, el camino que le ha llevado a publicar un libro (Manual de una auténtica mamarracha, Martínez Roca), participar en una serie del grupo Atresmedia (By Ana Milán), hacer podcasts para marcas e independientes o ser actor en la Gran Vía madrileña (La noche del año) está lejos del canon laboral que le anticiparon en la facultad: “De Periodismo me llevé herramientas para ser crítico y enfrentarme a la infoxicación, pero todo fue una suma de teoría bastante obsoleta. De Comunicación Audiovisual me llevé el contacto con un grupo de gente que tenía ganas de salir a la calle a grabar, a perderle la vergüenza a la cámara, a la página en blanco del guion, a exponerse”. Como a otras estrellas de las redes, a GER, que acumula 800.000 seguidores entre todas sus redes, le persiguen los medios para aproximarse al público Z y milenial.
Pregunta. ¿A los medios tradicionales les bastará con fichar a gente como usted para alcanzar audiencias más jóvenes?
Respuesta. Mi sensación es que contar con gente de redes no va a ser suficiente para cambiar esa tendencia. De primeras, te puede hacer gracia ver en la tele a alguien a quien sigues. Entiendo ese morbillo y, quizá, eso provoque algún repunte de público joven, pero la forma de consumir ha cambiado tanto…
P. De hecho, el consumo de televisión lineal ha vuelto a cifras de 1992, según un estudio de Barlovento. Cuando trabaja para estos medios, ¿qué sensaciones tiene al respecto?
R. Tampoco tengo una mucha experiencia al respecto, pero noto que asumen que es lo que hay, que los shares no volverán a parecerse a aquello que conseguían hace cuatro días. Y, por otro lado, veo que hay gente tan capaz y que tiene tantos medios técnicos, comparado con una mamarracha como yo grabándose en casa, que estoy seguro de que sabrán transformarse. Ahora estamos en este punto intermedio, raro, pero si la solución es coger a gente de redes para hacer los mismos formatos de siempre, si la solución es no comprender cómo funcionan esas plataformas y cómo se interactúa con el público, tampoco creo que tenga mucho futuro el cambio, la verdad.
P. En su caso, hubo un primer GER viral que desapareció por el acoso de los haters. ¿Por qué borró su cuenta @gersanc2 de Twitter?
R. Eso fue en 2016. Empecé a publicar algo no muy distinto a lo que hago ahora y algunos vídeos empezaron a viralizarse. Llegué a unos 10.000 seguidores y ahí me agobié con la llegada de los primeros haters. Lo hice pese a que me sirvió para descubrir que eso de crear contenido me gustaba mucho.
P. Y cuatro años después, en pleno confinamiento por la covid 19, su viralidad se dispara. ¿Qué ocurrió?
R. En aquellas semanas, mis tuits con vídeo entran en una dinámica en la que nada baja de 1.000 retuits. Pero lo diferencial es que en ese momento, de repente, una mañana me despierto y me sigue la actirz Ana Milán. Primero compruebo que no es una cuenta fan. Y sí, era ella y me invita a pasar por sus directos, que en ese momento puede que tuvieran más audiencia y repercusión que algunas teles. Al día siguiente, [la influencer] Paula Gonu resube un vídeo mío entero a sus stories y en 48 horas todo explota.
P. Ana Milán también te llevó a su serie para Atresmedia (By Ana Milán). ¿Ha sido algo así como su hada madrina para catapultarle a un público masivo?
R. Absolutamente. Es una de las personas que me ha regalado este mundo, como [la actriz] Lalachus, que a día de hoy es algo así como una hermana mayor. A través de ellas he conocido a mucha gente, pero también o sobre todo a quien me puede ayudar a llevar esto a otro nivel. Hablo de representantes, de consejos que van de lo económico, de los contratos, de asumir que en este mundo rara vez vienen a ti a proponerte un proyecto, sino que eres tú quien propone muy a menudo y eso te espabila.
P. ¿Por qué en 2020 no cerró sus cuentas cuando llegó la repercusión? Porque también recibiría su porcentaje de hate [odio en redes].
R. Sí, por supuesto que recibí. ¡Y mucho más! Pero en cuanto detecté que aquello volvía a acelerarse, esa misma semana, contacté con mi psicóloga. Ya me había pasado y ya había interiorizado que, si seguía creando contenido y volvía a dispararse la repercusión, necesitaba herramientas. Tengo muchas inseguridades y complejos, así que quise prevenir y estar en manos de una profesional enseguida.
P. Para alguien de su edad, trabajar no es sinónimo de empezar a ir a terapia, necesariamente. ¿Es posible tener éxito en redes y no pasar por ello?
R. Yo desde luego no tengo amigos con éxito en redes que no vayan a terapia. Y si no van, han ido o están pensando en ir. También le digo que no quiero parecer victimista al respecto, que soy consciente de que partimos de un privilegio, pero conlleva un desgaste inevitable por exposición.
P. ¿Qué es lo más duro de crear a partir de esa primerísima persona, frente a la cámara?
R. Que no puedas distinguir la crítica sobre tu trabajo de la crítica sobre tu persona. Es duro, porque cuando sucede, las primeras veces, no estás preparado.
