“Tardaríamos tres generaciones en recuperar la posidonia del Mediterráneo”
El biólogo Carlos Duarte ha sido galardonado con el premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación
Las plantas acuáticas terrestres condujeron al biólogo Carlos Duarte (Lisboa, 59 años) al mundo de los ecosistemas costeros: de manglares, praderas de posidonia, marismas... En ese momento, en los albores de los años noventa, esa franja de terreno era considerada "una tierra de nadie, despreciada e ignorada. El patito feo de la conservación marina", describe el científico. Sus investigaciones han situado a estos ecosistemas costeros en el primer puesto como guardianes de la biodiversidad: son los sumideros de carbono más eficientes, defienden la costa frente a tormentas y tsunamis, y la tercera parte de las pesquerías del planeta dependen de ellos. La Fundación BBVA le ha galardonado con el premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación dotado con 400.000 euros, junto a los biólogos marinos Terence Hughes y Daniel Pauly.
Pregunta. ¿Qué importancia tienen los ecosistemas costeros?
Respuesta. Es la franja de transición entre la tierra y el mar donde se encuentran los manglares, las praderas submarinas, las marismas... Es un lugar vulnerable, que antes se percibía como un obstáculo del que había que deshacerse. Ahora se ha demostrado que son unos grandes sumideros de carbono [el gas de efecto invernadero más potente]. Una hectárea de una pradera de posidonia tiene la capacidad de captar y retirar de la atmósfera el mismo carbono que 17 hectáreas de bosque prístino de la Amazonia. En Baleares, Alicante o Valencia tenemos un bosque amazónico en el mar. Además, son la primera línea de defensa en la protección de las costas como quedó patente con el tsunami de 2006 en el Océano Índico que causó casi 250.000 muertos. En las zonas con praderas y, sobre todo, con manglares no hubo practicamente mortalidad. A partir de ahí, Indonesia, Tailandia, Malasia y la India iniciaron su recuperación. Demostrar ese triple papel es la aportación fundamental de mis investigaciones.
P. ¿Qué diferencia hay entre los bosques terrestres como sumideros de carbono y los marinos?
R. Lo estamos viendo con los incendios de Australia, el carbono que se acumula en un bosque se vuelve a emitir con el fuego. En el mar no hay incendios, y, además, los suelos son deficientes en oxígeno, de tal forma que el carbono se acumula durante milenios. En port Lligat, una bahía de Cadaqués donde Salvador Dalí pasaba el verano, hay depósitos de carbono de 11 metros de espesor formados durante 10.000 años, algo imposible en bosques terrestres.
P. ¿Cómo se encuentran?
R. Globalmente calculamos que hemos perdido la mitad de praderas submarinas y bosques de manglar. De las marismas tenemos menos datos, pero pueden haber retrocedido un 80%. Esto ha llevado a exponer la costa a las tormentas, además de afectar a la erosión de costas y playas. En el Caribe hay zonas hoteleras donde arrancaron las praderas y han perdido la playa. Pero hay datos esperanzadores, en los últimos 10 años se ha parado la pérdida de manglares, praderas submarinas y marismas, que está entre un 2 y 3% al año, una desaparición entre cuatro y seis veces superior a la de los bosques tropicales. En Europa y Norteamerica se están recuperando y en el mar Rojo han aumentado un 13% en los últimos años.
P. ¿Cómo son los bosques marinos?
R. La posidonia son organismos clonales con un tallo rastrero que se extiende de forma superficial. En un bosque terrestre cuando plantas tres árboles, al cabo de los años igual tienes uno, pero cuando plantas tres ejemplares de posidonia al cabo de 10 años puedes conseguir varios millones. Es un proceso explosivo que se acelera con el tiempo. En Baleares detectamos que la posidonia es la planta más longeva de la biosfera; encontramos en Formentera plantas que se habían formado con semillas de hace 30.000 y 100.000 años y tenía un kilómetro de longitud. Estamos aprendiendo que esto que molesta a la gente son árboles gigantes acostados sobre el lecheo marino.
P. ¿Cuáles son los retos?
R. Volver a recuperar su extensión. Hay recursos importantes pero no son eficientes. Podríamos conseguir en 30 años, en una generación, volver a repoblar las costas a nivel global si se aumenta el nivel de ambición y la escala de los proyectos.
P. ¿Y en España?
R. Lo tiene complicado. En el Mediterráneo se necesitarían tres generaciones para recuperar las praderas submarinas. Tenemos que dejar de ver la primera línea de costa como la más codiciada, porque no es del ladrillo sino de los bosques marinos. La mayor pérdida en nuestras costas ocurrió en los años sesenta. En Blanes, donde trabajé 10 años, deben quedar unas dos hectáreas de posidonia. Hay fotos de los años cincuenta, con todo lleno de hojarasca de la planta acuática. Los vecinos la usaban como abono en los campos. En Baleares sigue habiendo extensiones importantes, también en Almería, en el sur de Alicante y en Murcia.
P. ¿Qué es el carbono azul?
R. Naciones Unidas creó un fondo que conserva a propietarios de bosques en peligro de ser talados para que los conserven, pero solo existía para los terrestres. Como fruto de mi investigación pensamos que había que poner en valor lo que suponen los marinos para la captación de carbono y para llamar la atención lo llamamos carbono azul en contraposición al verde. La iniciativa promueve la conservación y restauración de los bosques marinos.
P. Es catedrático de Ciencias Marinas en la Universidad Rey Abdalá en Arabia Saudí. ¿Por qué allí?
R. Porque con la crisis en España se deshizo la inversión en ciencia. Es un privilegio llevar 40 años investigando y quiero devolver algo a la sociedad. Aquí tengo la libertad intelectual y las facilidades administrativas para ello. No quiero ser el notario de la pérdida de ecosistemas y quiero para mi nieto un océano cómo el que yo conocí o como el que vio mi abuelo y eso es posible.
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