La obesidad, una patología con múltiples responsables
En 2025, la obesidad afectará en España al 33% de los hombres y al 28% de las mujeres. La pandemia ha alcanzado tales dimensiones que hacerle frente se ha convertido en algo urgente que requiere, según los expertos, de un plan nacional para reducir su prevalencia
La humanidad ha afrontado con éxito en las últimas décadas importantes retos de salud pública, el último la pandemia del covid-19; sin embargo, hasta la fecha ha fracasado en el control de una de las enfermedades que mayor impacto tiene en la esperanza y calidad de vida: la obesidad. Según la Federación Mundial de Obesidad, el problema afecta ya a 988 millones de personas, de los que 175 millones son niños y adolescentes, y se prevé que en el año 2035 la cifra se eleve a 1.432 millones (383 millones, menores de edad). Esta evolución, hasta ahora imparable, ha hecho que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considere una de las prioridades de salud pública de este siglo.
Al impacto en la salud de la población hay que unir el que genera en la economía de los países. El congreso de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), que se celebró en Sevilla a finales de noviembre, volvió a incidir en ese aspecto. El 9,7% del gasto sanitario en nuestro país guarda relación con la obesidad y sus patologías asociadas (problemas cardiovasculares, diabetes tipo 2, cáncer...).
Los datos ponen en evidencia que las medidas que se han adoptado en los últimos años no han alcanzado el resultado esperado. Una de las causas, según los expertos, es la complejidad de esta patología. “Va mucho más allá de la visión simplista que considera que el problema es una cuestión de voluntad que consiste en comer menos y moverse más”, apunta Francisco Tinahones, jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición de los hospitales Regional y Virgen de la Victoria de Málaga, y expresidente de la SEEDO.
En la obesidad inciden numerosos factores (hábitos de vida, genéticos, condiciones económicas), tiene implicaciones en la salud física y mental, condiciona y limita la actividad diaria de quienes la sufren, y todo eso hay que tenerlo en cuenta en la estrategia para hacerle frente.
El doctor Tinahones señala que un primer paso imprescindible es considerarla una enfermedad, “porque la obesidad de por sí disminuye la esperanza de vida de aquellas personas que la padecen, aunque no tengan ninguna patología asociada”. La OMS lo hizo en la década de 1980, pero muchos pacientes no la identifican como tal y algunos profesionales tienden a valorar más los problemas de salud que conlleva que la patología de base que los produce.
Victoria Buiza (57 años), presidenta de la Asociación Bariátrica Híspalis Nacional, recuerda que en su historia clínica no aparece el término obesidad: “Nadie me dijo: ‘usted tiene una enfermedad que se llama obesidad, con estas características, y derivada de ella sufre otras patologías asociadas”.
El Índice de Masa Corporal (IMC) de Victoria Buiza llegó a marcar más de 40, motivo por el que se sometió a una operación de cirugía bariátrica. Las complicaciones derivadas de la obesidad y de las enfermedades asociadas que sufre han hecho que el camino para controlar su enfermedad esté siendo lento, casi tanto como la superación de los estigmas que rodean el exceso de peso y que todavía sufre como el resto de pacientes.
Una encuesta reciente de la SEEDO revelaba un enquistamiento de ciertos clichés en la sociedad. Uno de cada cuatro encuestados afirmaba que no votaría a un político con sobrepeso, el 22% aseguraba que llevaría mal tener un jefe con sobrepeso u obesidad y el 30% consideraba difícil o imposible enamorarse de alguien con algunos kilos de más.
Impacto en la salud mental
El rechazo social tiene un fuerte impacto en la salud mental, según los expertos, y por ello las guías clínicas subrayan la importancia de que haya psicólogos en los equipos multidisciplinares que se precisan para atender la enfermedad. La psicóloga e investigadora Carmen Grau, de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio), realiza una investigación pionera para valorar la contribución de la atención psicológica en los cambios de hábitos de las personas con obesidad.
Los profesionales de Fisabio ofrecen esta atención psicológica a pacientes del hospital Doctor Peset, en Valencia, con resultados muy positivos. “El acompañamiento mejora el estado de ánimo general, ayuda a que se sientan reforzados a introducir cambios en su estilo de vida, así como a la resolución de la problemática diaria que puedan tener”, apunta Carmen Grau.
Sus compañeros y ella comprueban día a día la estrecha relación que guardan la salud física y la mental y cómo la falta de una conduce con frecuencia a la otra. “La relación es bidireccional: por un lado, las personas con obesidad experimentan un impacto psicológico, y por otro, hay personas que pasan por situaciones, como un duelo o una ruptura sentimental, que les ocasiona un trastorno ansioso que desemboca en la obesidad”.