P. ¿Qué etapas del odio en redes ha vivido?
R. La primera fase siempre pasa por contestar. Te sientes ofendido, crees que es injusto, piensas que tu integridad quedará dañada para siempre… hasta que te das cuenta de que enfrentarse en redes no resuelve nada. Supongo que ahí llega la segunda etapa: todo hace cayo, no resuelves nada, pasas de todo. No sé si llega a existir una tercera fase. Te acostumbras a ese estado. A veces tienes algún día en el que te apetece contestar; luego te arrepientes. Y, sobre todo, si tienes el día sensiblón, lo implanteable es abrir la caja de comentarios. Simplemente, eso no sucede para ti. Estás out.
P. ¿Cómo es su rutina productiva?
R. ¡El caos! (ríe) Es algo que trabajo con la psicóloga, porque una de las cosas que peor llevo es el pensar en todo aquello que no hago por no ser ordenado. Muchas creadoras de contenido me dan envidia y sé que llegan a más por ser más organizadas. Mi día a día es random. Mi repre me ayuda con el calendario de compromisos y dejo que eso modifique todo lo demás. Si este día tengo esto, pienso en qué hacer antes o después. Pero lo improviso alrededor. ¡Mi contenido parece muy espontáneo porque lo es!
P. ¿Podría vivir de las redes sin la publicidad o los medios, a partir del ingreso de su canal en YouTube o TikTok [Instagram y Twitter no pagan a creadores]?
R. No. No sé si llegaría a los 500 o 600 euros al mes.
P. ¿Cómo se siente creando contenido para marcas?
R. Al principio sentía que les debía la vida. Me sentía muy agradecido. Ahora tengo mucha suerte y hay marcas que quieren colaborar conmigo pese a los muchos filtros que pongo. De hecho, me gusta tener tiempo para rastrear toda la información posible y mi repre debe estar hasta el gorro de mí. También me fijo en cómo es su comunicación en redes, por si son intrusivas, o tienen un tono… que no. Pero las marcas no son un ángel ni un demonio. Tienen sus intereses económicos y, a veces, tenemos que sobreponer un poco de nuestro ego para que no nos arrasen, para que comprendan que tienen que amoldarse un poco a ti, a tu tono y a tu discurso.
Me da miedo el futuro: ¿seguiré haciendo esto con 45? ¿Existirá Instagram?
P. En sus vídeos hay humor, autoficción y espontaneidad. Pero también es conocido por lanzar mensajes de reivindicación, especialmente sobre el decadente estado de los servicios públicos. ¿Le preocupa cómo afecta esto a sus relaciones comerciales?
R. Sería hipócrita decir que no me preocupa. A día de hoy solo ha habido alguna marca que, parece, tampoco lo sé a ciencia cierta, ha decidido no hacer algo conmigo. Pero diría que las marcas están lejos de ser torpes al respecto. Nosotros tenemos un público fiel porque somos como somos, porque les aportamos algo más en sus vidas. Y, sinceramente, dudo que mis opiniones espanten a nadie. Las marcas, aunque no lo digan, buscan colaborar con perfiles que tengan un poquito de bagaje, que tengan sus pensamientos, porque es la única forma de tener una comunidad con relaciones algo más interesantes que las que digo yo que tendrán los que solo suben un con filtros o una foto retocada.
P. Alguna vez ha dicho que quería acabar formando parte de ‘El club de los 27′, la edad a la que fallecieron algunos artistas como Jim Morrison, pero acaba de cumplir 28. ¿Cómo se siente?
R. ¡De verdad que no imaginaba que llegase hasta aquí siendo una mamarracha! Pues mira, el ejemplo vivo está en TikTok, una red donde sigo creciendo, que importa cada vez más a las marcas y los medios, pero donde me siento un abuelo. No lo encajo bien como creador y su perspectiva me hace sentir que mi tiempo ha pasado. Es demasiado volátil y me hace pensar que quizá me tenía que haber quedado en los 27.
P. ¿Cómo creador de contenidos, cuáles son sus sinsabores cotidianos?
R. Desde pequeño, mi madre siempre me ha dicho que era el defensor de las causas perdidas y, ahora, con estas herramientas… Tengo carácter contestatario. A veces, subo algo y, cuando se me pasa el calentón, me arrepiento. Pero mis sinsabores tienen que ver con haber recibido algún palo cuando he visto problemas y me he sentido con la obligación de decir algo. Una obligación moral y luego, pam, me han dado el palo.
P. ¿Cuáles son las satisfacciones de crear en redes para usted?
R. La otra cara de la moneda de lo que acabo de contar. La gente que me ha dado las gracias porque algún familiar está pasando algún momento complicado en un hospital, donde tienen verdaderos problemas de carencias, de precariedad con los recursos, y siento que puedo decir algo. O jóvenes para los que puede significar algo que yo misma me queje de que el bono del transporte cueste lo que cuesta. Estas cositas te relativizan el hate.
P. ¿Qué le da miedo de esta industria?
R. El futuro. La idea de, ¿seguiré haciendo esto con 45? ¿Existirá Instagram? Lo pienso todo el tiempo y trato de disfrutar del momento para no agobiarme. Soy consciente de que esta suerte puede no durar mucho. Me acostumbro a decirme que ya me reinventaré. También me da miedo convertirme en un gilipollas. Se lo pregunto a menudo a mis amigos. Les insisto, ‘oye, tú dímelo. ¿Ya soy gilipollas?’. No conozco personalmente, pero he visto lo gilipollas que ha llegado a convertirse alguna estrella de las redes a partir de su repercusión. Si eso me pasara a mí y me diera cuenta, me castigaría por ello y no quiero.
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