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Ecuador | Ayuda psicológica para las víctimas de la “dinámica del pecado”

El presidente de la conferencia episcopal asegura que su Iglesia está lista para responder al Papa

El obispo Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
El obispo Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.CEE

María, de 14 años, fue violentada en su cuarta clase de catequesis. Era el primer sábado de febrero y el sacerdote Néstor Bustos, párroco de una iglesia del norte de Quito, le había tocado sus partes íntimas y besado a la fuerza. La adolescente volvió a su casa llorando y habló con una prima y luego con sus padres. Estos, indignados, convencieron a unos cuantos vecinos para tomarse la justicia por su mano. La muchedumbre llegó a la casa parroquial y el religioso intentó huir por la puerta trasera. La policía llegó a tiempo para evitar el linchamiento y se llevó al cura, quien se defendía diciendo que solo había hecho “cosquillitas” a la menor.

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Con Néstor Bustos ya son 18 sacerdotes investigados en Ecuador por abuso sexual a menores. Algunos de ellos tienen más de una denuncia en su contra, por eso la Fiscalía reporta 36 causas abiertas y dos sentencias de las que no se conocen detalles. Detrás de las denuncias están hombres adultos que cuentan abusos sufridos en su infancia, como Jorge Palacios, que a sus 64 años busca una condena para el sacerdote César Cordero, de quien asegura que abusó de él y de su hermano menor durante toda la vida escolar. Su hermano nunca superó el historial de abusos y a los veinte y pocos años se quitó la vida.

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La denuncia de Palacios y de otras cuatro víctimas del cura Cordero fueron aceptadas en la Fiscalía el año pasado tras la decisión gubernamental, avalada en un referéndum, de declarar imprescriptibles los delitos de abuso sexual infantil. Palacios es la cabeza visible de la Asociación de Lucha de los Sobrevivientes de Abusos Sexuales, radicada en Cuenca, al sur del país, donde ocurrieron los abusos hace más de 50 años. El año pasado, la asociación hizo ruido para evitar que el Ayuntamiento de esa ciudad entregara una medalla al cura, cuestionado por su obra social y educativa. Eso hizo que las historias de los hombres abusados en su niñez volvieran a los medios de comunicación y que el Vaticano enviara al investigador Jaime Ortiz de Lascano a Ecuador y decidiera la expulsión del sacerdocio del cura Cordero, que ya tiene 92 años y vive atrincherado en una de las plantas del hospital que construyó para los pobres.

En 2018, el Vaticano también decidió la expulsión del cura Luis Fernando Intriago que hace 10 años dirigió grupos juveniles en Guayaquil, principal puerto de Ecuador. Según la denuncia de las víctimas, que también tardó unos años en llegar a la Fiscalía, el cura Intriago escogió a un grupo de jóvenes, a los que llamaba “los ungidos”, y realizaba con ellos un ritual llamado “la dinámica del pecado”: una serie de vejaciones como atar de pies y manos a los chicos, quitarles la ropa y vendarles los ojos, según reveló una investigación periodística realizada por el portal GK.

El obispo Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, dice a EL PAÍS que están listos para responder todo lo que el papa Francisco quiera preguntar. Arellano no da cifras, pero reconoce que además de los casos que han llegado a la Fiscalía hay algunos más que la Iglesia mantiene en reserva por petición de las víctimas. “Hemos tenido más casos antiguos que modernos, alguna persona en sus tiempos jóvenes abusaba de niños, porque se encontraba en una situación de privilegio, de bonanza económica, y los niños eran pobres. Eso desgraciadamente tenemos”, dice.

Asegura que en todos los casos han tomado medidas cautelares con los sacerdotes señalados, como prohibirles celebrar misa o exigirles un cambio de domicilio hasta que se investiguen los hechos. Para la víctima la Iglesia ha ofrecido ayuda psicológica y todo el apoyo que requiera. “Esa gente merece que todos nos pongamos de rodillas delante de ellos”, dice.

Hace un año y medio, Arellano puso a circular “un librito de cautelas”, un folleto que tiene el grosor de un dedo y que incluye normas de conducta para sacerdotes y todo aquel que tenga que ver con la Iglesia. “Al sacerdote se le prohíbe, por ejemplo, que vaya de excursión con unos niños si no va un padre de familia con ellos. Se le prohibe que cite en su apartamento a una niña del grupo juvenil para explicarle algo y si ocurre la visita le pido que la dirija a la casa parroquial o a un lugar público. Les pido también que las escuelas las edifiquen con una arquitectura que favorezca la transparencia, que tú desde un rincón del patio veas todo, que no haya rincones. Todo esto nos ayuda a evitar, lastima que sea después de que han ocurrido hechos lamentables”.

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