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Tribuna
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Bitcoin: la revolución matemático-monetaria

Con la moneda electrónica, descentralizada, encriptada y esencialmente anónima, los pagos no están controlados ni tienen que ser validados por ningún organismo central, financiero o bancario

Mañana de relax. Salgo a dar un paseo, tomar un café y comprar el periódico. Pago a mi quiosquero con mi monedero electrónico escaneando con la cámara de mi móvil el código QR que me muestra. Pago mi consumición y dejo una propina al camarero de la misma manera. Y mientras estoy tomando mi café, hago una transferencia al otro lado del Atlántico, gratuita e instantánea. Además llevo encima, codificado en mi móvil, mis ahorros de toda una vida. Los transporto sin temer a perderlos o ser robado. Están disponibles en cualquier lugar del Mundo con conexión a Internet. ¿Cómo es todo esto posible? ¿Ciencia ficción o realidad? ¡Bienvenidos al nuevo mundo del bitcoin!

Estamos probablemente asistiendo a la mayor revolución monetaria desde la invención del papel moneda...pero pocos lo sospechan todavía. La criptografía matemática ya ha revolucionado el Mundo de las comunicaciones en Internet al permitir transmisiones de datos seguros, y con ello el desarrollo del comercio electrónico. Y ahora entramos en una nueva era. El dinero electrónico no es una novedad. La gran novedad que ofrece bitcoin es el de ser una moneda electrónica, descentralizada, encriptada (esto es no falsificable) y esencialmente anónima. Los pagos no están controlados ni tienen que ser validados por ningún organismo central, financiero o bancario, estatal o privado. Es un intercambio de moneda P2P similar al intercambio de archivos P2P.

El esquema de funcionamiento del bitcoin fue propuesto por Satoshi Nakamoto, un pseudónimo, en un artículo publicado en 2009. ¿Cómo funciona? ¿Cómo se usa? ¿Por qué es seguro? El esquema de producción de bitcoins está trazado de antemano. Actualmente se están produciendo 25 bitcoins cada 10 minutos, y la producción continuará hasta el año 2140, cada vez produciendo menos bitcoins, hasta alcanzar la cifra total y final de 21 millones de bitcoins. Un bitcoin no es más que un código criptográfico que los usuarios se intercambian como moneda de pago. Cada usuario posee uno o varios monederos electrónicos, cada uno posee una clave pública, que se da para recibir pagos, y una clave privada y secreta, que se usa para efectuar pagos. La clave privada está encriptada de manera que aunque nos la roben no pueden extraerla. Cada diez minutos se recopila en un bloque las transacciones efectuadas por una red de mineros que se encargan de validar las transacciones verificando que no se ha gastado ningún bitcoin más de una vez. La validación de cada bloque es computacionalmente intensiva y sólo se puede hacer mediante una computación distribuida. Los bloques se encadenan unos a otros creando lo que se llama el blockchain que recuerda todas las trasacciones realizadas. Cada vez que un minero consigue validar un bloque se le premia o paga con 25 bitcoins de nueva creación. Las transacciones son públicas porque se distribuyen públicamente, pero son anónimas, puesto que sólo figuran las direcciones de origen y destino de los bitcoins que se pueden generar para cada transacción.

De la misma manera que no nos es necesario entender el sistema monetario para usar billetes, tampoco es necesario entender las matemáticas para usar bitcoins. De forma práctica, en unos pocos minutos podemos descargar en nuestro ordenador el cliente gratuito bitcoin (disponible en bitcoin.org) o las aplicaciones existentes para smartphones y empezar a hacer cobros y pagos (por ejemplo en la página gratuita blockchain.info).

¿Por qué un código criptográfico es dinero? Para responder a esta pregunta primero es necesario entender lo qué es realmente dinero. Puede ser algo tangible, como el oro, la plata, las monedas, o los billetes, pero también puede ser algo tan etéreo como el apunte en el disco duro donde está codificado el balance de nuestra cuenta bancaria. A lo largo de la historia se ha utilizado todo tipo de dinero. Históricamente los metales preciosos, por sus características, han demostrado ser el mejor dinero, aunque una mayoría de economistas modernos desprecien el oro calificándolo con Keynes como reliquia bárbara.

El dinero en realidad es confianza. Confianza en que al recibir un pago en cierta forma, volverá a ser aceptado para mis propios pagos. Es confianza en que, al menos en el corto plazo, preservará su valor. Es esta confianza que permitió la emisión de papel moneda sustituyendo la moneda tradicional de oro y plata. Aceptamos billetes como pago, porque detrás está el banco central que es garante de su valor. Los billetes ya no están ni siquiera respaldados por oro como antaño, el patrón oro hace décadas que desapareció. Pero el valor de los billetes de euros, a diferencia de los de Monopoly, lo sustenta la confianza en las instituciones. Esto es algo peligroso en tiempos de crisis en los que la confianza en las instituciones y su solvencia se menoscaba. De la misma manera, el dinero depositado en el banco se respalda en la confianza en el sistema bancario. Por supuesto no confiaríamos de la misma manera en cualquiera que se nos cruzase por la calle, y aunque decidiese emitir dinero, pocos lo aceptarían. Sin embargo, la historia nos demuestra que ni los bancos, ni los bancos centrales son fiables y los colapsos monetarios del papel moneda han sido de lo más común a lo largo de la historia. El que un organismo central emita moneda a su antojo le da el poder de robar los ahorros silenciosamente a toda la población mediante inflación que puede crear emitiendo y poniendo en circulación más papel moneda. Los colapsos políticos van asociados con colapsos monetarios, cómo fue el caso del colapso del Imperio Romano o del Imperio Español.

