La caída de la incidencia se suaviza dos semanas después del fin del estado de alarma
La desescalada no ha ocasionado un repunte de casos, pero comienza a estabilizarse tras un mes de clara bajada. La trasmisión se está produciendo mayoritariamente entre menores de 50 años
El fin del estado de alarma no ha producido el repunte de contagios que temían muchos epidemiólogos. No, al menos, de forma rápida y clara. Cuando se han cumplido dos semanas sin la norma en vigor, que amparaba medidas como el cierre de las comunidades autónomas o el toque de queda, la incidencia en España sigue bajando, aunque lo hace a un ritmo cada vez menor después de un mes de descenso claro. Este lunes se ha situado en 129,4 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, según el último informe del Ministerio de Sanidad. En algunas comunidades ya ha frenado su caída y muestra un muy tímido ascenso.
Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), ha reconocido este lunes que el descenso en los casos es cada vez más lento. “Sospechábamos que se iba a suavizar la velocidad del descenso que observamos en la semana previa”, ha dicho. La circulación del virus está produciéndose “en gran parte” en grupos de población de menores de 50 años. “En el momento en que se relajan las medidas en estos grupos se observan más casos, aunque lo deseable sería un descenso”, ha añadido.
La incidencia acumulada (IA) a 14 días había bajado un 19,6% entre el lunes de la semana pasada y el de la anterior. En esta, esa reducción se queda en un 14,5%. Si se mira la IA a siete días, lo que da una imagen más reciente (aunque más imprecisa por los retrasos de notificaciones), se comprueba que la caída es todavía menor: de un 18,7% la semana pasada a un 9,2% esta. Este indicador en los últimos días está prácticamente plano, bajando desde el martes a menos de un caso por día.
España atraviesa ahora una situación inédita en los más de 14 meses que dura la pandemia. Es el cuarto descenso claro de una ola, pero el primero en el que un porcentaje importante de la población está protegida: más de un tercio ya tiene al menos una dosis de la vacuna; un 17%, las dos; y a esto hay que sumar los aproximadamente nueve millones de personas que se calcula que han pasado la enfermedad, de los cuales 3,6 millones han sido diagnosticados. “Estamos aprendiendo, es la primera vez que tenemos una cobertura vacunal”, explica Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).
Rafael Manuel Ortí Lucas, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, resume así la situación: “Venimos de una fuerte bajada, que siempre tiende a estabilizarse. Ahora hay fuerzas tirando de la curva hacia arriba, como son el levantamiento de medidas, que puede producir brotes, y otras hacia abajo, como el propio control de la situación, que hace más fácil identificar las cadenas de transmisión, y la vacunación, que produce que haya menos personas susceptibles de infectarse”.
En las próximas semanas, este experto augura un estancamiento o una lenta caída, que no será más decidida hasta “finales de junio”, cuando habrá una mayoría de la población inmunizada. Algo parecido sucedió en Estados Unidos a medida que avanzaban las vacunas. Entre mediados de febrero y mediados de abril la incidencia, que venía cayendo, se estancó. Un mes sin grandes subidas ni bajadas hasta que volvió a caer de forma decidida en una tendencia que hoy continúa.
Es difícil establecer paralelismos: son muchos los factores que influyen en los movimientos de la curva pandémica y que varían de país a país. Por entonces, los epidemiólogos estadounidenses esbozaban una teoría que podía explicar este estancamiento: las vacunas estaban haciendo de techo que le impedía subir, mientras el virus se transmitía entre personas más jóvenes aún sin proteger. Cuando empezó el estancamiento, Estados Unidos tenía menos población con al menos una dosis que España hoy, pero es una explicación parecida a la que dan algunos expertos sobre lo que sucede ahora.
En opinión del epidemiólogo Javier del Águila, todavía hay que esperar para comprobar que el fin del estado de alarma no se traduce en un repunte de la incidencia. “Pese al levantamiento de las medidas, la tendencia descendente venía muy fuerte y ha continuado incluso hasta ahora. Sin embargo, la vida ha vuelto y eso va a provocar con una alta probabilidad un repunte de casos, porque virus sigue habiendo y los contactos entre la gente aumentan. Además, tendremos que ver cómo se relacionan los nuevos casos que aparezcan por edades, y en los hospitales; ahí estará la prueba de fuego. Si vemos un incremento de diagnósticos (de cualquier intensidad) y eso no va unido a una peor situación hospitalaria, será buena señal”, explica.
En los hospitales, de cambiar la tendencia, tardará más. La subida de infecciones tarda entre 7 y 10 días en plasmarse en las estadísticas. Tienen que pasar al menos dos o tres semanas para que esto se traduzca en un aumento de ingresos y otra más para que repunte la mortalidad. En las UCI se registra ahora el menor número de pacientes con covid-19 desde octubre.
En un proceso de desescalada, lo “normal”, según Pedro Gullón, de la SEE, será ver dientes de sierra, con pequeñas bajadas y subidas. Lo que “está claro” para Saúl Ares, investigador del Centro Nacional de Biotecnología, es que el final del estado de alarma no ha traído una explosión de casos. “Es difícil decir si esos descensos en el ritmo de mejora, o incluso pequeños aumentos de los casos, se deben principalmente a un efecto del final del estado de alarma o a la dinámica natural de la epidemia. Lo seguro es que las imágenes del 9 de mayo [de grandes aglomeraciones al acabar el toque de queda] se quedan en lo anecdótico, y el efecto de fondo, si lo hay, está en lo que no se ve”, zanja.
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