Portugal reconfina la Gran Lisboa
El rebrote de contagios en la capital portuguesa obliga al cierre de los mercadillos y a limitar el horario comercial
El coronavirus llegó por Oporto, pero el rebrote se ceba en Lisboa. La capital de Portugal registra el mayor número de casos del país, seguida de Sintra y Loures, sus municipios vecinos. En el Consejo de Ministros de este jueves, el Gobierno ha decretado ampliar el estado de calamidad –el más alto– a 19 distritos de la zona de Lisboa, el estado de contingencia al Área Metropolitana de Lisboa (AML) y el estado de alerta –el más bajo– a todo el país.
Como cada día del mes de junio, la Gran Lisboa concentró el jueves la lista de los nuevos casos positivos: el 77% de los 311 casos detectados en el país y cuatro de sus seis víctimas mortales. En pleno relanzamiento del turismo, el Gobierno y la Presidencia quitan importancia al protagonismo epidemiológico de Lisboa, atribuyéndolo al aumento de los test realizados. Sin embargo, las cifras demuestran que los positivos crecen mucho más que los test en esta zona del país; Oporto testa tanto como Lisboa, pero tiene menos positivos.
En una repetición de las medidas de marzo y abril para todo el país, en el Área Metropolitana de Lisboa se prohíben reuniones de más de 10 personas y en Lisboa las reuniones de más de cinco personas; el comercio tiene que cerrar a las 20.00 y se prohíbe la venta de alcohol en las gasolineras. En el distrito de Santa Clara de Lisboa, el Gobierno ha decretado el “deber cívico de recogimiento”, o sea, el confinamiento –no obligatorio– salvo para ir a trabajar o realizar compras. En esta ocasión, la policía va a imponer multas de hasta 350 euros a los infractores del distanciamiento social o de reuniones ilícitas. En la fase anterior, la labor policial era principalmente pedagógica, salvo desobediencia reiterada.
El Gobierno no está dispuesto a volver atrás en la lucha contra la epidemia y a que se rompa su buena imagen internacional en la lucha contra la pandemia (40.415 casos y 1.549 muertes); de hecho, el Ejecutivo de António Costa ha mostrado su contrariedad por que media docena de países europeos impidan la entrada de ciudadanos portugueses y otra media solo con la realización de test o periodos de cuarentena. Guste o no, Portugal es desde hace 15 días el país con más contagiados por cada 100.000 habitantes, solo por detrás de Luxemburgo y Suecia.
Si en marzo, la epidemia se concentró en el norte, en la región de Oporto, vía aeropuerto y lazos comerciales (la región acumula el 70% de las exportaciones del país), en junio la protagonista es Lisboa y su extrarradio, donde habitan 2,8 millones de personas. Tanto antes como ahora, los infectados son mayoritariamente población activa, obreros de la construcción civil y de empresas de trabajo temporal, con mucha movilidad. Autoridades y epidemiólogos no atribuyen el rebrote al desconfinamiento iniciado el 4 de mayo, pues estas actividades profesionales nunca fueron suspendidas.
El Gobierno ha decidido cortar por lo sano y ha decretado volver al estado de calamidad en Amadora, Odivelas, Sintra, Loures, en el extrarradio de la capital, y el distrito lisboeta de Santa Clara, el único de los 20 distritos de la ciudad con tal estatus, situado al norte, fuera de la zona turística. En total, 690.801 personas afectadas por el nuevo confinamiento. El estado de contingencia en la AML afecta a 2,8 millones de portugueses.
La pequeña ciudad dormitorio de Amadora simboliza el mejor ejemplo de la nueva oleada del coronavirus. Es el municipio más pequeño de la zona y el más densamente poblado (7.360 habitantes por kilómetro cuadrado). “Nuestros vecinos salen mayoritariamente para trabajar cada día en Lisboa”, cuenta la alcaldesa Carla Tavares (PS). “Cuando se comienza a hacer test a profesionales de la construcción, de la limpieza o de trabajo temporal, inevitablemente se encuentran muchas personas de Amadora. No somos un municipio de teletrabajo, lo que facilita la propagación del virus”.
En la ciudad de Lisboa, su alcalde, Fernando Medina, acaba de prohibir los populares mercadillos de Ladra, Relogio y Galinheiras. Cerrados el 2 de abril, se volvieron a abrir el 4 de mayo. “Es un poco injusto cerrar los mercadillos al aire libre y mantener abiertos los centros comerciales”, afirma el presidente de la Asociación de Mercados del Distrito de Lisboa. “No era preciso cerrarlos en su totalidad, podían haber dejado el ramo de bienes de primera necesidad, como frutas, verduras, queso y pan, pero una vez más se va a crucificar a los pequeños en beneficio de los grandes”. Los centros comerciales, que ya abrieron en Lisboa una semana después que en el resto del país, se mantienen abiertos, pero con mayor vigilancia para evitar aglomeraciones.
Los lisboetas transitan por las calles con mascarilla, pese a que solo sea obligatoria en tiendas y espacios cerrados. Hay más turistas que hace un mes –no se sabe cómo han llegado– pero infinitamente menos que hace un año. Las típicas colas de monumentos y museos en estas fechas ahora se han trasladado a la farmacia de barrio o a la oficina bancaria. Tras la euforia del desconfinamiento de mayo y la ocupación de las playas, los lisboetas –y portugueses en general– están comprendiendo que “esto” va para largo y que, en mayor o menor medida, Lisboa seguirá reconfinada.
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