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Cómo el ideal del ‘machote’ se convierte en un lastre para la salud cardiovascular

Un estudio advierte de que los hombres que adoptan conductas alineadas con los estereotipos de género suelen ocultar los diagnósticos, así como los tratamientos que reciben para tratar enfermedades como la hipertensión

salud cardiovascular
Un médico examinando a un paciente en un hospital.FG Trade (Getty Images)

Las expectativas sociales vinculadas a la masculinidad hegemónica acaban pasando factura a la salud de los hombres más alineados con esas ideas. De hecho, según ha demostrado una investigación reciente, el arquetipo del machote —autosuficiente, fuerte, invulnerable y capaz de controlar sus emociones— puede poner en riesgo la salud cardiovascular de los hombres desde la adolescencia y la adultez temprana.

Según los resultados del estudio, liderado por investigadores de la Universidad de Chicago y publicado en Jama Network, aquellos hombres que desde la adolescencia (12-18 años) adoptan conductas más alineadas con los estereotipos de género masculinos tienen menos probabilidades de informar en la edad adulta (32-42 años) entre su círculo de familiares, amigos y conocidos de diagnósticos de factores de riesgo cardiovascular (por ejemplo hipertensión, diabetes e hiperlipidemia) y de los tratamientos que reciben para los mismos.

“Nuestro estudio sugiere que existe una conexión entre la forma en que se socializa a los niños y los hombres y la evitación de la atención médica preventiva, ya sea por miedo, ansiedad, vergüenza o sentimientos genuinos de que no necesitan ayuda”, explica Nathaniel J. Glasser, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago y autor principal del estudio. Según el médico internista, las cualidades asociadas a la identidad de género masculina “entrarían en conflicto” con otras que, de otro modo, “facilitarían la búsqueda y recepción de ayuda o la admisión de vulnerabilidades”.

“La reticencia a reconocer el tipo de síntomas o a recibir ayuda médica sí que puede ser habitual, en general, entre una población joven con ideales más elevados de masculinidad”, concede Carolina Ortiz, secretaria general de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Una opinión que comparte Jorge Marcos, profesor del departamento de Psicología de la Salud de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Alicante, que lleva años estudiando el impacto de los estereotipos de género en la salud: “La reticencia de los hombres a expresar sus preocupaciones de salud se debe, en parte, a la internalización de expectativas sociales que asocian la masculinidad con la autosuficiencia y la fortaleza. Reconocer un problema de salud se percibe a menudo como una señal de debilidad, lo cual entra en conflicto con las normas de la masculinidad hegemónica”, sostiene. Para el experto, la necesidad de algunos de hombres de proyectar invulnerabilidad no solo afecta a su autoimagen y la percepción pública, sino que también “limita la búsqueda de ayuda y el seguimiento adecuado de los tratamientos”.

A base de los datos del estudio, por ejemplo, los hombres que tienen una mayor expresividad de género masculino presentaban aparentemente menos diagnósticos de hipertensión, diabetes y dislipemia. Estos resultados coinciden con los de otra investigación publicada en The Lancet que también estudio la relación entre la expresión de género de una persona durante la adolescencia y los resultados de salud en el futuro. Según los resultados de la misma, aquellos hombres más próximos a los estereotipos de género masculinos en la adolescencia parecían estar más protegidos contra factores de riesgo de la salud cardiovascular como la tensión arterial alta y el colesterol altos en la adultez.

Para Carolina Ortiz y para los autores del estudio de The Lancet, la explicación a estos datos parece clara: los hombres que son más masculinos en la expresión de género podrían estar menos dispuestos a reconocer sus limitaciones físicas y los síntomas de enfermedad, lo que puede llevar a una cierta invisibilidad diagnóstica. No en vano, en el estudio liderado por Nathaniel J. Glasser se observó que los hombres más alineados con la masculinidad hegemónica tenían un 11% menos de probabilidad de recibir tratamiento para la hipertensión y un 10% menos para la diabetes.

Una tormenta perfecta contra la salud

Según datos de la Fundación Española del Corazón, de hecho, los hombres por debajo de los 50 años tienen una incidencia más elevada de afecciones cardiovasculares que las mujeres en el mismo rango de edad. Como explica Jorge Marcos, los hombres, desde un punto de vista biológico, pueden considerarse más vulnerables a padecer ciertos problemas de salud cardiovascular en comparación con las mujeres, sobre todo hasta la llegada de la menopausia. Sin embargo, como señala el investigador, los factores genéticos u hormonales no explicarían por sí solas las mayores cifras de enfermedad cardiovascular y de mortalidad prematura de los hombres.

“En gran medida, estas disparidades están influenciadas por el proceso de socialización de género, que promueve prejuicios, estereotipos y normas sociales que llevan a los hombres a adoptar conductas perjudiciales para su salud, particularmente en lo que respecta a las enfermedades cardiovasculares”, apunta Marcos, que incluye entre esas conductas el sedentarismo, el consumo excesivo de alcohol y tabaco, las dietas poco saludables y una menor disposición hacia prácticas preventivas y promotoras de la salud.

Para Carolina Ortiz, el hecho de que los hombres más alineados con la masculinidad hegemónica sigan más conductas de riesgo, tengan menos predisposición a buscar ayuda médica, y muestren mayores dificultades para comunicar su estado de salud, provoca que “aumente el riesgo cardiovascular y que se llegue tarde a intentar controlar enfermedades que se podrían haber prevenido eficazmente. Es un círculo vicioso con una retroalimentación negativa”.

A eso, añade Jorge Marcos, se suma otra realidad: que es menos probable que un hombre que no comunica que tiene una enfermedad siga el tratamiento pautado para la misma: “Esto puede deberse tanto a una subestimación del problema como a un intento de mantener una imagen de control y evitar mostrar vulnerabilidad física”. El profesor de la Universidad de Alicante habla de una “tormenta perfecta” en términos de salud que no solo exacerba los problemas cardiovasculares, sino que también lleva a diagnósticos tardíos y a resultados más graves. “Es una manifestación clara de cómo las normas de género pueden tener consecuencias perjudiciales para la salud”, afirma.

Reconoce Nathaniel J. Glasser que, de hacerse otra investigación, es posible que se descubriera que a medida que los hombres envejecen y estas afecciones (presión arterial alta, diabetes, hiperlipidemia) se vuelven más frecuentes, las presiones de género tuviesen un impacto menor a la hora de informar de diagnósticos y tratamientos. Una opinión que comparte a base de la práctica clínica Carolina Ortiz: “Por mi experiencia en consulta diría que sería así, ya que los pacientes más mayores no manifiestan tanta reticencia a reconocer la enfermedad y a seguir el tratamiento”.

Para la portavoz de la Sociedad Española de Cardiología, el hecho de que el estudio demuestre que la expresividad de género masculina en la adolescencia correlaciona con la negativa a reconocer los riesgos cardiovasculares en la adultez, es una oportunidad para “la prevención desde edades tempranas”, mediante el desarrollo de campañas de concienciación enfocadas a normalizar la búsqueda de ayuda médica y de programas preventivos que reconozcan las diferencias de género y se adapten a estos perfiles de hombres.

En el mismo sentido se pronuncia por último Jorge Marcos, que señala que los resultados del estudio “subrayan la necesidad de diseñar estrategias que desafíen las normas de género perjudiciales y promuevan una participación activa de los hombres en el cuidado de su propia salud y en la de los demás. Esto no solo contribuirá a mejorar la salud de los hombres, sino que también tendrá un impacto positivo a nivel comunitario”.

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