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Timmermans: “Los países se comprometieron a la neutralidad climática en 2050. Nosotros no les forzamos con una pistola”

El vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea advierte a los países de que “sin dinero no se puede hacer nada”. “Haré todo lo posible para que Polonia suscriba el objetivo de 2050”, añade

Frans Timmermans, el pasado septiembre en Nueva York.
Frans Timmermans, el pasado septiembre en Nueva York. MICHAEL OWENS (GETTY)
Lluís Pellicer

El vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Frans Timmermans (Maastricht, 58 años), presenta este miércoles la que está llamada a ser la espina dorsal del Nuevo Pacto Verde. El neerlandés, que recibe a EL PAÍS junto a otros cinco diarios europeos, considera que la propuesta para una Ley Europea del Clima es “revolucionaria” al consagrar el objetivo de 2050 como año para la neutralidad climática en la Unión Europea y fijar una “disciplina” para llegar a esa meta. Antes de ser presentadas, esas 12 páginas han levantado ampollas en varios países miembros. Doce capitales, entre ellas París y Madrid, piden elevar el listón para 2030 de inmediato, mientras que Varsovia ve con recelos que la Comisión pueda revisar las medidas adoptadas sin una negociación previa.

Pregunta. Doce países le urgen a elevar los objetivos de reducción de emisiones antes de junio para 2030. ¿Posponerlo a septiembre no entraña el peligro de ceder el liderazgo en la lucha contra el cambio climático?

Respuesta. No estamos retrasando nada. Desde el principio, he dicho que solo saldré con un porcentaje tras la debida evaluación de impacto. Si lo hiciera hoy sin tener ese informe, nos enfrentaríamos a un debate interminable con los Estados miembros y otras partes interesadas, que cuestionarían los números de la Comisión. Si hacemos la debida evaluación, eso no discutirá. Sí, será un poco más tarde de lo previsto. Esperaba hacerlo a principios de verano y será a finales. Pero tenía que escuchar a los expertos. Por cierto, estamos hablando acerca de una rebaja de entre el 50% y el 55%, de modo que el número no va a sorprender a nadie.

P. ¿Pero la UE no corre el riesgo de ir a la Cumbre del Clima de Glasgow sin haberse preparado?

R. Si acudiéramos a Glasgow con un número que contara con un fuerte respaldo de las ONG pero que no estuviera apoyado por una evaluación de impacto, sería criticado por quienes no quieren empezar y estaríamos discutiendo el análisis y no los méritos de nuestra propuesta. En septiembre estaremos a tiempo para presentarlo al Consejo de Ministros y para tener una posición en el COP de Glasgow. Esta mañana [por ayer] hablé con mi homólogo chino por videoconferencia, de modo que también estoy tratando de convencer a nuestros socios internacionales de que se muevan en esta dirección.

P. Hace dos años, el Tribunal de Justicia de la UE sentenció que los actos delegados [que la Comisión asuma algunas competencias] no son una herramienta apropiada para regular las emisiones de dióxido de carbono de los coches y obligó a la Comisión a hacerlo por la vía ordinaria. Ahora vuelven a esa fórmula para ajustar las emisiones de los países…

R. No, la acción delegada solo tiene como objetivo que, si es necesario, se pueda corregir la trayectoria hacia la que vamos para el periodo de entre 2030 y 2050, que es muy clara. No se trata de legislación que debe ser directamente aplicada en los países miembros y no arrebatamos ningún poder a los colegisladores, ni al Consejo y al Parlamento. A mi juicio, cada vez más las normas climáticas serán legislación europea. Así que cuando vayamos redactando legislación, tenemos que hacerlo siguiendo la trayectoria hacia la neutralidad en 2050.

P. Aun así, ¿no cree que muchas capitales pueden considerar que Bruselas limita su capacidad para definir sus políticas nacionales a largo plazo?

