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Disruptores endocrinos, los químicos invisibles que disparan enfermedades

Estas sustancias son capaces de emular la acción de las hormonas naturales del organismo y afectar a la salud. Hay más de 2.000 identificadas

Disruptores endocrinos
Una persona calienta comida en una fiambrera de plástico en el microondas.Gianluca Battista
Jessica Mouzo

“Los niños españoles orinan plástico”, suelta provocador el médico e investigador Nicolás Olea. No exagera. Como tampoco desatina cuando advierte de la presencia de perfluorados, unos químicos muy persistentes, en la sangre de todo el país o en la leche materna. Olea ilustra con esa contundencia la extensa exposición que tienen los humanos a los llamados disruptores endocrinos, unos compuestos capaces de emular a las hormonas naturales del organismo y afectar a la salud. Estos químicos, invisibles al ojo humano, pero presentes en el medio ambiente y en productos cotidianos, pueden interferir en el sistema endocrino desde antes de nacer e influir en la salud reproductiva y en el desarrollo de diversas enfermedades, como el cáncer, la diabetes, la obesidad o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, entre otros. Una investigación reciente sugiere, por ejemplo, que la exposición temprana a algunos disruptores puede provocar un adelanto del inicio de la pubertad.

La exposición humana a estos químicos preocupa a la comunidad científica. Para empezar, porque están por todas partes: en cosmética, en productos de higiene personal, en los envases de los alimentos… Y es complicado escaparse completamente de ellos. “La investigación es muy abundante en dos aspectos: en los mecanismos de cómo interfieren estos contaminantes en los receptores hormonales; y en la exposición humana a estos compuestos. La evidencia que hay es más que suficiente para intervenir preventivamente”, advierte Olea, que es catedrático en la Universidad de Granada y médico en el Hospital Clínico de la misma ciudad. Los plaguicidas, los metales pesados, el bisfenol-A o los parabenos son algunos de los disruptores más conocidos y estudiados.

Si las hormonas naturales son como una especie de mensajeros —sustancias que viajan por la sangre y ponen en contacto a un emisor con un receptor, como el ovario con la mama, por ejemplo—, lo que hacen los disruptores endocrinos es alterar toda la red de comunicación e imitar el papel de las moléculas naturales encargadas de la señalización y el diálogo entre células y órganos. Estos químicos son capaces de interferir en cualquier parte de ese proceso comunicativo, sea alterando el transporte de las hormonas, bloqueando receptores o distorsionando el crecimiento de las células que producen hormonas, por ejemplo. “Pueden intervenir en la síntesis, el transporte o en la unión al receptor y bajar o subir la actividad hormonal. Aunque lo más habitual es interferir en el receptor, son como hackers de ese mensaje [que llevan las hormonas]”, conviene Olea.

Hay más de 2.000 químicos identificados con capacidad de entrometerse en procesos endocrinos y alterar la salud. Pero, probablemente, asegura el investigador de la Universidad de Granada, estos solo son “la punta del iceberg”. “Los sistemas hormonales que se han estudiado son limitados (los estrogénicos, los androgénicos, los tiroideos…). Sospechamos que hay disruptores endocrinos relacionados con la vitamina D, que es en realidad una hormona. Pero no sabemos quiénes son los que compiten e interfieren en ese sistema”, reflexiona Olea, que es también miembro del thinktank ALIMENTTA y colaborador en la campaña de Rezero, Un futuro sin tóxicos.

Vivimos en una sopa química y no tenemos mucha idea de lo que sucede si te expones a muchos disruptores endocrinos diferentes”
Martine Vrijheid, directora del Programa de Medio ambiente y salud a lo largo de la vida de ISGlobal

Martine Vrijheid, directora del Programa de Medio ambiente y salud a lo largo de la vida de ISGlobal, subraya, sin embargo, una buena noticia en medio de este escenario tan poco halagüeño para la salud humana: “En general, la concentración de estas sustancias químicas que encontramos en muestras de sangre parecen muy bajas, aunque necesitamos mejor información sobre los efectos en la salud, incluso, de la exposición a niveles bajos”.

Entre los disruptores endocrinos que generan más preocupación están los polibromados, que son retardantes de las llamas y están en numerosos productos sintéticos y textiles. “Son, generalmente, de exposición dentro de casa y están relacionados con problemas tiroideos”, explica Olea. Otros químicos en el punto de mira son los ftalatos y los fenoles, que también están relacionados con infertilidad en adultos y con retraso en el crecimiento y TDAH en niños.

A los científicos también inquietan los perfluorados (conocidos como PFAS), que son repelentes del agua y el aceite y resisten temperaturas extremas. Son preocupantes, dice Vrijheid, porque “no solo son disruptores endocrinos, sino que son los llamados forever chemicals: son muy persistentes en el medioambiente y en el organismo”. Estos químicos pueden afectar al sistema inmune, generar toxicidad hepática o provocar daños en la salud reproductiva, como infertilidad. También se han relacionado con la diabetes y la obesidad y se ha descrito un impacto en el cerebro, con efectos en el neurodesarrollo, enumera la investigadora de ISGlobal.

