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El sector sanitario carga contra el Govern catalán por la gestión de los rebrotes

Los médicos denuncian la falta de previsión y de medios para contener el foco de Lleida y rastrear los casos sospechosos

El pabellón de Torres de Segre (Lleida), convertido en alojamiento para los temporeros. En vídeo, el hospital de Lleida abre una tercera planta para pacientes con COVID-19.Vídeo: RAMON GABRIEL / EFE
Jessica Mouzo

Los brotes de covid-19 en Lleida han puesto contra las cuerdas al Govern catalán. Con las competencias transferidas de nuevo tras el fin del estado de alarma, el rebrote era la prueba de fuego para evaluar la gestión autónoma que tanto reclamó la Generalitat. Pero los titubeos al valorar la dimensión de los brotes y el aumento incesante de casos en los últimos días —774 nuevos enfermos reportados este viernes en Cataluña— ha puesto en cuestión al Ejecutivo catalán. El sector sanitario ya ha alzado la voz y critica la falta de previsión y medios para rastrear los contactos.

“No estoy tranquilo. Hay inquietud y falta de confianza en el equipo del Departamento de Salud”, apunta un alto cargo sanitario que prefiere mantener el anonimato. Las críticas a la gestión del Govern se suceden, en público y en privado, entre los sanitarios catalanes. La grave situación en Lleida, con una veintena de brotes activos que han obligado a confinar a los 210.000 habitantes de la comarca del Segrià, ha sido la gota que ha colmado el vaso. “Ha habido una falta de planificación para anticiparse al futuro y una falta de reflejos cuando el futuro ha llegado”, zanja Josep Maria Puig, secretario general del sindicato Metges de Catalunya.

Los vaivenes del Govern para responder al incremento de casos en Lleida han crispado a los sanitarios. El pasado viernes, la consejera de Salud, Alba Vergés, dijo que “de momento” no se planteaba confinar la zona y, apenas 24 horas después, lo hizo. El sector acusa también la falta de un responsable de Salud Pública desde la marcha, por motivos de salud, de Joan Guix. El Govern sigue buscando un sustituto y, mientras, ha desplegado una unidad de seguimiento de la covid-19 para “simplificar procesos y mejorar la coordinación” entre todos los actores sanitarios, dijo Salud. Al frente de esta unidad, Jacobo Mendioroz, un epidemiólogo “muy preparado y bien formado, pero sin experiencia en gestión”, coinciden las voces consultadas.

Lo que más enciende las críticas del sector sanitario es, sin embargo, la falta de medios y los fallos en el rastreo de contactos. “Cataluña tiene una capacidad diagnóstica brutal y no se está usando. Sabiendo que hay casos asintomáticos, hay que salir a buscarlos. Hay que buscar el virus, no esperarlo”, apunta un médico que pide anonimato.

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Si bien los casos se detectan con celeridad y se han incrementado las pruebas diagnósticas cuando hay alguna sospecha, pincha el rastreo de los contactos de esos positivos. Los equipos de salud pública están bajo mínimos —Vergés anunció esta semana, con el brote de Lleida ya disparado, que reforzaría con 15 personas más el equipo de nueve profesionales de vigilancia epidemiológica en la zona— y “se escapan” contactos. Salud no concreta cuántos de los 115 epidemiólogos de refuerzo prometidos están ya trabajando. “Los resortes que tiene la sanidad en salud pública no son adecuados, no están suficientemente dotados. Y el no tener un buen equipo de salud pública comunitario puede ser un hándicap para próximos brotes”, advierte el infectólogo, Benito Almirante.

Tampoco está funcionando correctamente el call center que se tendría que encargar de monitorizar la cuarentena de los contactos sanos. Además de la repulsa que generó en el sector sanitario la adjudicación directa del servicio, sin concurso público, a Ferrovial, fuentes de esta centralita aseguran que no les llegan contactos a los que llamar. El 60% de los positivos aparecen sin contactos estrechos que monitorizar, cuando la previsión era de siete personas por caso positivo. “Urge diagnosticar donde está el cuello de botella”, dice Puig, para desencallar el rastreo de contactos.