R. Los países se comprometieron a la neutralidad climática en 2050. No lo hicimos nosotros ni les forzamos con una pistola a hacerlo. Es una de las cosas más alucinantes de la política europea: el Consejo Europeo decide hacer algo, y cuando la Comisión decide hacer una propuesta para implementarlo, resulta que consideran que les arrebatan el poder. ¡Que me lo expliquen! Los países han decidido la neutralidad climática en 2050. Y esa decisión tiene consecuencias. Esta ley asegura que todo lo que hagamos desde ahora va en línea con ella. Y francamente, no veo una repetición de la Estrategia de Lisboa, que consistía en decir “somos los mejores, los más competitivos…” y después nada.

P. Polonia no suscribió ese objetivo en diciembre. ¿Cómo dificulta su consecución?

R. Yo diría que la posición de Polonia fue la de suscribir el año 2050 para que la UE alcance la neutralidad climática, pero sin asegurar que ellos puedan hacerlo. Polonia tiene circunstancias especiales, pero será nuestro deber convencerles de que el apoyo y la solidaridad del resto de la UE les permitirá alcanzar la neutralidad en 2050. Haré todo cuanto sea posible para que Polonia lo suscriba. Pero entiendo que políticamente va a ser complicado.

P. ¿Pero no es Polonia demasiado grande para que otros países puedan compensar lo que no haga?

R. Esa es la razón por la que es importante que Polonia abrace ese objetivo por si misma también.

P. Los líderes de la UE fracasaron en su intento de pactar un Presupuesto de la UE. ¿Qué consecuencias puede tener para cumplir con los objetivos climáticos?

R. Al final, no es tan complicado: si no hay dinero, no se puede hacer nada. El dinero tendrá que venir de algún sitio. Una parte vendrá de reorientar políticas existentes, así que no es realista pedir que todo siga igual y que haya más dinero. Pero aquellos que piden que Europa haga más con menos tampoco lo son. Habrá que hallar un compromiso entre ambas posiciones. Creo que hay un creciente acuerdo en la población europea de que algunas políticas deberán ser formuladas a nivel europeo porque es el único camino para obtener resultados reales. Y si queremos que la UE lo haga, hay que poner los medios a disposición de las instituciones. Estamos hablando de retos como el de Grecia, el Covid-19, la crisis climática… No es realista decir que habrá menos dinero. Eso es imposible.

P. ¿Cuándo tomarán una decisión sobre el mecanismo de carbono en frontera?

R. Estamos trabajando muy de cerca con Thierry Breton. Tenemos que procurar igualdad de oportunidades para la industria europea. Y eso será el mecanismo de carbono en frontera. Para asegurarnos de que podemos defenderlo ante la Organización Mundial del Comercio hay que demostrar que se está haciendo para crear ese terreno de juego justo. Se podría evitar si otros socios internacionales también adoptan medidas para implementar los acuerdos de París. Pero tal y como lo vemos ahora, probablemente será necesario poner sobre la mesa ese mecanismo.

P. ¿Va a ser un impuesto?

R. Debe ser un mecanismo que evite fugas de carbono. Podría ser una tasa, pero aún lo estamos evaluando. Se podría solventar en parte corrigiendo la regulación de ETS [el sistema de comercio de derechos de emisiones que obliga a las industrias europeas a pagar por sus emisiones de dióxido de carbono].

P. La ley llega en una semana dura para la UE y podría quedar eclipsada por las crisis de Grecia y del Covid-19. ¿Debemos estar más asustados del cambio climático que de la epidemia por coronavirus?

R. Debemos estar centrados, concentrados, preocupados, pero no asustados, porque lo podemos arreglar. Pero si queremos hacerlo, hay que tener una clara trayectoria entre ahora y 2050, puesto que Europa tendrá otras crisis en ese periodo. He visto al señor [Manfred] Weber decir: ‘esta no es la semana ni de Greta ni de Timmermans, tenemos otras crisis’. Pero es precisamente esa la razón por la que necesitamos la ley climática. Se deben abordar otras crisis, por supuesto. El foco debe estar en lo que ocurre en Siria, Turquía o Grecia, en contener el coronavirus. Es la prioridad absoluta. Pero si tenemos una ley climática, podemos centrarnos en otras prioridades sin perder la trayectoria.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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