Hungría ignora a Bruselas y vuelve a cerrar fronteras contra la pandemia
La UE trabaja en un sistema para fijar con colores las zonas de riesgo en el espacio Schengen
Bruselas lleva meses repitiendo que el cierre de fronteras no es la solución a la pandemia y reclamando a los Estados que informen de sus medidas cuando estas afecten a otros socios europeos. Viktor Orbán tiene otra opinión. El primer ministro húngaro cerrará su país durante un mes desde mañana martes a los visitantes extranjeros, también a aquellos que viajen desde países del espacio Schengen, con la intención de atajar los contagios importados. El movimiento no ha sido comunicado a la Comisión Europea, y convierte a Budapest en la primera capital de la zona de libre circulación en volver a restringir el tránsito de personas, tras el apresurado y descoordinado cierre de la primera oleada del virus.
“La mayoría de nuevas infecciones son de origen extranjero. Hungría es verde y el resto de países se están volviendo rojos”, afirmó este viernes un portavoz del Gobierno, en referencia al creciente número de casos detectados en la UE. Budapest permitirá a sus nacionales regresar siempre y cuando guarden cuarentena o den negativo dos veces en la prueba. Con las restricciones buscan mantener el país con una de las incidencias del virus más bajas del continente, con solo 10,7 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días —20 veces menos que España, sin tener en cuenta los tests realizados—.
La Comisión ha confirmado este lunes que no ha sido informada del cerrojazo de Orbán, y recuerda que toda respuesta debe ser proporcionada, coordinada, y basada en criterios epidemiológicos. El Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) no recomienda el cierre fronterizo. Y Bruselas teme que se repitan los anuncios en cascada de la primera oleada, cuando sus consejos cayeron en saco roto.
El activismo para evitarlo es patente. La Comisión remitió a las capitales una carta el 7 de agosto en la que les urgía a mantener las fronteras abiertas a pesar de los rebrotes y a evitar repetir los errores del pasado. Las cuarentenas cruzadas entre Estados miembros, y la disparidad de criterios empleados para exigir o no el aislamiento de los viajeros ha evidenciado las dificultades para mantener la unidad de acción en asuntos que son competencia nacional, como la gestión de fronteras y las restricciones, generando inseguridad tanto a aquellos que se desplazan como al castigado sector turístico.
Con la amenaza de un nuevo caos sobrevolando la escena, Berlín y París han hecho frente común para armonizar las reglas sobre cuarentenas y exigencia de tests a los viajeros en Schengen. Preguntada sobre la iniciativa franco-alemana, la Comisión Europea ha desvelado que ya están en ello. El viernes hubo una primera reunión técnica de los Veintisiete con tres puntos sobre la mesa: fijar criterios comunes sobre cuándo existe riesgo epidemiológico, implantar un sistema de colores común para señalar las zonas de peligro que evite que una misma región pueda estar en rojo para un país y en naranja para otro, así como unificar las exigencias de test y cuarentena a los que regresen de áreas golpeadas por la pandemia.
El cierre de fronteras unilateral de Orbán añade presión y urgencia a las gestiones de Bruselas por contener un nuevo sálvese quien pueda, casi impensable tras meses de autocrítica por la falta de coordinación. Hungría hará excepciones permitiendo la entrada de diplomáticos, viajeros de negocios, convoyes militares y ayuda humanitaria. Pero les queda un asunto por resolver que atañe a ciudadanos españoles. El Gobierno húngaro estudia cómo lidiar con la llegada de seguidores del Sevilla y el Bayern de Múnich, que disputarán la Supercopa de Europa de fútbol en Budapest el 24 de septiembre.
La aerolínea de bajo coste Wizz Air ya ha anunciado que reducirá sus vuelos al país de los 126 semanales que opera actualmente a solo 32.
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