“Antes del primer muerto, Portugal ya estaba confinado y con las escuelas cerradas. Eso nos dio ventaja”
La ministra portuguesa de Salud, Marta Temido, señala que el tratamiento en casa para el 80% de los infectados fue clave para no colapsar nunca los hospitales
Portugal registró el miércoles apenas 12 fallecimientos, la gente pasea por las calles y parte del comercio ha reabierto dos meses después del primer contagio por covid-19; pero la ministra de salud, Marta Temido, renuncia a cantar victoria. “Estamos solo en el primer capítulo de un libro cuyo final desconocemos”. Pese a la prudencia de la que hace gala esta especialista en gestión hospitalaria, Temido (Coimbra, 1974) recalca que la epidemia nunca colapsó el Sistema Nacional de Salud.
Pregunta: ¿Portugal ya ha pasado la fase valle de la epidemia?
Respuesta. Hemos pasado el pico de la epidemia, que fue entre el 23 y 27 de marzo; pero no considero que hayamos pasado la etapa valle, hay días en los que suben mucho los casos y otros en los que bajan mucho (en total son 28.000 desde el 2 de marzo), pero tampoco los números nos dan una visión exacta de la epidemia porque depende de la calidad de los registros. Miramos con mucha cautela las cifras, las positivas y las negativas.
P. El plan de choque más pesimista contemplaba un millón de infectados, la décima parte del país. Dos meses después del primer contagio, apenas había 25.000. ¿Eso no es un éxito?
R. Todos los países utilizamos las mismas tasas de ataque a la epidemia, marcadas por la Organización Mundial de la Salud; pero sí es verdad que nuestra situación no fue tan adversa como la de China, que fue el modelo inicial en el que nos miramos todos.
P. Suecia es el país ‘más liberal’ en la lucha contra la epidemia mientras que España e Italia se colocan en el otro extremo, en el de medidas más drásticas. Portugal, está en medio. ¿Cuál fue la estrategia?
R. La proporcionalidad. Siempre tomamos las medidas necesarias y solo cuando fueran necesarias para no penalizar a la sociedad y a la economía. Tomamos medidas drásticas también, como prohibir las visitas en las residencias de mayores, una medida muy penosa y que seguimos manteniendo. No hemos dejado de adoptar medidas porque fueran impopulares.
P. En cualquier caso, los números de Portugal son mejores que los del modelo sueco y los de los modelos de España e Italia.
R. Es pronto para hacer un balance final de la pandemia. Estamos en el primer episodio. Si fuese un libro, diría que es el primer capítulo de un libro cuyo final desconocemos. No podemos decir qué país lo hizo bien y quién mal. Tuvimos la suerte de que el virus llegó más tarde, aprendimos de Francia, Italia y España, que fueron atacados más pronto y más fuertemente.
P. Pero Portugal actuó antes, no?
R. Antes de la primera víctima mortal, el país ya estaba confinado y con las escuelas cerradas. Eso nos dio una ventaja. La rapidez de la respuesta ayudó mucho. También somos un país pequeño y el Servicio Nacional de Salud está centralizado. Es más fácil coordinar y poner en práctica las decisiones políticas. Hay más agilidad.
P. ¿La ciudadanía ayudó?
R. Los portugueses aceptaron bien quedarse en casa, aunque solo los contagiados estaban obligados. Sí es un acierto que entre el 80% y el 90% de los contagiados siga su tratamiento en casa, lo que ha aligerado mucho la carga de trabajo en los hospitales. Creamos una línea telefónica de atención única, que llaman dos veces al día al enfermo. En el inicio, eso nos permitió una respuesta adecuada en los hospitales, con menos carga de trabajo. Nunca quedaron sobrepasados.
P. Por la experiencia de más de dos meses de epidemia y por lo visto en otros países, se puede ya sacar la conclusión de que actuar pronto funciona?
R. Tal vez. Hay muchas incertezas. Los médicos me cuentan que el virus les sorprende cada día, casos negativos que de repente se tornan positivos; personas de riesgo, casi desahuciadas, que se recuperan, hasta los mismos tratamientos que ni siquiera están escritos y que funcionan en algunos casos. Hay mucha incerteza, pero actuar precozmente, ayuda.
P. ¿Pese a las cifras que refrendan el control de la epidemia en Portugal, qué cosas no funcionaron?
R. Es conocida la dificultad de todos los países para la adquisición de equipamiento de protección individual, debido a la escasez en el mercado nacional e internacional de un mismo material buscado por todos los países y al mismo tiempo. Solo con gran esfuerzo se ha podido resolver esta dificultad, gracias también a las empresas nacionales que se reforzaron para producir más. También las estructuras residenciales para mayores se convirtieron en un desafío para el SNS por concentrarse en la población más vulnerable, pero se organizó una respuesta de test en todas las residencias del país, para profesionales y residentes para conseguir controlar el problema. Las muertes en estos centros es inferior a la media de los países de nuestro entorno.
P. Los números de Portugal contrastan con los de España, pero no tanto con las regiones españolas fronterizas. ¿Hay una explicación?
R. Es una incógnita más de las muchas que tenemos. El virus ha atacado más en el litoral que en el interior de nuestro país, pero también hay que contemplar la movilidad de la población, la edad, la salud. Hay muchos aspectos que no dominamos completamente. Al igual que en la anterior crisis financiera, dictaminar qué país lo hizo bien o quién lo hizo mal es una política equivocada y peligrosa. Para ser honestos, no lo podemos decir, porque no dominamos completamente todas las circunstancias.
P. El turismo es vital para Portugal y España, ¿con qué parámetros se podría abrir la frontera de cara al verano?
R. Esa es una decisión articulada entre los dos países, pero es engañoso dar un número a partir del cual se levantan barreras. Hay que mirar el contexto europeo, muy acostumbrado a viajar libre y frecuentemente por todas partes.
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