Léa Seydoux: “Crecí mientras mis padres estaban ocupados viviendo sus propias vidas”

Una conversación con Léa Seydoux (París, 1985) es una larga sucesión de silencios, dudas y tropiezos. “Hoy no acabo de encontrar las palabras”, se disculpa tras una sesión de fotos en un estudio pegado a la Torre Eiffel, mientras observa por la ventana el espectáculo de un cielo parisiense por el que desfilan nubes y claros. A Seydoux le interesa más hablar de cine que de sí misma. Su equipo ha impuesto como condición que el periodista que acudiera a entrevistarla hubiera visto sus dos últimos estrenos: Dune 2, donde interpreta un breve y memorable papel —Lady Margot, miembro del orden matriarcal de Bene Gesserit—, y La bestia, adaptación libérrima de la novela de Henry James en la que interpreta a una mujer sometida a la hecatombe del amor en tres momentos distintos de la historia: 1910, 2014 y 2044. Son los últimos frutos de una trayectoria meteórica que la llevó, en tiempo récord, de mostrar sus pechos en un anuncio de American Apparel —uno de sus primeros trabajos como modelo— a ganar una Palma de Oro con La vida de Adèle y convertirse en chica Bond junto a Daniel Craig en dos ocasiones distintas. Y de ahí, al estrellato.

En las distancias cortas, a la actriz francesa parece gustarle más preguntar que responder. “¿Es más bonito Madrid o Barcelona?”, indaga Seydoux. La pregunta no es casual: a finales de mayo asistirá a la presentación de la nueva colección crucero de Louis Vuitton, marca de la que es imagen desde 2016, en el Park Güell de la capital catalana. No es su única actualidad. Tras rodar con cineastas como Quentin Tarantino, Woody Allen, Wes Anderson, David Cronenberg o Yorgos Lanthimos, la actriz ha inaugurado esta semana el Festival de Cannes con Le deuxième acte, la nueva comedia absurda de Quentin Dupieux, y se prepara para rodar Separate Rooms a las órdenes de Luca Guadagnino y con Josh O’Connor, el actor de moda, como coprotagonista.

Antes de empezar, le enseñamos la portada de S Moda que protagonizó hace casi 12 años. Seydoux observa fascinada su rostro en la cubierta, como si fuera un reflejo congelado en el tiempo. Entonces llevaba el pelo corto y azul, porque estaba rodando La vida de Adèle. Esa película, drama lésbico que narraba sin concesiones todos los desgarros del paso a la vida adulta, lo cambió todo para la actriz. Por una parte, le confirió la fama internacional, lo que la propulsó hasta Hollywood. Por la otra, fue una experiencia dolorosa de la que no le apetece seguir hablando una década después, por el “acoso moral” al que la sometió el director Abdellatif Kechiche y por las duras condiciones de rodaje de las escenas de sexo, en las que no sintió respetada su integridad. Tanto ella como la otra protagonista, Adèle Exarchopoulos, lo denunciaron en público. Entonces tenían 27 y 19 años, respectivamente. Sucedió tres años antes del MeToo.

¿La vida de Adèle es una especie de trauma?

Durante años soñé con Kechiche. Fue una situación increíblemente difícil, de acoso moral, pero no sé si fue un trauma. De niña, viví ciertas cosas que hicieron que estuviera bien armada para la vida adulta. Este trabajo es maravilloso, pero también es muy duro, sobre todo si quieres perdurar. Es un oficio que te fragiliza y para el que tienes que estar psicológicamente preparado.

¿Fue esa película un antes y un después?

Sí, lo cambió todo. Y, a la vez, lo recuerdo como una progresión lenta, más que como un ascenso que llegó de golpe. Siento que sigo siendo la misma que en esos tiempos. Si hoy me volviera a hacer las preguntas que me hizo hace 12 años, mis respuestas serían casi idénticas. Soy la misma, solo que con un poco más de experiencia.

¿Se ve más madura?

No, ya lo era bastante en aquel momento. ¿No se lo parecí? Creo que no he cambiado mucho, y eso que me habría gustado cambiar en algunos aspectos. Me hubiera gustado curarme de ciertas cosas. Envejecer es difícil.

¿Por qué cree que le ha ido tan bien desde entonces? Otras actrices europeas lo intentaron en Hollywood y no acabó de funcionar.

Me gusta que me llamen actriz europea. Me siento una actriz europea… Hay personas que ven Hollywood como el único objetivo posible para un actor. No es mi caso. Soy bastante inconformista. No quiero doblegarme ni formatearme. No quiero someterme totalmente al sistema. Aunque les siga el juego y acepte hacer promoción y fotos, hay un lugar de resistencia en mí. No quiero que el éxito sea algo alienante. Quiero mantener el control.

