El efecto frontera y el turismo castigan a Euskadi en la lucha contra el avance de la pandemia
El País Vasco está en alerta roja con una incidencia superior a los 500 casos, el doble de la media nacional
El comportamiento de la pandemia en el País Vasco comienza a parecerse a un yoyó que sube y baja sin que nadie consiga controlarlo. La situación ahora es crítica por la altísima transmisión comunitaria y su reflejo en la saturación hospitalaria. No hay un caso semejante en el resto de España. Aunque los datos oficiales indican una leve caída de la incidencia en los últimos días, la comunidad soporta más de 500 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, cuando la media nacional es de 229. Los expertos coinciden en que han intervenido varios factores para que se dé esa diferencia: el efecto frontera con Francia, el aumento de la movilidad durante la Semana Santa, las deficiencias en el rastreo de casos o el retraso en el ritmo de la vacunación, entre otros. El investigador de Ikerbasque —la Fundación Vasca para la Ciencia— Ugo Mayor aporta una variable más: “El modelo que están aplicando las instituciones vascas desde julio pasado para combatir la pandemia está fallando. Hay que corregirlo”. Este domingo se notificaron 585 nuevos contagios y una tasa de positividad del 7,2%.
La alerta roja está encendida desde mediados de marzo, y la incidencia no ha hecho más que subir. Euskadi está en cabeza en número de positivos diarios y a la cola en la administración de vacunas. En abril se llegaron a registrar más de 1.000 contagios en un solo día y la tasa acumulada supera los 500 casos desde el día 19, más de cinco veces superior a otras comunidades que se mantienen por debajo de los 100 casos, como la Comunidad Valenciana, Galicia o Murcia. El Servicio Vasco de Salud tiene habilitadas 387 camas UCI, de las que 189 están ocupadas por pacientes graves infectados por el coronavirus. A diario se contabiliza una media de un centenar de ingresos en los hospitales (uno cada 15 minutos). De cada 100 positivos, 11 acaban hospitalizados y el índice de mortalidad de los atendidos en las UCI es del 15%, según los últimos datos de la Consejería de Salud.
Guillermo Quindós, catedrático de Microbiología de la Universidad del País Vasco (UPV), opina que no hay una sola razón que explique la gravedad de la situación que se vive en Euskadi, pero apunta al “aumento de la movilidad interna y del turismo durante la Semana Santa, principalmente de ciudadanos franceses, en localidades de la costa y en San Sebastián”. Es precisamente Gipuzkoa la que peores datos presenta, con 709 casos por 100.000 habitantes en 14 días, frente a los 392 casos de Álava y los 452 de Bizkaia. Durante las pasadas vacaciones las playas de San Sebastián se llenaron de visitantes, muchos sin mascarilla, y el trasiego de personas por bares y comercios fue una constante en la capital y otras localidades del entorno. Ugo Mayor apoya la misma teoría: “La proximidad con Francia nos ha penalizado. Aprovecharon los días festivos para pasar la frontera cuando en aquel país estaban en valores de contagio muy altos”.
Tampoco beneficiaron las manifestaciones y celebraciones asociadas a la final de la Copa del Rey que la Real Sociedad y el Athletic Club jugaron el 3 de abril, aunque Mayor resta relevancia a estos hechos “penosos” porque se dieron en espacios abiertos: “Es muy arriesgado concluir que tuviese un efecto multiplicador. Otra cosa es que se produjeran muchas reuniones entre no convivientes para ver el partido en casas, pero esto no lo sabemos”.
El investigador y profesor de Farmacia de la UPV Gorka Orive sostiene que “el momento de la toma de decisiones, más o menos anticipada, ha podido jugar un papel importante, porque en Euskadi se relajaron las medidas antes de la Semana Santa, sin que se hubiese superado entonces la tercera ola”. “En Euskadi no se ha logrado bajar de los 200 casos. A lo mejor habría que haber mantenido las medidas restrictivas cuando la realidad sanitaria empezaba a dar síntomas de mejora. Nos vino muy mal la Semana Santa, que coincidió con una mayor movilidad y un aumento de la socialización en espacios cerrados”, añade.
El lehendakari Urkullu alivió un poco las limitaciones desde el 9 de marzo, al permitir los desplazamientos en toda la comunidad autónoma en plena bajada de la incidencia, siempre que los territorios no superasen los 400 casos. No tocó las restricciones de la hostelería porque justo un mes antes el Tribunal Superior de Justicia vasco permitió la apertura de bares y restaurantes, en contra del criterio defendido por el Gobierno vasco. Manuel Franco, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), considera que este episodio fue “muy significativo”, porque tras el varapalo judicial “no queda muy claro qué es lo que prevalece cuando se toman decisiones que afectan a la salud pública”. “El hecho diferencial vasco en parte se explica porque en España todas las administraciones públicas no tienen el mismo grado de control sobre las decisiones que se deben tomar”, apunta.
Descartadas otras razones como la fatiga de la ciudadanía y la relajación en el cumplimiento de las medidas, que podría estar afectando de un modo semejante en otras partes de España, el investigador Mayor pone el acento en un aspecto “estructural”: “En Euskadi llevamos desde julio aplicando el mismo modelo contra la pandemia. No está funcionando el rastreo, la trazabilidad de los casos y la definición de los contactos estrechos. Los datos de conocimiento de los ámbitos de contagio son los peores de toda España. Se hacen muchas PCR, pero al mismo tiempo se escapan muchos casos, porque se detectan cuando ya tienen síntomas y para entonces ya han podido contagiar a otras personas”. No está funcionando bien la labor de rastreo de casos, en parte porque podría estar ocultándose información de contactos estrechos. Este profesor insiste en que “es hora de plantear desde las instituciones un plan que intente romper este continuo sube y baja”.
Osakidetza acordó a comienzos de esta semana suspender durante dos semanas todas las operaciones quirúrgicas no urgentes. En los centros sanitarios, los médicos reconocen estar “muy fatigados y desesperanzados” porque están soportando una “sobrecarga de trabajo”, según un portavoz del Sindicato Médico de Euskadi. Advierten de que la edad media de los contagiados que ingresan ha bajado y se sitúa entre los 40 y los 55 años. Las enfermeras están “alarmadas”, afirma Pilar Lekuona, presidenta del colectivo de Gipuzkoa, porque “la situación de los hospitales es tremenda” y “faltan restricciones más duras”.
Los responsables del Departamento de Salud atribuyen el desfase a dos razones principalmente. Por un lado, el incremento de casos cuando aún no había caído completamente la tercera ola y los hospitales no se habían aliviado lo suficiente y, por otro, a la virulencia de la variante británica del coronavirus, mucho más contagiosa y dañina que la original. “Pero las medidas de prevención son las mismas y si estas se cumplen deberían dar resultado si somos cuidadosos”, indica Quindós. Franco, de Sespas, señala que “no se puede actuar conforme a los datos que se tienen hoy encima de la mesa”, sino que “es necesario ser proactivo desde las instituciones y actuar pensando en lo que quieres tener a dos semanas vista”.
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