Hospitales y centros de salud: una red aún desaprovechada para detectar la violencia contra las mujeres
Crece la identificación de casos en el sistema sanitario, según datos del ministerio, pero la proporción sigue siendo muy baja en relación con las denuncias
El sistema sanitario es, junto a los juzgados y a la policía, una de las vías de detección de la violencia de género, pero es, además, el que puede tener mayor peso a la hora de detectarla de forma temprana y el de más cobertura de atención a las mujeres: todas, en algún momento, acuden al médico. Por eso, desde hace años, distintas instituciones tienen puesto ahí el foco, y aún esa detección no alcanza lo deseable ni funciona de la misma forma en todo el territorio, pero ha ido mejorando a lo largo, sobre todo, de la última década. Mientras que la mayoría de las denuncias no llegan por hospitales y centros de salud, estas notificaciones crecen cada año, según el último informe anual sobre violencia machista del Ministerio de Sanidad, que ha sido presentado este viernes en el Consejo Interterritorial del Servicio Nacional de Salud y al que ha tenido acceso EL PAÍS. Con cifras de 2022, en esa subida el estudio apunta especialmente a una, la de la detección de la violencia sexual.
La naturaleza de los datos recogidos hace muy difícil las comparaciones exactas: el informe se nutre de las historias clínicas (una por mujer) y de los partes de lesiones (en los que puede haber duplicidades). Algunas comunidades reportan con una de las dos, y otras lo hacen con ambas. Los incrementos de casos de violencia sexual por historia clínica son del 86% en atención primaria y del 58% en atención hospitalaria respecto al año anterior, mientras que por parte de lesiones son del 96% en los centros de salud y del 3% en los hospitales.
No obstante, la violencia sexual es la menos identificada en el sistema sanitario, como lo sigue siendo en el resto de ámbitos institucionales; mientras que en violencia machista se estima que la bolsa oculta es del 80%, en la sexual asciende al 90%. Así, en las historias clínicas la que más se detectó fue la física (24,6% de los casos), seguida de la psicológica (24,6%) y la sexual (10,8%). En más del 41% de las ocasiones no consta el tipo (suman más del 100% porque en muchas ocasiones se producen ambos tipos de violencias). En los partes de lesiones, el maltrato físico supone un 51,6% de los casos, seguido del psicológico (38%) y del sexual (4,1%). Y no consta en un 7,3% de los reportes.
Si se decantan los datos, el número total de casos de violencia de género detectados es de 22.323 (eliminando los partes de lesiones de las comunidades que reportan ambas fuentes). Ese mismo año, el Consejo General del Poder Judicial registró 182.065 denuncias y 176.483 mujeres víctimas —una misma mujer puede denunciar varias veces—. Aunque no se puede hacer una relación exacta por la distinta naturaleza de las cifras, da una idea aproximada del peso del sistema sanitario a la hora de identificar estos delitos.
Es una cifra “todavía muy baja”, en opinión de Carmen Fernández Alonso, médica de familia experta en violencia de género que ha participado durante años en los grupos asesores del Ministerio de Sanidad, aunque ahora está jubilada. “No obstante, hay una proporción alta que no se notifica, quizás porque la mujer no quiere que conste en su historia clínica. Y, en el caso de los partes de lesiones, porque solo suelen aparecer los casos más graves”, explica.
Le llama la atención la “baja porción” de notificaciones de violencia psicológica, cuando “en todos los casos de violencia física y sexual, existe también psicológica”. Achaca esto a que seguramente todavía no se le concede la importancia que tiene, “pese a que en ocasiones puede ser peor que la física” y a la “decepcionante” respuesta judicial que reciben este tipo de denuncias.
El Tribunal Supremo hizo en 2021 un análisis de cómo se producía el maltrato habitual y cómo afectaba a las víctimas a raíz de una sentencia por este delito. En esa radiografía aludía a que la “manifestación puede ser física, pero, también, psicológica, pudiendo causar, incluso en algunos casos, más daño a las víctimas el psicológico que el físico”, porque, argüía, a través de la violencia psicológica las mujeres pueden no llegar a percibir que están siendo víctimas, “lo que agrava más el hecho de la no denuncia en muchos casos y la permanencia en el tiempo del maltrato psicológico que puede afectar, y de gravedad, a la psique”.
“Llamativo aumento” en las más jóvenes
Las mayores tasas de violencia de género se producen entre las mujeres de entre 20 y 40 años, pero el informe resalta un “llamativo aumento” en las mujeres del grupo de 14 a 19 años, cuyas historias clínicas de primaria casi se han duplicado las detecciones con respecto al año anterior: la tasa en 2022 fue de 100,5 casos por cada 100.000 mujeres frente a la de 58,6 de 2021, una subida entre las más jóvenes que se repite en las estadísticas de distintos organismos en los últimos años.
A partir de los 50 años el porcentaje decrece notablemente. En opinión de Fernández Alonso, a estas edades hay una gran infranotificación: “Existe más resistencia y dificultad para que desvelen su problema. Lo tienen más normalizado por educación, porque es más difícil tomar esa decisión a ciertas edades, cuando se soportan malos tratos durante toda una vida”.
Con respecto a las nacionalidades, las mujeres andinas —nacidas en Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia— son con diferencia el grupo más afectado, como viene sucediendo en años anteriores. En historia clínica, la tasa de casos es de 578 por cada 100.000 mujeres, frente a los 49,8 de las españolas, a las que siguen las marroquíes, con 160. Y hay también una notable diferencia entre las de altos ingresos (63,7) y las de bajos (154,9).
Respecto a esta cuestión, Alicia Martín, médica de Atención Primaria que lidera el Grupo de Igualdad y Conciliación del sindicato AMYTS, explica que en las mujeres extranjeras “la vulnerabilidad aumenta muchísimo”. Y lo hace, sobre todo, en aquellas con niveles socioeconómicos más bajos. Esos factores, sociales y económicos, “influyen mucho”, según Martín: “Pensar en las consecuencias de reconocer el maltrato es más difícil para aquellas con niveles sociales y económicos más altos”.
En cualquier caso, alega la especialista, el sistema sanitario es “si no el mejor, uno de los mejores sitios para atajar la violencia machista”. Dice que son quienes “acompañan a las familias a lo largo de los años en los que se suceden consultas de distinta índole en la que puede detectarse que detrás hay aparejada violencia de género”. Y alude a la formación —”por suerte cada día estamos más formados para poder detectarla”—, pero también al tiempo, sobre todo al tiempo.
“Imagina si tienes cuatro minutos para dedicarle a cada paciente. Si te cuesta contar en cuatro minutos cualquier otra cosa, imagina tener que contar esto. Es inmensamente importante para que ellas puedan sentirse cómodas, para que nosotros podamos ver qué está pasando, crear un clima de confianza, tirar del hilo. El tiempo es un recurso inmenso que a día de hoy, sobre todo en Madrid, aún no tenemos y eso hace que tengas a profesionales exquisitamente formados con unas condiciones que no les permiten hacer su trabajo. Las mujeres, y toda la población, se merecen que les podamos dedicar no cuatro, sino todos los minutos que necesiten”, concluye.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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