Lorena Durán: “Es preocupante que use una 40 y un diseñador me diga que no encajo porque no hace ropa para gordas”

Cuando aún era una adolescente de un pueblo a 30 kilómetros al sur de Sevilla, Los Palacios y Villafranca, Lorena Durán (31 años en octubre) ya desfilaba con trajes de flamenca. En una de aquellas citas conoció a la que aún hoy es su agente. “Me dijo, ‘pero nena, ¿tú qué haces aquí?”, recuerda ahora. Tras pasar el filtro y los controles de una madre que no estaba dispuesta a dejar a su polluela en manos de cualquiera, Durán voló a Londres para abrirse paso como modelo. “Me plantaron allí, yo que era una niña con el inglés básico, nada independiente porque venía del nidito de mamá y de no salir ni de mi pueblo ni de mi zona de confort. Pero amaba la moda y sabía que me tocaba espabilar”. Enseguida superó el susto, pero no le gustó el ambiente elitista de la moda inglesa. “Por ejemplo, yo como buena andaluza cada vez que llegaba a un sitio decía ‘hola, buenos días’, y no me contestaba nunca nadie. Mi madre me pedía que volviera y yo sabía que no era mi lugar, pero aguanté y empezaron a llamarme de toda Europa. Al poco me aconsejaron abrirme al mercado americano, así que allí me fui un mes para probar. Y allí me quedé”.

De aquello han pasado más de 10 años en los que no ha parado de trabajar y abrir camino. Se convirtió en una de las primeras modelos de Victoria’s Secret con una talla mayor a la que era habitual, ha puesto rostro a firmas como Mango, Abercrombie & Fitch o L’Oréal Paris y hoy es embajadora de Caudalie (“colaboro con ellos, pero además sus productos son básicos en mi día a día”, dice de la marca de Burdeos). Al estudio en el que se realizan estas fotos llega agitando melena y repartiendo simpatía; se encargará de que el buen ambiente sea la tónica durante toda la sesión. Acaba de aterrizar desde Nueva York, donde ha pasado unos meses trabajando, y por primera vez regresa a una casa propia: “Siempre estaba cambiando de apartamento, no tenía hogar, iba con dos maletas a cuestas por el mundo”. Dos maletas en las que no había espacio para amuletos ni fetiches, solo funcionalidad: “Llevaba la mitad de ropa de verano y la mitad de invierno, porque nunca sabías a qué parte del mundo te podían mandar para una campaña o un shooting”.

Más de una década sin descanso. Literalmente: “El año pasado me tomé por primera vez dos semanas seguidas de vacaciones. Lo pasé mal porque pensaba que si rechazaba algo no me volverían a llamar”. No fue así y este año ha repetido. “Amo mi trabajo y es una lucha constante, me resulta muy difícil desconectar porque tienes que reivindicar siempre, que es algo que a mí me gusta porque desde el colegio he sido muy defensora del débil”. El instante del día para bajar revoluciones sucede cuando llega a casa y aplica su rutina cosmética. “Es un momento de mimos para mí, me pongo mis cremitas, me doy un buen masaje y me embadurno desde los pies hasta la frente. Nunca me faltan ni mi aceite facial, ni mi crema hidratante. El Agua de Belleza de Caudalie va conmigo a todos lados porque refresca, pero también le da otra vida a la cara. Me da paz su olor. A veces me lo echo cuando voy en el avión y creo que hasta me hace dormir mejor”. Porque puede que le cueste sacar tiempo para descansar, pero no para cuidarse: “Suelo oír unos comentarios… parece que si tienes una talla grande ya no te cuidas”.

Ser más que un cuerpo

Su talla no fue siempre la misma. De adolescente lucía una normativa para el estándar de la industria, pero un problema con un ovario poliquístico y un tratamiento hormonal hicieron que en pocos meses aumentara sus medidas. Fue una conmoción, pero enseguida afrontó la nueva realidad. “Todos los procesos llevan su tiempo, hay gente a la que le lleva más y gente a la que no tanto. Yo vengo de los valores que me inculcó sobre todo mi mamá, de que no te puedes rendir, que nadie puede opinar de tu cuerpo y mucho menos sentirte mal por ello. Te tienes que amar como eres. No voy a mentir, cuando me miré en el espejo dije ‘y ahora, ¿quién soy?’, pero por dentro seguía siendo la misma Lorena. Había pasado por una operación de urgencia y lo primero era mi salud, así que con todo eso me dije ‘ya está, esta es tu nueva versión”. Su familia y su educación fueron fundamentales: “Escucho muchos comentarios de madres y padres a niñas machacando con la comida de ‘tienes que estar más delgada’, ‘no comas eso’... es necesario que apoyen, que si un día te apetece comerte un chocolate, te digan que no pasa nada. Los padres deberían educar para que los niños crezcan con menos inseguridades y más fortaleza sobre su cuerpo”.

Llegó a la pasarela cuando la moda se replanteaba a sí misma y todo un histórico de exclusión que dejaba fuera a cualquier cuerpo que se saliera de un canon concreto. Vivió y protagonizó el cambio que trajo diversidad a las pasarelas, pero con estupor asiste a un retroceso: “Quiero ser positiva, porque ha costado mucho luchar por esto, pero es verdad que ahora mismo ha cambiado otra vez y me da miedo. No querría decir que hemos vuelto atrás, porque muchas seguimos en la lucha, pero ha habido un cambio. Ahora voy a un desfile y veo que hay una chica de mi talla, una de color, una asiática y el resto, todas iguales”. Aunque la diversidad racial se va asentando, parece que la variedad en cuerpos fue un avance impuesto en el que muchos no llegaron a creer. En la pasada temporada (P-V 24) solo un 0,9% de las modelos que desfilaron fueron plus-size. “Veo a los diseñadores en los fittings cuando disfrutan probándome y cuando lo hacen por negocio. Se nota. Desde hace tres años son muchos los que cuando llega la Fashion Week en Madrid piden que desfile para ellos, pero a veces te equivocas de camerino, entras en otro y te miran como ‘¿pero esta qué hace aquí?’. He escuchado comentarios muy feos a lo largo de mi carrera. Es preocupante que yo use una talla 40 y un diseñador me diga que no encajo porque no hace ropa para gordas. Pido respeto, porque a mí según entra me sale, pero a lo mejor se lo dices a una niña de 20 años que no sea tan fuerte y la hundes. Yo estoy en la lucha cada día y me levanto con una misión: seguir abriendo mentes mientras disfruto de mi trabajo. Siento esa responsabilidad, hacerlo perfecto por las que vienen detrás”.

Ha visto de todo. Ha escuchado de todo. Las cosas han mejorado, pero a veces solo con una capa de maquillaje. Una que parece que se cuartea con la llegada de los medicamentos para adelgazar de forma rápida. “Me han dicho tanto el come menos en mis inicios, para poder entrar en el traje, como el come más, porque hubo una época en la que mi talla se quedó pequeña en Estados Unidos, así que me decían que si comía más, ganaría más dinero”. Durán ni se rinde ni se doblega, es tan decidida como pasional y no pierde la energía para seguir trasladando su mensaje. ¿En el futuro? Quizá probar la interpretación y seguir con su profesión: “Aspiro a tener 40 o 60 años y reivindicar también la edad. Soy consciente de que si hubiera nacido en otra época con 30 años ya no estaría trabajando”.