Entendido esto, comprendemos que la mejor moneda es aquella que da más confianza. Pero en este mundo hay pocas cosas de las que podamos fiarnos al 100%. Una de ellas son las matemáticas. Nadie va a discutir que 2+2=4. El bitcoin reposa sobre la confianza en las matemáticas de su encriptación y en sus algoritmos que están escritos en código abierto. Y sobre todo se basan en la confianza en la red de mineros que validan los bloques. No es necesario confiar en todos, al sistema le basta para funcionar que los mineros deshonestos, de haberlos, no dispongan de más de la mitad de la potencia de computación total y actúen coordinadamente. E incluso en un tal caso improbable, tendrían interés en colaborar con el sistema en vez de sabotearlo. La forma en que está pensado bitcoin es matemáticamente robusta.

¿Pero en qué se basa la confianza matemática? En los mismos algoritmos de encriptación que permiten las comunicaciones seguros y el comercio en internet. Matemáticamente se basan en aritmética elemental: en la dificultad de factorizar un número grande. Todos hemos aprendido a descomponer números en la escuela elemental, por ejemplo 141=13x11. El algoritmo para descomponer números grandes es el mismo, pero ya no se puede hacer a mano, y a partir de cierta magnitud los ordenadores tampoco tienen la potencia suficiente para hacerlo. El truco fundamental consiste en utilizar como clave pública un número que es el producto de dos números (primos) enormes, y cualquiera de ellos es la clave privada. A partir de la clave pública no es factible encontrar la clave privada por la dificultad del problema de factorización. Sin embargo, sin dar mi clave privada tengo formas de demostrar que la poseo, lo cual me permite firmar documentos, encriptarlos para que sólo el receptor los lea (usando su clave pública y mi clave privada, y él lo podrá desencriptar usando su clave privada y mi clave pública), y también demostrar que yo, y únicamente yo, soy el proprietario de un bitcoin cuyó código se conoce públicamente.

Todo esto, desde el punto de vista de la confianza, es mucho más robusto que la confianza en cualquier institución financiera o bancaria que cómo sabemos bien no se basa en verdades matemáticas.

Actualmente la economía del bitcoin se está desarrollando. Se han creado casas de cambio, que son lugares de internet donde se pueden cambiar euros o dólares por bitcoins, y comienzan a surgir empresas que aceptan bitcoins como pago. La cotización del bitcoin en las casas de cambio ha pasado de ser de algunos céntimos de dólar a tocar en este momento los 75 dólares, con una muy fuerte volatilidad debido a las incertidumbres y la novedad que rodea a la nueva moneda electrónica universal. Desde principio de año se ha revalorizado más de un 200% lo cual también es una muestra del interés creciente.

El bitcoin plantea numerosas preguntas de orden financiero y político. En Octubre 2012 el Banco Central Europeo publicaba un informe (Virtual currency Schemes) analizando las diferentes monedas electrónicas y en lugar prominente el bitcoin. Una de las funciones de los Bancos Centrales es la de controlar la masa monetaria. A los niveles de volumen actual de las monedas electrónicas esto no es un problema. Sin embargo el informe apunta al riesgo existente si se generaliza su uso. Una moneda descentralizada y potencialmente anónima pone en jaque la hegemonía de los Bancos Centrales en el control monetario y devuelve al ciudadano el control de su moneda. El control monetario es clave para controlar los procesos inflacionarios que pueden socavar la confianza y el valor de la divisa. La inflación está directamente asociada al aumento de la masa monetaria. Al contrario, el bitcoin, con su número finito y predeterminado de unidades, es una moneda intrínsecamente deflacionaria (cada vez valdrá más conforme se extienda su uso). Esto es algo que es saludable en sí, aunque en los principales tratados de economía se aboga por una inflación moderada (lo cual incentiva el uso del sistema bancario).

Otro aspecto revolucionario del bitcoin es su carácter mundial e independiente de un país o Gobierno gracias a ser completamente descentralizado. Ello permite transferencias internacionales instantáneas, gratuitas y anónimas. Los bitcoins traspasan fronteras de una forma tan simple como creando en la nube un monedero electrónico encriptado. A partir de ahora regular estas transferencias de capitales será como poner puertas al campo. Los bits no tienen patria.

El control del dinero tiene asimismo consecuencias políticas. Como dice una célebre cita atribuida a un banquero histórico “Dadme el control del dinero de un país y no me importará quien haga sus leyes”. No es extraño que en estos tiempos de indignación por la corrupción política y financiera, los ciudadanos busquen un refugio para sus ahorros fuera del sistema bancario. Curiosamente la crisis financiera chipriota coincide con un repunte de la cotización del bitcoin. El bitcoin es el dinero perfecto anticorralito: Anónimo e inconfiscable. Asistiremos sin duda a una dura lucha por el control del dinero de consecuencias imprevisibles. Sin embargo algo está claro: el ciudadano recobra el control de su dinero, lo cual en una sociedad moderna democrática no puede ser censurable. Pero, ¿permitirán las instituciones políticas y bancarias perder su poderío monetario?

 Ricardo Pérez Marco es director de investigaciones del CNRS (París, Francia)

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