_
_
_
_

La delgadez extrema vuelve adueñarse de las pasarelas (como si la revolución de las tallas no hubiera tenido lugar)

Más allá de las tendencias de estilo para la próxima primavera, este mes de desfiles ha dejado otra tendencia mucho más alarmante: tras años reivindicando la diversidad corporal, la delgadez parece haber vuelto a las pasarelas

Una modelo en la semana de la moda de Milán.
Una modelo en la semana de la moda de Milán.Getty (Getty Images)

El pasado marzo, Bella Hadid relataba en una larga entrevista con la edición americana de Vogue cómo durante la última década había luchado contra la ansiedad social y los trastornos en la alimentación: “En el instituto, comía tres frambuesas y una rama de apio en el almuerzo”, confesaba, “ahora tengo una relación más sana con la comida, pero me cuesta mirarme al espejo». Hace unos días, varias cuentas de TikTok denunciaban una tendencia en la red social: un audio de la modelo (‘Hola, soy Bella Hadid’) servía para hablar veladamente de ayuno o dietas restrictivas entre cientos de usuarios de la plataforma. La confesión de Bella había tenido el efecto contrario en muchos: se había convertido, a su pesar, en musa de aquellos que glorifican o aspiran a la delgadez.

Bella también ha protagonizado la imagen más compartida en esta semana de la moda. Desnuda e inmóvil, en el desfile de Coperni, dejaba que tres hombres le rociaran spray que se convierte en tejido, una escena que generó cierta incomodidad en algunos espectadores, al tratarse de una mujer desnuda en una actitud casi inerte. Según la plataforma de datos Launchmetrics, esa imagen ha logrado un impacto mediático valorado nada menos que en 20 millones de dólares.

Dos días más tarde, otra imagen mucho menos artística volvía a llamar la atención en las redes. Miu Miu redundaba en esa estética de jerséis y faldas cortísimas que le llevó a la ubicuidad hace una temporada, esta vez adaptada a la estética montañera. “Estoy muy cansada. Estamos fingiendo que no estamos volviendo a glorificar la delgadez, pero no puedo seguir con esto», se quejaba en Twitter la editora de moda Tyler McCall. Y añadía en su hilo un extracto de una entrevista que Miuccia Prada, directora artística de la firma, concedió a Women’s wear Daily en 2018, argumentando que la diversidad de tallas en la pasarela le parecía «pretenciosa» y que no se atrevía a abordar el tema de manera realista.

Y lo cierto es que Prada tiene razón, no en la pretenciosidad, pero sí en el realismo: según datos de la plataforma Tag Walk, 90 marcas incluyeron modelos con tallas superiores a la 36 frente a las 62 que lo hicieron la temporada pasada. Aún así, la sensación generalizada tras un mes de desfiles es la que la delgadez casi extrema ha vuelto a adueñarse de las pasarelas, sobre todo teniendo en cuenta que, según datos de la misma plataforma, el 92% de las marcas que desfilaron mostraron minifaldas y el 62% pantalones de tiro muy bajo. La tendencia Y2K, que encumbra el estilo sexy y muy juvenil de los primeros dos mil, ha hecho que la industria dé varios pasos atrás en lo que a diversidad corporal se refiere. Fue entonces, hace veinte años, cuando medio mundo comenzó a encumbrar a iconos de estilo, de Misha Barton a Nicole Ritchie o las hermanas Olsen, que en aquel momento batallaban con problemas alimenticios. No es que el Y2K esté hecho para chicas muy delgadas, es que la moda prefiere mostrarlo en estos cuerpos, obviando todo el enorme movimiento de diversidad corporal que lleva años presente en las redes, es decir, obviando la realidad.

El hecho de que más marcas incluyan modelos de distintas tallas en sus desfiles no convierte a las pasarelas en más diversas: principalmente porque esas modelos suelen ser solo dos con nombre propio, Paloma Elsesser y Jill Kortlaeve, que se han convertido en ubicuas por derecho propio, pero cuya fama ya es el único criterio por el que ahora son elegidas para caminar. «A veces soy la única con mi tipo de cuerpo en un show y me tienen que hacer el diseño específicamente en mi talla, pero sé que muchas chicas se sentirán por fin representadas y que, a medio plazo, harán ropa de nuestra talla. Pero me estresa porque es incoherente, a veces verse rodeado de las modelos más jóvenes y más delgadas», contaba Elsesser en una entrevista. Basten los datos aportados hace unos días por un estudio realizado por la edición británica de Glamour sobre lo sucedido en el último mes de pasarelas: en Nueva York, 49 de las 4.400 modelos que participaron tenían tallas superiores a la 36; en Londres, 45 de 4.000; en Milán, 15 de 2.400, y en París, 33 de 3.200, 20 de las cuales estaban en el desfile de la diseñadora belga Ester Manas, la única que a día de hoy muestra la diversidad corporal real, y no excepcional, sobre una pasarela.

En el desfile de Dolce & Gabbana hubo distintas tallas, pero la expectación estaba volcada en su colaboración con Kim Kardashian, que apareció en la pasarela y en la rueda de prensa previa visiblemente más delgada. La misma mujer que logró imponer un nuevo canon estético parece haber dejado de lado el orgullo por sus curvas e incluso haberse quitado los implantes de pecho y glúteos. En un capítulo de la nueva temporada de su reality familiar, Keeping up with the Kardashians, ella misma le cuenta a su hermana Khloé que sus hermanas están preocupadas por la repentina delgadez de esta última. «Y me lo dice Kendall, ¿la modelo?», responde Khloé de forma sarcástica, quien ha hablado en numerosas entrevistas de su complejo por ser «la hermana gorda».

Kim, además, rescató a los ángeles de Victoria’s Secret para protagonizar hace un par de meses la campaña de su marca de ropa interior Skims que, por otro lado, suele abogar por la diversidad de cuerpos, pero no deja de resultar extraño que tras dos años de caída en picado de la marca de lencería por fomentar cánones inalcanzables y relatos sexualizantes sea ella precisamente la encargada de volver a ponerlas en el punto de mira. Cuesta creer que hace ocho años los gobiernos tuvieran que empezar a legislar y tomar medidas sobre el índice de masa corporal de las modelos. Y eso que en aquella época Instagram no era la herramienta de comunicación que es hoy, y la que, según los documentos filtrados de Facebook el pasado año, genera complejos corporales en un 40% de los jóvenes al comprarse inevitablemente con algunas de las cuentas a las que siguen. Pero parece que las pasarelas siguen haciendo oídos sordos y lo que es peor, creyendo que la delgadez es tan aspiracional como un bolso de lujo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_