Es imagen de Louis Vuitton desde hace ocho años. ¿Por qué escogió ser el rostro de esa marca y no de otra?

Nicolas Ghesquière, su director artístico, ha reinventado la imagen de la mujer actual. Es una mujer que no es un objeto, que no está sujeta a las fantasías del hombre. Lo que diseña Ghesquière refleja una mezcla de vanguardia y romanticismo. El pasado y el futuro que se unen. Me reconozco en ese espíritu.

Dune 2 es una película futurista, pero también habla del presente…

Pese a transcurrir en un mundo de fantasía, la ciencia ficción siempre permite plantear conceptos de manera metafórica y establecer paralelismos con lo que vivimos hoy de una manera muy creíble. Por ejemplo, Dune refleja muy bien las luchas entre clanes. Más que escoger una película, escojo un universo creativo. Hacer una película con un director es como tener una conversación con él. Es un espacio en el que intercambiar ideas. Soy de la opinión de que los actores también somos coautores de una película. Las escribimos con nuestras caras, cuerpos y voces.

¿Y qué le interesó en un proyecto como La bestia?

Que tratase del miedo al amor, de su potencial de destrucción. A veces, la muerte es menos dolorosa que el final del amor, que puede ser devastador. Cuando desaparece, nos sentimos vacíos. Aunque también es cierto que no se dice lo suficiente que uno siempre logra salir adelante. Son cosas que se aprenden con el tiempo. Hace 10 años no hubiera sido capaz de formularlo así, aunque ya lo hubiera vivido. Es algo que comprendes más tarde. Y hoy también entiendo que ese vínculo con los demás nunca desaparece. Es un vínculo que puede ir cambiando según las épocas, pero nunca desaparece.

Ha dicho varias veces que fue una niña triste.

Crecí con una sensación de transparencia. Mis padres tenían sus propias vidas y estaban muy ocupados viviéndolas. Al mismo tiempo, no sé si me hubiera gustado tener otros padres. Si soy quien soy, es porque tuve los padres que tuve. Y estoy feliz con quien soy, en última instancia. Podría haber sido peor, he salido bastante equilibrada. Estoy orgullosa de mi trayectoria, porque ellos no me ayudaron.

Es curioso, porque a menudo la han tratado de niña mimada, siendo heredera de una gran dinastía del cine francés, propietaria del imperio Pathé. Una nepo baby, como se dice ahora.

Es cierto que crecí con privilegios. A estas alturas, el determinismo social y la reproducción de las élites son cosas que me parecen innegables. Cuando perteneces a ese grupo social vas a las mejores escuelas, tienes la mejor educación, viajas y aprendes idiomas. Y es evidente que, en las clases menos favorecidas, sucede lo contrario. Pero hay factores que van más allá de lo material. Crecer en un entorno acomodado no significa que no te hayan abandonado o que no te hayas enfrentado a la violencia. En las clases privilegiadas también existe mucha violencia.

En los últimos meses, actrices como Juliette Binoche, Emmanuelle Béart o Judith Godrèche han denunciado los abusos que se han producido en el cine francés en las últimas décadas. ¿Cómo lo ha vivido?

Creo que es bueno que las cosas cambien. Ya era hora. Estamos poniendo en duda la idea del director o del artista como ser todopoderoso, que tiene derecho a todo lo que quiera en nombre de su arte. Es una idea que siempre me ha enfurecido desde que empecé a trabajar como actriz, siendo todavía muy joven. Me volvía loca.

Ha trabajado dos veces con Benoît Jacquot, uno de los directores acusados por el MeToo francés. ¿Son comportamientos que vio de cerca?

Sí, claro que los vi de cerca. Siendo una actriz joven, siempre te encuentras en una posición de vulnerabilidad. Una intérprete joven debería estar protegida por los productores, y yo no siempre lo estuve. Está muy bien que cada uno sea responsable de sus actos. Tal vez ahora los directores irán con más cuidado al hablarnos. Ya he notado un cambio. Me parece que hay más respeto.

Cuando empezó, solía decir que su modelo absoluto era Catherine Deneuve. ¿Cree que ha logrado emularla?

Me encanta Deneuve, porque es mujer antes que actriz. Hay algo muy vivo en ella que me inspira mucho. Y ni siquiera hablo de ella como intérprete, sino como persona. Su curiosidad ha sido inagotable. Es una mujer llena de vida, que ha vivido la suya sacándole todo el partido. Es también un modelo de insolencia. Me encantaría llegar a ser tan insolente como ella.

Deneuve dice que, para ser una estrella de cine, hay que cultivar un misterio. Es una palabra que se usa mucho para definir sus interpretaciones.

Es verdad que me lo dicen a menudo. Sé que puede sonar pretencioso si se saca de contexto, pero yo creo que no es misterio, sino profundidad. Creo ser una persona profunda, por presuntuoso que pueda sonar...