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“El confinamiento en Barcelona no va a funcionar porque no es obligatorio”

Escepticismo ante el autoconfinamiento mientras los restaurantes ya sufren anulaciones de reservas

Dos clientes de un bar piden bebidas a un camarero en la plaza de Cataluña. En vídeo, Cataluña amplía las restricciones para limitar el contacto social.Foto: ATLAS | Vídeo: ALBERT GARCIA / EL PAÍS
Dani Cordero

Dos bicitaxis turísticos pasaban este viernes por delante de la basílica de Santa María del Mar de Barcelona. Tres turistas sin mascarilla algo apretados van en el asiento posterior de cada uno de ellos mientras uno de los conductores ofrece sus explicaciones. Pasan por delante de una italiana de 44 años que trabaja en un importante centro de investigación de Barcelona. Se dirige a su casa desde el trabajo, donde ha conocido la última recomendación de la Generalitat —basada en confinamientos voluntarios y la reducción de la actividad social y cultural— y parece que también su resultado. “No va a funcionar, porque no es obligatorio”, afirma antes de pedir que no se publique su nombre.

No es la única persona que tiene esa opinión. “Es un poco ridículo que lo recomienden. Aunque no me guste la idea, tendría que ser obligatorio”, dice Daniel Camiña, un heladero que lleva 10 años en el barrio del Born y que desde hace un mes tiene su negocio en traspaso. Como muchos otros, no ha podido resistir la caída de las ventas que llegó con el estado de alarma y una caída del turismo que dista de recuperarse. Ahora ve casi un absurdo la llamada de la Generalitat a la reclusión voluntaria. “¿Para qué voy a abrir y mantener mi trabajo si la gente no tiene que venir?”, se pregunta. Como considera que la llamada de la Administración no tendrá éxito, abrirá tanto como pueda.

No piensa lo mismo, sin embargo, Luisa Catalán, la responsable del restaurante La Rioja, próximo a uno de los epicentros turísticos de Barcelona, la catedral. Este viernes, pocas horas después de la “recomendación” del Govern, recibía una llamada con un mensaje: la cancelación de una mesa para comer el sábado. “Estamos preparados para el 60% de nuestro aforo y aún así no llenamos. Los dos últimos días la clientela ha bajado. Hay desánimo y miedo”, dice con resignación. Su reflexión, sin embargo, lleva crítica. “Tendría que haber más control y prevención, sobre todo donde había más aglomeraciones. ¿Dónde ha estado la Guardia Urbana?”.

El sector de la restauración no ve salida a la situación que se avecina, con los contagios repuntando y potenciales medidas de las administraciones advirtiendo. “¿Qué vas a hacer con el bar?”. A Mayra Pineo le saltó ese mensaje en el WhatsApp este viernes a las dos y media de la tarde. Vinculada iba una noticia con el anuncio lanzado por la Generalitat. Sus tres pequeños bares estaban vacíos al mediodía. Enseña el libro de reservas y muestra tres tachones. No han aparecido. De cinco empleados, cuatro están en ERTE y la otra, que solo trabaja a media jornada, podría volver a esa situación. “Me lo veía venir. Ayer hice 80 euros en todo el día. Volveremos al confinamiento total y todo por los jóvenes que pasan de las medidas de seguridad”, dice. Su situación contrastaba con las concurridas terrazas por toda Barcelona por la tarde.

“Gente inconsciente hay de todas las edades”, reivindica Ivonne Núñez, una educadora infantil de 31 años que asegura que no ha hecho casi vida social: “no me he sentido cómoda”, dice. Asegura que los próximos 14 días mantendrá el confinamiento. Después, una vez empiece las vacaciones, se irá a su segunda residencia, en Girona, contraviniendo justamente una de las recomendaciones lanzadas por la Generalitat. ¿Y si prolongan la recomendación del autoconfinamiento? “Me iría. El otro confinamiento ya me lo pasé aquí”.

La estadounidense Elise Allan subrayaba su sensación de seguridad en Barcelona, por el uso de mascarillas y del hidrogel, y obviaba el repunte de contagios. Pero cuando se le preguntaba si seguiría la recomendación de la Generalitat, contoneaba su cuerpo antes de responder: “No”.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 

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