Las directrices para el rastreo son confusas en el sector. Atención primaria detecta, Salud Pública rastrea y el call center hace seguimiento de contactos sanos. Pero los primeros ya van desbordados de base y no tienen refuerzos para sus nuevas funciones; los segundos están bajo mínimos por la ingente cantidad de casos; y los terceros están de brazos cruzados esperando que se desatasque lo demás. “Necesitamos refuerzo de personal, coordinación y comunicación efectiva con Salud Pública y líneas claras de actuación por parte de las direcciones. Y transparencia de la consejería”, apostilla Mari Luz Talavera, vicepresidenta del Foro Catalán de Atención Primaria. La enfermera denuncia que el Govern “ha arrinconado” a la atención primaria durante la pandemia al cerrar centros de salud y reclama que los rastreadores estén “dentro de atención primaria y coordinados por Salud Pública”.

Pese a la lluvia de críticas, el Govern defiende su gestión y rechaza la autocrítica. Vergés y la consejera de Agricultura, Teresa Jordá, insistieron el miércoles en que llevaban semanas trabajando en un plan de acción para la campaña de la fruta y en la prevención en las empresas. Este viernes, los casos en el Segrià, la mayoría entre temporeros, superaban el millar y había 12 brotes activos en empresas frutícolas. “No es que se les haya ido de las manos, es que no han hecho nada”, sentencia un médico de Lleida.

“La Generalitat ha improvisado”

Al campo leridano suelen llegar 35.000 temporeros a la campaña de la fruta. La mayoría son migrantes y, aunque muchos llegan con un contrato de trabajo desde el origen, otros tantos vienen de forma espontánea, buscando una oportunidad de empleo. Buena parte de ellos están en situación de pobreza y viven en condiciones de hacinamiento. “Son carne de cañón para el virus”, dicen los expertos.

El Govern insiste en que trabajó la prevención e inyectó 2,5 millones de euros para mediación y acogida. Hay siete mediadores en la zona, que se coordinan con atención primaria y servicios sociales, y atienden a unos 300 temporeros a la semana. Este año han llegado 20.000 para la recolecta de la fruta.

“La crisis en Lleida no solo es sanitaria, también hay un fuerte componente social”, repitió en varias ocasiones la consejera Vergés, a propósito de la vulnerabilidad de los temporeros infectados. Coincide Almirante: “La problemática del Segrià ha puesto de manifiesto toda la crudeza de un problema social de gran magnitud”. Pero el infectólogo expone también la “tardanza” en la detección de casos y la necesidad de más coordinación entre Aragón y Cataluña desde que se detectaron los primeros brotes entre temporeros en las comarcas oscenses limítrofes con Lleida: “No sé si las medidas de control perimetral se tendrían que haber tomado cuando lo hizo Aragón”, plantea.

Más críticos son, sin embargo, los médicos de Lleida. “No han tenido previsión de nada. Se veía, desde [la festividad de] San Juan, que no íbamos bien. Se precipitaron en abrir: en dos horas pasamos de la fase 2 a la normalidad”, protesta un médico del rural leridano. Coincide José Ángel Montañés, médico de urgencias en el Arnau de Vilanova de Lleida, donde hay 52 casos ingresados. “Al ver los brotes en Huesca entre temporeros, vimos lo que se venía encima, pero no pensamos que tan rápido. El Govern ha improvisado y la situación les ha superado. Han pecado de exceso de confianza”, explica. Los sanitarios del Arnau no han descansado, avisa, y no hay relevos. “Hay mucha incerteza, se ha acabado la bolsa de suplentes”, alerta Amparo Loren, delegada de CC OO.

Los casos siguen al alza y sobre la mesa planea un confinamiento más estricto. “Si una buena vigilancia epidemiológica detectase las zonas más afectadas, se podrían hacer confinamientos quirúrgicos, perimetrar barrios o empresas. Desde el punto de vista sanitario, con lo que tenemos ahora, habría que dejar a la gente en casa”, valora Montañés.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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