El acoso escolar reiterado puede afectar a 49 regiones del cerebro
El mayor escaneo realizado a 2.049 adolescentes en el mundo revela que el ‘bullying’ influye de manera diferente en hombres y mujeres en áreas cerebrales relacionadas con la memoria, el aprendizaje y los movimientos
El paso de la infancia a la edad adulta en la adolescencia no es un proceso simple. El bullying o acoso escolar, que perjudica a uno de cada tres estudiantes en el mundo, agrega un grado de estrés adicional a los jóvenes en esta etapa, a través de la exclusión social, los insultos y golpes. El mayor escaneo paneuropeo realizado hasta la fecha a 2.049 víctimas de acoso escolar revela que las agresiones en las que se manifiesta este problema también influyen en el cerebro. El análisis, publicado en la revista bioRxiv, indica que al menos 49 regiones cerebrales responsables de la memoria, el aprendizaje y los movimientos motores, pueden ser afectadas.
El investigador del Trinity College, Michael Connaughton y sus colegas del grupo científico PRADO, analizaron las respuestas a un cuestionario de cinco ítems y las resonancias magnéticas (MRI, por sus siglas en inglés) a cerebros de adolescentes a los 14, 19 y 22 años de Alemania, Irlanda, Reino Unido y Francia. Aunque estudios anteriores han reflejado que la victimización por acoso tiene consecuencias perjudiciales en la salud mental que a menudo continúan hasta la edad adulta, los investigadores sugieren que el bullying influye de manera generalizada en el desarrollo cerebral. Además, detectaron diferencias entre las respuestas de los chicos y chicas ante el acoso.
Darren Brody, del Departamento de Psiquiatría del Colegio Real de Cirujanos de Irlanda y coautor del estudio, indica que esto podría deberse al tipo de agresión que suele ocurrir en ambos casos. En las imágenes de los MRI de las mujeres, hubo una mayor activación en zonas como el núcleo accumbens izquierdo (que está vinculado a los sistemas de recompensa psicológicos y la motivación) y la amígdala derecha, asociada al manejo del sistema nervioso.
“Por lo general, las niñas tienden a sufrir manipulación emocional, como el ostracismo por parte de sus amigos”, explica. En los hombres, los científicos encontraron respuestas relacionadas con la coordinación física, en las regiones motoras y sensoriales como el giro precentral derecho. Esto podría deberse, de acuerdo a Brody, a que ellos tienden a sufrir acoso físico: “En las respuestas cerebrales de los niños no era tan evidente que los centros emocionales se estuvieran agrandando”.
Durante la adolescencia, el cerebro se encuentra en una fase de desarrollo que lo hace especialmente vulnerable a factores estresantes. Tal como un jardinero que corta y limpia los brotes de maleza de un parque, en esta etapa ocurre una poda sináptica o reajuste en el número de neuronas y sus conexiones, lo que se traduce en un gran cambio neurofisiológico. Alessandro Massaro, doctor en Psicología Clínica y de la Salud, enfatiza que en este periodo hay una mayor sensibilidad a las emociones negativas (miedo, ansiedad o vergüenza) y positivas (alegría, amor y felicidad).
“Existe un cambio de figuras de referencia de los padres hacia los pares y cuando los jóvenes no pueden pertenecer a un grupo esta situación es muy difícil de sobrellevar para ellos”, explica Massaro, que no participó del análisis. La victimización por acoso escolar se asoció con un descenso en el volumen total de materia gris en ambos sexos, lo que sugiere un impacto generalizado en el desarrollo cerebral ante el estrés crónico. En paralelo, la respuesta al estrés conduce a la hiperactivación del sistema límbico, que supervisa un conjunto de estructuras interconectadas que median desde las emociones hasta la memoria. Según los autores, esto potencialmente puede resultar en un aumento del volumen de respuesta en estas regiones a medida que el cerebro las intenta controlar.
Los expertos reconocen que aunque no pueden probar la causalidad del acoso escolar, es decir, si los resultados que reflejan las imágenes del cerebro no se deben a alguna característica propia y específica de los adolescentes susceptibles de padecerlo, destacan que al menos en las tres edades analizadas el bullying se asoció con cambios en las curvas de crecimiento de la estructura cerebral. En este aspecto coincide el catedrático del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona Ignacio Morgado, pues sostiene que aunque es una gran muestra, las conclusiones son preliminares y ayudarán a seguir estudiando las futuras consecuencias del acoso escolar.
“Al ser un estudio correlacional no podemos decir al 100% que sea la causa de esos cambios en el cerebro. La pérdida de neuronas ya está muy documentada en casos de estrés”, indica Morgado, que no fue parte de la investigación. En 2018, los investigadores del King College de Londres identificaron diferencias estructurales físicas en los cerebros de los adolescentes que son víctimas habituales de acoso, aunque el sondeo fue solo a 682 víctimas. Otro análisis de la Universidad de Tokio, publicado en febrero de 2024, evidenció que los cerebros acosados muestran cambios químicos asociados con la psicosis.
“No todos los casos son iguales y nos gustaría estudiar a fondo formas de acoso más sutiles, como las que viven las mujeres”, agrega Brody.
El bullying es un fenómeno social
El bullying surge y se desarrolla en el interior de una red de relaciones interpersonales. Los adolescentes suelen callar muchas veces estas situaciones y en España un 35% de los estudiantes españoles de ESO y Bachillerato ha sufrido comportamientos agresivos por parte de sus compañeros. Rosario Ortega, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Córdoba, recalca que no se trata de un fenómeno patológico.
“La crueldad no es una enfermedad, es una conducta inmoral que desde luego puede hacer muchísimo daño a alguien. La víctima necesita ayuda cuando se enferma”, dice. Para atajar este problema, Ortega subraya que es esencial que los padres y tutores legales de los adolescentes tengan una comunicación fluida. Javier Miglino, director de la ONG Bullying sin fronteras e impulsor del Día Mundial Contra el Acoso Escolar, cree por su parte que para manejar el bullying hay que hacer “un trabajo hormiga”, escuela por escuela. “Es bueno indagar en por qué pasan estas cosas de raíz para que dejen de ocurrir”, dice.
Los expertos coinciden en que las intervenciones tempranas contra el acoso podrían prevenir las devastadoras consecuencias psíquicas en los jóvenes. La terapia cognitivo-conductual puede ayudar a las víctimas, que han padecido agresiones reiteradas, “adoptar una mentalidad más resistente”, según plantean los científicos en el estudio.
En esa línea, la transparencia al abordar este problema también tiende a mejorar el clima de la convivencia escolar. “Cuando alguien abusa, es importante que la dirección de la escuela intervenga para que no haya ninguna víctima oculta”, recomienda Rosario Ortega.
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