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¿Cómo es su relación de pareja? ¿Cómo resuelven los problemas? Dos preguntas del médico para detectar la violencia machista

Los centros de salud solo son capaces de advertir un 5% de los casos de violencia machista en el ámbito sanitario. El resto llegan por las urgencias de los hospitales, cuando ya es muy tarde

Violencia machista
Dos mujeres en un centro de salud en el barrio de Retiro, en Madrid.Jaime Villanueva
Pablo Linde

El 93% de las mujeres que sufren violencia machista acuden al centro de salud, pero sus médicos de primaria solo son capaces de detectar un 5% de los casos que se advierten en el ámbito sanitario. El 95% restante afloran en urgencias, cuando normalmente ya es muy tarde, según datos de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), que lo considera un “problema de salud pública”. Para revertir esta situación, todo empieza con dos preguntas que deberían recibir las mujeres mayores de 14 años con pareja en los últimos 12 meses que acuden a un ambulatorio, aunque no haya sospechas de violencia: ¿Cómo es su relación de pareja? ¿Cómo resuelven los problemas?

Estas dos preguntas forman parte del cuestionario WAST, recomendado por la Organización Mundial de la Salud y cuyo uso en España fue implantado por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud en diciembre de 2021. En función de las respuestas, que van en una gradación, (”con mucha tensión”, “alguna”, “ninguna”) el médico debería seguir indagando o descartar la violencia. Porque en la mayoría de las ocasiones no hay signos evidentes, no hay golpes o moratones, según María Blasco, coordinadora del grupo de Atención a la Mujer de Semergen, que celebra su congreso anual esta semana en Valencia, y al que EL PAÍS ha acudido invitado por la organización.

En Andalucía, donde trabaja esta doctora, acaba de arrancar un programa piloto para evaluar el funcionamiento de este protocolo. No hay hasta ahora datos que muestren su implantación en toda España. Los médicos que participen estarán recogiendo información durante octubre y noviembre para poder evaluarla en los meses siguientes.

Se incluye, además, una pregunta más explícita que las dos anteriores: ¿Ha sufrido violencia por parte de su pareja? “No preguntamos solo por violencia física, también psicológica, económica, o de cualquier tipo”, explica Blasco. “Si reconoce que sí y lo confirmamos como positivo, ponemos un parte al juzgado y debemos hacer un parte de lesiones, aunque no sean físicas. Muchas veces la mujer tiene secuelas que no se ven, pero no dejan por ello de ser menos importantes. Si tenemos la sospecha porque vemos indicios, pero no está confirmado, lo ponemos en conocimiento de la Fiscalía, que tiene que tomar sus medidas de seguimiento”, continúa.

Blasco estuvo el pasado enero presentando las recomendaciones de su sociedad para prevenir la violencia de género en el ámbito de la Atención Primaria en la subcomisión para la renovación y actualización del Pacto de Estado en materia de violencia de género. Pero en estos meses (con elecciones de por medio) no ha habido avances en este documento.

Un problema de salud pública

Semergen considera la violencia machista como un problema de salud pública por su magnitud y su impacto en el sistema sanitario. Quienes la sufren presentan muy a menudo lo que se conoce como el síndrome de la mujer maltratada, con características que se suelen exponer en la consulta. Algunos son acudir con frecuencia al centro de salud con dolencias distintas cada vez, el aumento de peso, caída de pelo, depresión, cefaleas, mareos, desvanecimientos, disfunciones sexuales (como vaginismo o pérdida de líbido), más posibilidades de sufrir abortos y las infecciones de transmisión sexual.

Estos signos se producen, entre otras circunstancias, porque la violencia es un estresor constante, explica Ana Rosa Jurado, predecesora de Blasco en el cargo en el grupo de trabajo. “Supone una respuesta fisiológica que altera la homeostasis. El cuerpo es sabio y genera una serie de sustancias que buscan el equilibrio y la adaptación a las circunstancias. Eso se llama alostasis. Si se vuelve crónica, genera una carga por sí sola, algo que se ha identificado para definir mecanismos como el dolor crónico. Nuestro cuerpo lucha tanto por adaptarse que al final supone por sí misma una patología”, resume.

En su opinión, los médicos deberían tener el conocimiento teórico y las habilidades para poder intervenir e informar a la población, pero la identificación no es sencilla: requiere formación y recursos. “Cuando sufren violencia de género, las mujeres manejan miedo, culpa y vergüenza. Porque algunas parten de la base de sentirse inferiores, pero otras no. Hay juezas, médicas... Sienten vergüenza: ‘yo no puedo decir eso’. Considero que [las pacientes] están en pleno proceso de curación cuando son capaces de relatarle a alguien que son víctimas”, resume Jurado.

Y pone un ejemplo: “Recientemente, he visto un caso de una mujer que ha sufrido una violencia brutal durante 36 años y no era consciente, aunque estaba totalmente destruida”. No es sencillo identificar la violencia de género, ni siquiera para quien la sufre, si no se percibe como una víctima. El hecho de que “la mujer no vaya con un ojo morado” no significa que no haya maltrato, indica Jurado, “sobre todo cuando te cuentan [en consulta] ‘ha matado a mi gato, trata mal a mis hijos...pero es que tiene mucho genio”.

Otro capítulo son las violencias sexuales dentro de la pareja, que esta doctora (que es también presidenta en el Instituto Europeo de Sexología) califica como muy frecuentes. Pueden ser agresiones con violencia física, pero también otras formas: cuando el agresor obliga a la mujer a mantener contacto sexual mediante la intimidación, el chantaje o la amenaza, que en ocasiones son sutiles. Según Jurado, esto se puede identificar en ocasiones en las que las mujeres no son capaces de disfrutar del sexo, por lo que se produce una falta de deseo. “Mantienen relaciones sexuales como si no estuvieran en su cuerpo. Les pasa a muchísimas que no sufren otra violencia distinta. Tengo la consulta llena de mujeres que sufren esto. No tenemos que consentir tener sexo, tenemos que desearlo”, sostiene.

El centro de salud debe ser, en palabras de Jurado, un “punto violeta” al que las mujeres acudan sabiendo que van a recibir ayuda. La detección temprana serviría para evitar que las mujeres llegasen a urgencias, o fueran asesinadas, en el peor de los casos. Es un tema que salió en el último comité de crisis, que cada mes que hay más de cuatro asesinatos machistas reúne a los ministerios de Interior, Justicia, Igualdad, la fiscal de violencia sobre la mujer, y las unidades de violencia sobre la mujer de las comunidades autónomas. La secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, aseguró que entre las víctimas de este pasado septiembre había mujeres “que llevaban décadas acudiendo a servicios de atención primaria o de salud mental”. Y expresó que el hecho de que en todos estos años no se lograra detectar la situación de violencia, significa que algo “está fallando ahí”, informa Isabel Valdés.

Hasta este 19 de octubre, el número de mujeres asesinadas por violencia machista en España asciende a 51 en 2023 y a 1.236 desde 2003, cuando comenzó la estadística oficial. El número de menores huérfanos por violencia de género es de 51 en 2023, y 428 desde 2013.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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