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Ejercicio físico bajo el agua, el gran aliado de las personas con obesidad para perder peso y mejorar la funcionalidad corporal

Un análisis de datos agrupados en la literatura científica descubre que la práctica de ejercicios aeróbicos acuáticos al menos 10 semanas es eficaz para reducir el peso y disminuir la circunferencia de la cintura en personas con sobrepeso

Ejercicio bajo el agua aquagym
Una mujer se ejercita dentro de una piscina.Capuski (Getty Images)

Cuando un cuerpo se sumerge hasta la altura de la clavícula dentro del agua, se puede llegar a sentir hasta un 90% más ligero. O sea, que si alguien pesa 100 kilos en tierra firme, flotando en una piscina se sentirá de apenas 10. El líquido empuja el cuerpo hacia arriba, como si intentara devolverlo a la superficie, resistiéndose a compartir su espacio. Este fenómeno físico, conocido como principio de Arquímedes, es lo que hace que los ejercicios aeróbicos acuáticos usualmente sean los más recomendados para que las personas con sobrepeso u obesidad comiencen a fortalecer sus cuerpos. También para perder peso y reducir el tamaño de la cintura, según reporta un análisis de datos agrupados, publicado este martes en la revista BMJ Open.

Los autores del estudio, nucleados por la Universidad Nacional Pukyong (Busan, Corea del Sur), revisaron bases de datos de estudios que midieron el impacto de los ejercicios aeróbicos acuáticos en comparación con otros tipos de ejercicios en adultos con sobrepeso u obesidad, definida en este caso como un Índice de Masa Corporal (IMC) de al menos 30. Tras el análisis, los investigadores encontraron que la práctica de ejercicios aeróbicos acuáticos durante 10 semanas o más son eficaces en personas obesas para reducir el peso total en un promedio de casi tres kilos y en disminuir la circunferencia de la cintura en tres centímetros. Las más beneficiadas fueron las mujeres y las personas mayores de 45 años.

El nuevo análisis de datos está basado en 10 ensayos clínicos con 286 participantes de edades entre 20 y 70 años en países como Malasia, Brasil, India, Estados Unidos y Países Bajos. Los tipos de ejercicios acuáticos incluyeron aeróbicos, zumba, yoga y jogging. La frecuencia de ejercicio en la mayoría de los ensayos clínicos fue de dos o tres veces por semana, y la mayoría de las sesiones duraron 60 minutos.

Alberto García Bataller, doctor en ciencias de la actividad física y docente especializado en natación de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid, no participó de la investigación, pero remarca que la pérdida de peso no es el único beneficio de calzarse el bañador y meterse al agua para ejercitarse. “La actividad física acuática tiene varias ventajas”, explica. La primera es que no produce daños en las articulaciones, uno de los principales riesgos que tienen las personas obesas cuando deciden comenzar a hacer deporte. “Como entrenador, no puedes poner a estos pacientes a correr porque se podrían hacer daño en las rodillas y las caderas”, añade. En ese sentido, el agua es mucho más amable.

La segunda gran ventaja del medio acuático es la temperatura. “Por lo general, el cuerpo está a 36 grados, mientras que el agua de una piscina deportiva suele estar a entre 26 y 27 grados. Entonces se produce un gasto metabólico mayor que haciendo deportes en tierra, porque el cuerpo gasta una energía adicional intentando compensar la temperatura”, detalla el experto.

Además, aunque no se pierda peso inmediatamente, el ejercicio acuático mejora la movilidad y la funcionalidad del cuerpo en general. García lo resume: “Al cabo de un tiempo, las personas obesas que hacen deporte en el agua son capaces de moverse mejor, ser más ágiles, evitar caídas y aumentar la coordinación. El peso puede ser el mismo, pero su capacidad de movimiento es mayor”.

César Bustos, miembro de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) y experto en ejercicio físico, señala que ya con fortalecer los músculos del sistema cardiorrespiratorio alcanza con empezar a notar las mejoras en la calidad de vida de pacientes obesos. “Cualquier ejercicio o movimiento puede hacer la diferencia. Activar los músculos es un síntoma de salud. El sedentarismo nos hace daño, nos mata, por lo que cualquier movimiento va a ayudar”. García coincide con su colega: “Estar en el agua mejora la respiración, que puede ser muy limitante, porque te obliga a coordinarla y eso fortalece la musculatura respiratoria, porque si no la coordinas cuando estás sumergido, te ahogas”.

Más deporte, más confianza

No solo es un tema de cuerpos. Los seres humanos son sistemas complejos: biología y psicología. El ejercicio acuático puede ayudar a trabajar la autoestima y la confianza, sobre todo en personas que sufren particularmente con la tiránica omnipresencia de la imagen en la cultura moderna.

Juan Carlos Colado, director de la Unidad de Investigación en Deporte y Salud de la Universidad de Valencia, investiga desde la década de 1990 el impacto del ejercicio acuático en la salud. “Cuando una persona con obesidad se mete en el agua, redescubre su cuerpo y la capacidad de movimiento que tiene”, dice. Y agrega que lo más complicado, el paso más difícil, es romper la barrera inicial de la exposición física, que implica ir a comprar un bañador y vestirlo en un lugar público. “Pero una vez que estás en el agua”, señala Colado, “tu cuerpo pasa desapercibido, el agua actúa como un velo y la imagen ya deja de ser importante, entonces empiezas a ganar más y más confianza”.

El nuevo estudio concluye reconociendo sus limitaciones —como que solo se consideraron artículos científicos publicados en inglés y que algunos de ellos incluyeron períodos de intervención cortos o un número reducido de participantes— y alentando a otros especialistas a investigar los efectos a largo plazo de los ejercicios aeróbicos acuáticos para comprobar su eficacia frente a otras modalidades deportivas.

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