Ventanas de vulnerabilidad

Los expertos admiten que es complejo medir el impacto de cada químico porque la relación dosis-respuesta no es lineal: no siempre hay una relación proporcional entre la dosis de exposición y la magnitud del efecto. Además, recuerda Olea, “hay un background dentro del organismo” y, si bien la exposición a disruptores endocrinos puede también ocurrir en cualquier momento de la vida, hay ventanas de especial vulnerabilidad.

La etapa prenatal, cuando el feto está en pleno proceso de formación, es uno de esos períodos de susceptibilidad: estos químicos pueden atravesar la placenta materna en interferir en la salud del niño a largo plazo. Una investigación publicada en la revista Jama Pediatrics en 2018 constataba, por ejemplo, que la exposición prenatal a varios tipos de ftalatos se asoció con un retraso en el lenguaje de los menores.

La etapa prepuberal también es otra ventana de especial susceptibilidad porque es el momento en el que el cuerpo se prepara para comenzar la actividad hormonal. De hecho, un fenómeno paradigmático asociado, en parte, a la exposición a disruptores endocrinos es la aparición cada vez más temprana de la pubertad. La investigación publicada recientemente en la revista Endrocrinology, sostiene, por ejemplo, que el almizcle ambrette, que es un componente de fragancia común de jabones, detergentes y cremas, y otros nitroalmizcles sintéticos “podrían estar contribuyendo a la tendencia de pubertad más temprana”. “Aunque nuestros datos in vitro e in vivo no ofrecen evidencia directa que respalde un efecto sobre la pubertad, representan un primer paso hacia la vinculación del almizcle ambrette con la actividad del eje neurorreproductivo durante el desarrollo. Esta posibilidad merece un estudio más profundo”, plantean los autores.

Los resultados científicos son limitados, pero no es la primera vez que se plantea una hipótesis similar. Anders Juul, endocrinólogo pediátrico y profesor clínico de la Universidad de Copenhague, dijo, en declaraciones a The Lancet, que la exposición a disruptores endocrinos junto al aumento de masa grasa, pueden estar impulsando la “tendencia preocupante hacia una pubertad más temprana”. “Las sustancias químicas ambientales con actividades similares a las hormonas pueden promover la activación prematura del eje hormonal pituitario-gonadal, lo que da lugar al desarrollo puberal y/o actuar directamente para estimular la glándula mamaria con actividad estrogénica o antiandrogénica”, afirmó. En un metaanálisis reciente, sin embargo, Juuls no pudo demostrar la asociación clara este la edad puberal y la exposición a alguna sustancia química individual.

Combinación de químicos

Falta más investigación, admiten todas las voces consultadas, para afinar el impacto de estos disruptores. Y es necesario también, incide Vrijheid, ahondar en los efectos de la combinación de estos químicos. “Hay muchos estudios sobre los disruptores endocrinos, pero la mayoría de ellos se centran en una sustancia química o quizás en algunas del mismo grupo. Hay muy pocos estudios que analicen lo que ocurre si tienes una exposición baja a muchas de estas sustancias químicas. Vivimos en esta sopa química y no tenemos mucha idea de lo que sucede si te expones a muchos disruptores endocrinos diferentes”. Un estudio publicado el pasado mayo sugería que la exposición a una mezcla de este tipo de disruptores hormonales está asociada con una mala salud metabólica y contribuye al aumento de síndrome metabólico (obesidad, diabetes, hipertensión…) a lo largo de la vida.

Los expertos lamentan también la falta de información y directrices claras a la ciudadanía. “Tal vez podríamos dar mejores consejos sobre qué productos podrían evitar para reducir la exposición. Pero esto es difícil porque no tenemos buena información de qué productos químicos se utilizan en qué productos. Necesitamos un etiquetado mejor”, defiende Vrijheid. Se pueden tomar medidas individuales, como reducir la ingesta de productos procesados o enlatados, ventilar y limpiar bien los interiores del polvo o no calentar comida en fiambreras de plástico en el microondas; pero una revisión científica el año pasado concluyó que “las políticas que reducen o eliminan los disruptores endocrinos en la fabricación y el procesamiento en múltiples sectores, en lugar del cambio de comportamiento individual, pueden tener el mayor impacto en la exposición de la población”.

La velocidad de la industria, sin embargo, tampoco ayuda a controlar el auge de nuevos disruptores. ”Cuando se prohíbe un producto químico, se reemplaza por 10 nuevos, y es muy difícil hacer un seguimiento de eso”, lamenta la investigadora. La industria va más rápido que la ciencia y los reguladores son el actor más lento de todos, agrega Olea. Y pone un ejemplo: “En 1995 publicamos por primera vez que el bisfenol A estaba en el recubrimiento de las latas de conserva. Y hasta 2011 no se retiró de los biberones. Y hasta el 31 de diciembre de 2024 no se prohibirá de la UE. Se tarda mucho tiempo en tomar decisiones”.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
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