La brecha digital hoy se mide en horas
"Los ordenadores están ampliando las diferencias en la pérdida de tiempo”, dice un experto
En los años noventa nació la expresión “brecha digital” para describir a los ricos y pobres de la tecnología, e inspiró algunas iniciativas para poner en manos de todos los estadounidenses, en especial las familias con ingresos bajos, las últimas herramientas informáticas. Esos esfuerzos han acortado la brecha, pero han generado un efecto secundario no deseado que preocupa a investigadores y políticos y que los Gobiernos ahora pretenden resolver.
Con la propagación del acceso a dispositivos, los niños de las familias pobres pasan bastante más tiempo que los pertenecientes a familias acomodadas utilizando televisores y artilugios para ver series y vídeos, y para jugar y conectarse a las redes sociales, según demuestran varios estudios.
Este aumento en la diferencia del uso del tiempo, según políticos e investigadores, es más un reflejo de la capacidad de los padres para controlar el empleo que hacen los niños de la tecnología que del acceso a la misma. “No me opongo a la tecnología en casa, pero no es la salvación”, dice Laura Robell, directora de Elmhurst Community Prep, una escuela pública de secundaria situada en la zona más humilde de East Oakland, California, que duda desde hace tiempo del valor que tiene introducir un ordenador en cada casa sin una supervisión adecuada. “Con mucha frecuencia, los padres nos dicen que no tienen ni idea de cómo controlar Facebook”, añade.
La nueva brecha preocupa tanto a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, en sus siglas en inglés) de EE UU que está sopesando una propuesta para invertir 200 millones de dólares en la creación de un grupo de alfabetización digital. Este grupo, que estaría integrado por centenares e incluso miles de formadores, visitaría escuelas y bibliotecas para enseñar usos productivos del ordenador a padres, alumnos y personas que buscan trabajo.
La mitad de los hogares hispanos y un 41% de los afroamericanos no tienen banda ancha
Estas iniciativas complementan diversos proyectos privados y estatales destinados a pagar a formadores profesionales que enseñan desde el uso del teclado y el procesador de textos hasta la manera de buscar trabajo en Internet o la utilización de filtros para impedir que los niños vean pornografía.
“La alfabetización digital es muy importante”, asegura Julius Genachowski, presidente de la comisión, y añade que superar la brecha digital significa “proporcionar a los padres y los estudiantes las herramientas y los conocimientos necesarios para utilizar la tecnología con fines educativos y profesionales”.
Aun así, los responsables de la FCC y otros políticos quieren que todos los estadounidenses posean dispositivos informáticos. Según la comisión, cerca de un 65% de los estadounidenses dispone de acceso a banda ancha en su casa, pero esa cifra se reduce al 40% en las familias con unos ingresos anuales inferiores a 20.000 dólares. La mitad de los hogares hispanos y un 41% de los afroamericanos no tienen banda ancha.
Un estudio publicado en 2010 por la Kaiser Family Foundation, un grupo que estudia las políticas sanitarias de Estados Unidos, descubrió que los niños y adolescentes cuyos padres no poseen un título universitario pasan 90 minutos más al día expuestos a los medios de comunicación que los niños pertenecientes a familias con un nivel socioeconómico más elevado. En 1999, la diferencia era de solo 16 minutos.
El estudio observaba también que los hijos de padres que no cuentan con titulación universitaria pasan 11,5 horas al día expuestos a los medios, entre ellos la televisión, los ordenadores y dispositivos variados. Eso representa un aumento de cuatro horas y 40 minutos al día desde 1999.
“Pese al potencial educativo de los ordenadores, lo cierto es que su uso para la creación de contenidos educativos o relevantes es minúsculo en comparación con su aplicación al puro entretenimiento”, dice Vicky Rideout, autora del estudio de Kaiser. “En lugar de cerrar la brecha de los logros, están ampliando las diferencias en la pérdida de tiempo”.
Las preocupaciones se materializan en familias como la de Markiy- Cook, un simpático chaval de 12 años que reside en Oakland. Su familia, de economía limitada, cuenta con dos ordenadores portátiles, una Xbox 360 y una Nintendo Wii, y él dispone de teléfono propio; los utiliza sobre todo para entrar en Facebook y YouTube, enviar mensajes y jugar.
Esto último le gusta especialmente los fines de semana. “Me paso las noches despierto, hasta las siete de la mañana más o menos”, dice riéndose tímidamente. “Por eso estoy tan cansado los lunes”. Sus notas están acusándolo, y tiene una media de insuficiente. De mayor quiere ser biólogo. Markiy va a la Elmhurst Community- Prep, situada en una zona conflictiva (en el pasillo de la escuela cuelga un tributo a una chica de 15 años que recientemente murió apuñalada por el padre de su bebé). Un 35% de los estudiantes, como Markiy, son negros, y casi todo el resto hispanos.
Alejandro Zamora, de 13 años y estudiante de octavo curso, se define como “un loco de Facebook”. A su madre, Olivia Montesdeoca, le gusta la idea de que utilice el ordenador, pero apenas ha conseguido que lo destine a los deberes. “Le daría un ataque o un berrinche”, asegura, y añade que no comprende algunas de las cosas que hace en Internet. “No tengo ni idea de qué es YouTube. Nunca he oído hablar de una webcam”.
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