Bruselas propone un código de colores común para acabar con el caos de los viajes en la zona Schengen
La Comisión Europea trata de unificar la clasificación de riesgos ante las medidas unilaterales de los Estados miembros
Bruselas asume la tarea de poner orden en el caos fronterizo de la Europa pandémica, plagada de listas negras y zonas rojas decididas unilateralmente por las capitales. Con los Veintisiete intercambiando cuarentenas a viajeros y señalando, cada uno por su cuenta y según su criterio, la gravedad de la situación epidemiológica de sus vecinos, la Comisión Europea ha presentado este viernes una propuesta para alcanzar una posición común, que deberá ahora ser aprobada por los socios del club. La iniciativa tiene cuatro puntos: definir los criterios para introducir restricciones, actualizar semanalmente un mapa con un código de colores donde se señalen las zonas rojas, naranjas y verdes, protocolos únicos para los viajeros procedentes de destinos de alto riesgo, e información clara y puntual sobre las medidas tomadas.
A la hora de imponer las restricciones, el Ejecutivo comunitario quiere que los Estados miembros no se centren solo en una pauta, como ha sucedido en muchas ocasiones. En su lugar, les llama a revisar tres estadísticas: los casos notificados por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, el porcentaje de test positivos en la zona en la última semana, y la cifra de pruebas realizadas teniendo en cuenta la población. Bruselas situará en verde en el mapa los territorios con menos de 25 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días y un porcentaje de test positivos menor al 3%. En naranja, estarán los que notifiquen menos de 50 contagios por 100.000 habitantes pero superen el 3% de test positivos, o los que aunque no rebasen ese umbral detecten entre 25 y 150 por 100.000 habitantes. En última instancia, en rojo, los que superen los 50 infectados por 100.000 habitantes y el 3% de positivos en los exámenes, o bien tengan más de 150 casos por 100.000 habitantes.
Según esos criterios, España, el país europeo con más casos notificados en las últimas dos semanas por habitantes, con 235,6, estaría claramente en zona roja. La Comisión no es partidaria en ningún caso de que se cierren fronteras. Y en su lugar aconseja las cuarentenas y test, especialmente estos últimos. Para aquellos viajeros que provengan de las zonas verdes, Bruselas pide que no se imponga ninguna restricción, en el caso de las naranjas solo reclama que se recomiende el test o la cuarentena, pero sin hacerlo obligatorio, mientras que para las rojas sí concede la posibilidad de que se extremen los controles obligatorios, eso sí, siempre que se apliquen las mismas restricciones a todas las zonas rojas, incluidas las que establezcan dentro de su propio país. Además, incluye una categoría extra, la gris, para cuando el país no proporciona información suficiente o realiza pocos test, equivalente a la roja.
La Comisión hace así un intento desesperado por salvar la libertad de movimientos en la zona Schengen frente a la arbitrariedad de las imposiciones de los Estados. “Nuestro derecho a movernos libremente por la UE se ha visto duramente impactado por la pandemia”, ha reconocido el comisario de Justicia, el belga Didier Reynders “La cacofonía de las normas nacionales es abrumadora”, añadió. El espacio Schengen ha vivido con la crisis el primer cierre de fronteras por motivos sanitarios. Y Bruselas admite que se ha generado “confusión” a los ciudadanos sobre dónde pueden y dónde no viajar. El camino es la simplificación. “Los tests deberían ser la opción preferida para facilitar los viajes. Y aquí también las reglas para las zonas roja, naranja o verde deben ser inconfundibles”, ha pedido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Entre dos aguas
La pelota viaja ahora al tejado de los Gobiernos nacionales, que deberán decidir si aceptan ceder la clasificación de zonas de riesgo al Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), el encargado de elaborar el mapa de colores. Las cancillerías tienen la última palabra sobre la gestión de fronteras. Y ahí Europa navega entre dos aguas. Por un lado, la fórmula del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, el adalid de la Europa fortaleza contra la inmigración, cuya respuesta para el virus es la misma que para los refugiados. Este martes cerró las fronteras a todos los países del espacio Schengen salvo Polonia, Eslovaquia y la República Checa sin comunicarlo oficialmente al resto, ignorando así las recomendaciones de Bruselas. La Comisión Europea respondió enviando a Budapest una carta pidiendo que diera marcha atrás y que no discrimine a los ciudadanos por su nacionalidad. Un intento en vano, que Orbán despreció este jueves con su habitual retórica nacionalista. Aseguró que los “burócratas de Bruselas” copiarán su modelo para controlar el virus “en breve”.
La antítesis a la vía del cerrojazo ha llegado a través del impulso franco-alemán para armonizar las restricciones. Las largas colas de camiones de marzo tuvieron su réplica este verano, con las imágenes de turistas regresando a sus países a toda velocidad para esquivar cuarentenas. La sensación de que la UE es incapaz de aprender de sus errores flota en el ambiente. Y en ese contexto Bruselas ha optado por no esperar más para lanzar la enésima llamada a la coordinación. El estado de ánimo lo expresó el secretario de Estado para los asuntos europeos francés, Clemente Beaune. “Hoy hay restricciones de desplazamientos que crean confusión”.
Las discusiones no se auguran sencillas. Algunas recomendaciones de la Comisión son consideradas por las capitales como demasiado ambiciosas, y la visión sobre la aplicación de tests y cuarentenas dista mucho de ser unitaria, por lo que el texto final podría quedar rebajado.
El paso de Bruselas bebe de una iniciativa de Alemania, el país que ostenta la presidencia rotatoria de la UE. Berlín lanzó hace unos días un breve documento, de solo dos páginas, con varios puntos esenciales para evitar una respuesta fragmentada. En él, reclamó usar los mismos datos para tomar decisiones —ahora algunos prestan atención a cifras de contagios nacionales y otros regionales, u observan la tasa de incidencia mientras los de al lado revisan el número de tests realizados—. Poner en marcha una clasificación común de áreas de riesgo que evite, por ejemplo, que para unos París sea zona roja y para otros naranja. Unificar la duración de las cuarentenas —que oscilan entre 10 y 14 días—, y el momento de realización de test —antes o después de ingresar al país—. Y por último, informar convenientemente de las medidas restrictivas que se tomen.
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