“Si uno niega a la izquierda, otros acaban ocupando ese espacio”
El líder del Foro Social Mundial reconoce errores en la izquierda
Una respuesta tropical a los debates gélidos del Foro Económico Mundial de Davos. Así nació en 2001 el Foro Social Mundial de Porto Alegre (FSM), la cita periódica de los críticos con la globalización y el capitalismo. Uno de sus cerebros fue el arquitecto y activista social brasileño Francisco Chico Whitaker. A sus 81 años, este exmilitante del Partido de los Trabajadores (PT), defensor de la Teología de la Liberación y premio Nobel Alternativo 2006, sigue con las botas puestas: ahora contra las centrales nucleares. Quiere cambiar el mundo. “No creo que esto sea una batalla del 99% contra el 1% de los poderosos, como defendía Occupy Wall Street.Es una lucha del 1% de críticos para que el 98% despierte y combatamos al otro 1% que dirige el sistema”, aclara.
La cita de Porto Alegre comenzó con el lema de Otro mundo es posible, recuerda Whitaker sentado en una terraza de la barcelonesa Rambla de Cataluña. Y cree que en la última edición del foro (Túnez, 2013) se fue más allá. “No es que otro mundo sea posible, es que es urgente”, agrega, y pide un café al camarero. El secreto para la revolución, continúa, está en los gestos de la vida cotidiana: rehúye los inmensos vasos de cartón que sirven en las cafeterías multinacionales. O las neveras que solo duran cinco años. O la ropa de usar y tirar. Lo atestigua su chaleco, con muchos años encima. Carga con fuerza contra el consumismo. “Todo es un centro comercial, los aeropuertos, las estaciones de tren. En Brasil lo son hasta los hospitales”, se queja.
Chico ve cambios desde Porto Alegre. Un capitalismo fuerte a pesar de la crisis. “El foro no tiene que llegar a resultados por sí mismo, es un proceso de articulación”, dice. Precisamente, el activista ha viajado a Barcelona para el seminario Paradigmas de Convivencia Planetaria. “En 2001 hablábamos de la desigualdad. Pero ahora veo la urgencia en la ecología. Están destruyendo el planeta y no tenemos a dónde ir”, explica.
En esta década también irrumpieron movimientos como el 15-M o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en Barcelona, Cinco Estrellas en Italia... Iniciativas con resultados desiguales. En el caso de la primavera árabe, las protestas han derivado en regímenes alejados de los principios reivindicados en la calle. “Hay algunos que lo han logrado hacer mejor que otros. Cada uno busca su ruta. Pero todos estos caminos necesitan mayor participación de la gente. Y cansa. Es difícil”, explica. También cree que, generaciones después, la demonización de la izquierda sigue en el imaginario colectivo. “Aún la asocian a la Unión Soviética. Hemos cometido errores, pero queremos enmendarlos”, insiste. “El problema es que cuando tú niegas a la izquierda, por el cansancio y el miedo, acabas por dar argumentos para que otros ocupen ese espacio”, avisa. La irrupción de las redes sociales, otro cambio sustancial, le parece importante porque amplía la participación y la movilización pero no genera compromiso. “Haces clic en una petición y al otro día te olvidas”, critica.
Católico, Whitaker ve una luz de esperanza con la llegada del papa Francisco. “Hemos de acompañarlo en su lucha. Ha puesto su dedo en muchas llagas. No podemos dejarle solo”.
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