A pesar de su importancia, la presencia de psicólogos en los equipos multidisciplinares es más teórica que práctica, reconocen los profesionales, porque apenas hay unidades que los hayan incorporado.
Ocurre lo mismo con los especialistas en ejercicio físico, que son imprescindibles en opinión de Victoria Buiza. “Hay personas que han estado encerradas durante años y necesitan ayuda para saber cómo pueden empezar a moverse sin sufrir caídas o lesiones. Eso tiene que dirigirlo un profesional cualificado”.
Además de endocrinólogos y cirujanos bariátricos, en la mayoría de los equipos sí hay dietistas-nutricionistas, fundamentales para establecer una dieta personalizada para cada paciente. Los trabajadores sociales, que valoran las condiciones socioeconómicas de la persona con obesidad, y los profesionales de enfermería completan los equipos multidisciplinares.
Con frecuencia, la enfermera del centro de salud se convierte en la mejor aliada de los pacientes. “La relación es más horizontal que con el especialista hospitalario y eso establece un vínculo más afectivo, de confianza, especialmente entre los profesionales de enfermería familiar y comunitaria, la puerta de entrada al sistema de salud”, explica Ángeles Beatriz Álvarez, del centro de salud Alcalá de Guadaíra de Madrid.
El trabajo conjunto y coordinado de todos los profesionales implicados y de los dos niveles de atención sanitaria, primaria y hospitalaria, es clave, indican los expertos, para revertir la tendencia al alza de los casos de obesidad en el mundo y en España. Según la Federación Mundial de Obesidad, a día de hoy las perspectivas en nuestro país son desfavorables tanto entre la población adulta como en niños y adolescentes.
La prevalencia creciente de esta enfermedad requiere, en opinión de los especialistas, una intervención urgente. Se trata de una patología crónica, compleja, relacionada con otras muchas enfermedades graves porque su repercusión es global, actúa en todo el organismo. Francisco Tinahones cita de corrido veinte trastornos relacionados con la obesidad, cuya prevalencia sería mucho menor sin ella. “Ahora mismo, prácticamente erradicada la hepatitis C, el acúmulo de grasa en el hígado es la principal causa de cirrosis”, apunta.
Un ambiente obesogénico
No todo son malas noticias, lo bueno de la obesidad es que se puede prevenir y tratar, a pesar de que el entorno no ayude. “Vivimos en un ambiente claramente obesogénico. La actividad laboral ha pasado a ser más sedentaria y ha cambiado la forma que tenemos de comer, nuestro estilo de vida se ha modificado radicalmente”, explica el expresidente de la SEEDO. La genética tampoco ayuda. “Nuestros antepasados vivieron 2,8 millones de años en la hambruna. Tenemos una genética preparada para comer lo máximo posible”.
Aun con todos esos condicionantes, algunos países, como Noruega y Finlandia, han empezado a cosechar resultados, al menos parciales. Noruega ya hizo público en 2020 que el consumo per cápita de azúcar en el país se había reducido de 43 kilos en el año 2000 a 23 en 2018. El camino andado por los países nórdicos en una referencia en la que se fijan otros países.
“Se necesita un plan nacional de lucha contra la obesidad como se hizo contra el tabaco, debe ser una estrategia de Estado que implique a todos los ministerios”, apunta el doctor Tinahones. La Federación Mundial de Obesidad incluye siete puntos que deben ser tenidos en cuenta en esas estrategias nacionales, que van desde el compromiso político a la necesidad de más profesionales.
Todos los expertos están de acuerdo en que la lucha contra la pandemia de obesidad es una carrera de fondo, que requiere de la implicación de toda la sociedad, de los profesionales sanitarios y de los pacientes, y al mismo tiempo necesita inexcusablemente del impulso y el liderazgo político.
Es evidente que las medidas aplicadas hasta ahora no han dado el resultado deseado, lo que demuestra, en palabras de Ángeles Beatriz Álvarez, la vigencia de lo que decía Einstein: “Si sigues haciendo lo mismo, no obtendrás resultados diferentes”. El cambio ha de ser radical, según Francisco Tinahones: “Tenemos que tomarnos en serio este problema y no creer que se va a resolverse diciendo que vamos a educar mejor a la población para que sepa qué es comer saludable. Está bien, pero el 80% ya sabe lo que es comer saludable”.