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Compost humano para criar malvas

Washington e convierte en el primer Estado que da vía libre a convertir los cadáveres en abono. La ley entrará en vigor en 2020

Esther Sánchez
Katrina Spade, CEO de Recompose, una compañía que espera utilizar el compostaje como alternativa en lugar de enterrar o incinerar restos humanos.
Katrina Spade, CEO de Recompose, una compañía que espera utilizar el compostaje como alternativa en lugar de enterrar o incinerar restos humanos.AP

¿Existe un método más natural y respetuoso con el medioambiente que convertir los cadáveres humanos en compost, en tierra fértil y cerrar así el ciclo de la vida? El Estado de Washington, el primero en aprobar una ley que regula esa práctica, no tiene ninguna duda. Su gobernador, Jay Inslee, firmó el martes pasado la nueva norma que entrará en vigor el 1 de mayo de 2020. Las empresas autorizadas podrán acometer esta “reducción orgánica natural” que transforma un cuerpo, mezclándolo con otros productos como astillas de madera y paja, en unas dos carretillas de tierra fértil en unas semanas.

La idea de esta forma de descomponer los cadáveres como alternativa a la cremación y a los enterramientos convencionales surgió de Katrina Spade, que desarrolló el método durante su época de estudiante inspirándose en las técnicas usadas por los agricultores con sus cabañas ganaderas. En la página web de la empresa Recompose, de que Spade es fundadora y gerente, se explica como se introducirán los sin embalsamar en unos recipientes hexagonales reutilizables que, según una recreación, se asemeja a un gran panal. “Cuando el proceso haya terminado, las familias podrán llevarse a casa parte de la tierra producida y los jardines recordarán que la vida está interconectada”, explican. Todo ello con el máximo respeto, porque son conscientes de que para muchas personas “la muerte es un acontecimiento espiritual trascendental”.

Convertir a los seres humanos en tierra fértil minimiza la basura, evita la polución del agua subterránea con los fluidos del embalsamamiento y los lixiviados, previene las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, y de partículas, además de ocupar menos espacio. Dado que cada año mueren en Estados Unidos 2,7 millones de personas, y la mayoría acaba enterrada con un ataúd o quemada, el sistema, que todavía está dando sus primeros pasos, permitiría evitar más de medio millón de toneladas métricas de CO2 en 10 años, según los cálculos de Spande, que equivale a la energía requerida por 54.000 hogares en un año.

El patrocinador de la medida, el senador demócrata Jamie Pedersen, señaló a la agencia Efe que el método “tiene sentido” sobre todo en las zonas urbanas más pobladas. Y en un estado como el suyo en el que la cremación es la forma preferida de despedirse de los fallecidos, el nuevo método reducirá 1,4 toneladas métricas de carbono por persona. Además del compost humano, se ha legalizado la hidrólisis alcalina que disuelve los tejidos corporales con una mezcla de hidróxido de potasio y agua, a altas temperaturas. Unas dos horas después, solo quedan huesos.

El debate está abierto en otras partes del mundo. En Holanda, Mónica den Boer, diputada liberal llevó al Parlamento la discusión el año pasado. Den Boer propuso la implantación del compostaje, la hidrólisis y la criomación, un método en el que se congela el cuerpo y se sumerge en nitrógeno líquido para después descongelarlo de forma que cristaliza y permite su pulverización.

En España, de momento, se utilizan los métodos tradicionales, con la incineración ganando terreno: en 2017 era la opción elegida en el 38% de los fallecimientos y se estima que alcance el 60% en 2025. Aún así, hay iniciativas para reducir el impacto de la muerte en el medio. En Funermostra, la feria del sector que se está celebrando en Valencia, se ofrecen urnas de sal, “que se descomponen en cinco minutos al caer al mar”, explican en la empresa Limbo. U otra de hueso de aceituna que puede servir de alimento al árbol que se plante donde se entierre la urna. Vendimar, muestra un sudario fabricado con fécula de maíz o de patata, sin derivados del petróleo. Los ecoféretros de madera ecológica certificada, con tapizado de algodón y almohadas de paja, menos contaminantes si se incineran, se solicitan cada vez más en un mundo en emergencia climática.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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