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Tribuna
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El nuevo Comité de Bioética de España: piensa en una gaviota

El grupo de expertos elegido por el Gobierno destaca por su oposición a dos símbolos: el aborto y el matrimonio gay

Dice G. Lakoff en su famoso libro, No pienses en un elefante, que dos de los temas morales que enmarcan el pensamiento conservador son la oposición frontal al matrimonio entre personas del mismo sexo y al aborto. Aunque los socialistas de Zapatero, que leyeron el libro y los consejos de Lakoff, no aprendieron de él muchas cosas, de estas dos sí que parece que tomaron nota. Puesto que en muchas políticas públicas económicas y sociales reales no podían diferenciarse mucho de sus oponentes conservadores, utilizaron estos dos puntos para enmarcar su propio discurso como “progresista”. Ahora, el conservadurismo radical que nos gobierna quiere tomarse la revancha ideológica. Necesitan demostrarse y demostrarnos lo fieles que siguen siendo, pese a todas las traiciones y fracasos poselectorales, al ideario ultraconservador.

El primer problema con el que se han encontrado en esta operación de reconversión moral resultaba obvio a poco que se analizase: el matrimonio entre personas del mismo sexo había generado ya una serie de derechos concatenados, que no se podían revertir tan fácilmente sin producir un caos jurídico, civil y administrativo. Además, el discurso de aceptación de este derecho había ya penetrado en las mismísimas filas del partido conservador, con hechos y dichos públicos de apoyo a su reconocimiento por parte de algunos. La tendencia europea y norteamericana va además en sentido contrario. Era claro pues que el Tribunal Constitucional, todavía no totalmente controlado por el ala conservadora, no podría satisfacer las ansias de la facción más radical y rancia del partido gobernante y de la Iglesia oficial. El resultado era previsible.

Ahora queda entonces la otra pieza moral a batir: el aborto. Esta pieza ideológica es aún más importante que la anterior para el sector tea party del partido gobernante y para la jerarquía eclesiástica. Es más visceral y de más calado para ellos. Por tanto, esta sí que no pueden permitirse el lujo de perderla. Para cobrársela se ha iniciado ya una gran operación política. Es clave la próxima remodelación del Tribunal Constitucional, que consolidará una mayoría conservadora. Y es clave, tanto para este Tribunal como para la batalla en la opinión pública, contar con un informe que avale “éticamente” la reforma que propugna el antaño liberal Ministro de Justicia. Ahí es donde entra en juego la reciente remodelación del Comité de Bioética de España.

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La historia de este Comité es desgraciada. La ignorancia de la administración socialista lo ninguneó y lo minusvaloró desde su creación. No entendieron que un Comité de Ética potente e independiente es un elemento importante para generar una ética cívica pública, para alimentar debate crítico ciudadano, para incrementar el pluralismo y apuntalar la democracia. Jamás consultaron al Comité para nada, ni siquiera para que opinara sobre la reforma del aborto. El Comité opinó por propia iniciativa. Pero también hay que decir que, al menos, jamás intentaron instrumentalizarlo a su favor.

Sin embargo todo apunta a que el actual gobierno tiene claro que el Comité debe ser una herramienta totalmente al servicio de su proyecto moral radical, donde la reforma del aborto es crucial. Por eso ha expurgado totalmente al Comité anterior de una forma bastante indigna y ha configurado un Comité nuevo, totalmente a su medida. El nuevo Comité, plagado de comisarios morales, hará lo que quiere el gobierno y se ganará su aplauso. Pero, en el camino, la ética plural lo habrá abandonado. Se habrá ganado el cielo, pero habrá perdido el alma.

Pablo Simón Lorda es exvocal del Comité de Bioética de España y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública.

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