“Estábamos como locos por venir a una terraza”
Gandia, una de las localidades valencianas que avanzan en el desconfinamiento, empieza a recobrar el pulso
Tres amigos llegan a una terraza de la playa de Gandia pasadas las 12 de la mañana de este lunes. Miran a su alrededor, descartan la única mesa que queda libre cerca de la arena, que está rodeada de otras mesas ocupadas, y eligen un lugar más retirado. Los tres están preocupados porque el coronavirus les ha dejado sin trabajo, pero acaban de reencontrarse después de casi dos meses viéndose solo por videollamadas, están al aire libre, del mar llega una brisa suave, el sol se filtra a través de nubes blancas y en este momento, aseguran, se sienten muy bien. “Yo estaba nervioso desde que me he levantado... Ha sido una alegría, aunque también es raro no poder darnos un abrazo”, dice Giuseppe Mollo, músico y estudiante de jazz de 22 años. “Lo que más he echado de menos ha sido esto: quedar y estar con la gente”, comenta Sarah Hadj, de 26, animadora de campamentos.
Antes de sentarse y pedir café en la Heladería Olimpia, la camarera ha limpiado su mesa con desinfectante y ha colocado en el centro un bote de gel de hidroalcohol. Ninguno de los tres amigos lleva cubiertas la cara ni las manos.
“La gente tiene ganas de sentarse. Yo pensaba que hoy apenas íbamos a trabajar, que la gente tendría miedo, pero no, mira: todo el rato entran y salen”, señala Olimpia Ana, que nació en Rumanía y abrió hace 10 años el local. “Y eso que hay gente que no sabe que puede venir fuera de la franja del horario que pueden pasear. Se necesita más información”.
Como si le dieran la razón, unos minutos más tarde, cerca de la terraza, una joven pasa corriendo con una cinta de runner en la frente y un coche de policía le hace señales con las luces para que pare. Se bajan dos agentes:
-Solo se puede salir a hacer deporte hasta las 10 de la mañana.
-Pero yo creía que con el cambio de fase ya se podía.
-Pues no, hay que leerse bien el BOE.
“Si hubiéramos notado mala fe, la habríamos sancionado. Es verdad que ahora todo es un poco confuso”, admite uno de los agentes cuando la joven ya se ha marchado.
Detrás de la barra del restaurante Maimónides, en el puerto de Gandia, uno de los departamentos de salud valencianos que han entrado en la fase 1, José García, de 67 años, afirma: “Lo que nos ha pasado ha sido una catástrofe, pero el primer día está yendo bien. También parece lleno porque tenemos el 50% de las mesas, pero no nos quejamos. Lo principal es ir trabajando, que toda España abra y pueda venir gente de fuera”.
Sentados en una de las 12 mesas ocupadas, Francisco Guillemot, de 68 años, y Chelo Martínez, de 64, acaban de pedir una cerveza y un plato de calamares. “Estábamos como locos por venir a una terraza y ver el mar”, afirma Guillemot, cuya casa en el centro de Gandia queda a más de tres kilómetros de la playa.
El alivio de Estrella Epure, de 35, empleada en Jack the Pepper Tex-Mex Grill, era de otro tipo. “Ha sido una alegría volver a trabajar. Este mes y medio que hemos estado todos parados en casa ha sido difícil pagar las facturas y hacer la compra semanal de Mercadona. Caprichos ya ni pensarlos”, dice bajo una mascarilla antes de seguir preparando las mesas para la reapertura del local.
Gandia, que dobla sus 70.000 habitantes en verano, solo ha empezado a recobrar el pulso; en casi todos los bares con terraza se veía movimiento, pero buena parte todavía no había abierto. Y solo un hotel, el Borgia, había vuelto a funcionar.
"Hemos empezado la mañana con dos reservas, de gente que estas semanas había enviado correos electrónicos o había llamado para hacerlas, y ahora ya tenemos nueve. La mayoría viene por motivos de trabajo", explicaba en la recepción Silvia Fernández. "Y esta mañana han llegado los primeros clientes. Una pareja que ni siquiera había llamado. Ha entrado por la puerta y han preguntado si teníamos una habitación y les he dicho que claro", añade sonriendo tras la mascarilla. El establecimiento de tres estrellas que lleva el nombre de la familia más célebre de Gandia tiene 72 habitaciones.
Los trabajadores y empresarios que viven del turismo, que son muchos en el municipio, están pendientes de lo que pasará en verano, porque los ingresos de junio, julio y agosto compensan la baja actividad del resto del año. A su favor, afirma la alcaldesa, Diana Morant, juega que más del 80% de los turistas que reciben son españoles que acuden a sus segundas residencias.
De momento no está permitido bañarse ni tomar el sol en la playa, aunque sí hacer deporte (incluida la natación) y pasear por la arena. “La playa sigue cerrada para el baño, sobre todo, porque suspendimos el contrato con los socorristas y no vamos a autorizarlo hasta que vuelva a haber vigilancia y con un sistema que garantice la seguridad, que es nuestra prioridad. Todavía no hemos decidido cómo, pero probablemente sectorizaremos la playa para mantener las distancias e implantaremos un sistema de reservas. Como el que se utiliza en las instalaciones deportivas o para reservar una tumbona o una sombrilla, que será gratuito”, señala la alcaldesa.
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