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La contaminación daña la salud mental y el calentamiento global se asocia con más suicidios

Una revisión científica sugiere que el aumento de las temperaturas ha provocado que crezcan un 5% las muertes por suicidio

La contaminación daña la salud mental y el calentamiento global se asocia con más suicidios
Los peatones caminan a través de una nube de polvo y gases de escape de diésel de un autobús en California (EE UU).David McNew (Getty Images)
Jessica Mouzo

El cambio climático está haciendo tambalear los cimientos de la salud global. “Tiene el potencial de socavar décadas de progreso en la salud mundial”, advierte contundente la Organización Mundial de la Salud. La ciencia ya ha reportado su influencia, a través de la contaminación del aire, en el desarrollo del cáncer, dolencias respiratorias y enfermedades cardiovasculares. O cómo provoca cada vez más muertes por fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor o inundaciones. Ahora, una revisión cientí­fica realizada por investigadores del Hospital Clínic de Barcelona y el IDIBAPS ahonda en sus efectos también sobre la salud mental y detecta una relación entre la subida de las temperaturas y el riesgo de suicidio: el estudio, publicado en la revista World Psyquiatry estima que el calentamiento global ha hecho aumentar un 5% las muertes por suicidio. La investigación encuentra, además, que la exposición a largo plazo a algunos contaminantes y disolventes, presentes en pinturas o barnices, está vinculada también con una mayor incidencia de demencia y deterioro cognitivo.

Con todos sus tentáculos, desde la polución hasta el aumento de las temperaturas, el calentamiento global enferma al planeta y a los que viven en él. Daña la salud física, pero también el espectro mental. Un ejemplo: el cambio climático desata fenómenos extremos cada vez más frecuentes, como olas de calor o grandes tormentas, que provocan daños en la salud física y miles de muertes al año. Pero este mismo fenómeno puede generar también efectos traumáticos en la población expuesta o quebrar los pilares clave para una buena salud mental, como la estabilidad económica o la seguridad alimentaria.

El impacto del cambio climático en la salud mental es tan “preocupante”, reflexionan los autores en el artículo que entre la gente joven se han comenzado a acuñar términos que hacen referencia a su huella. La ecoansiedad, por ejemplo, que identifica esa emoción asociada con un entorno cambiante e incierto; o el duelo ecológico, que nombra al dolor por la pérdida ecológica.

La asociación es muy robusta. Pero hay que diferenciarlo de que sea la causa. La gente no se suicida por el aumento de la temperatura, sino porque está muy mal
Eduard Vieta, jefe del Servicio de Psiquiatrí­a y Psicología del Clí­nic

En esta revisión científica, los autores han intentado ordenar el nivel de evidencia que hay en la literatura científica sobre el impacto del cambio climático en la salud mental. Analizaron 285 estudios de todo el globo y, si bien no encontraron ninguna causa-efecto directa, sí hallaron asociaciones contundentes y patrones que se repetí­an. “El cambio climático y la contaminación, que es el causante del cambio climático, repercuten de forma significativa sobre la salud mental”, sentencia Raduà, director del Grupo Imagen de los trastornos relacionados con el estado de ánimo y la ansiedad del IDIBAPS y autor del nuevo estudio.

Uno de los hallazgos con “gran relevancia clí­nica”, valoraron, es el vínculo entre el crecimiento de las temperaturas y la mortalidad por suicidio. “La subida de la temperatura habría aumentado un 5% de las tasas de suicidio. Estamos hablando de unos efectos muy grandes. Las asociaciones no son muy grandes por sí solas, pero como afectan a todo el planeta, tiene un gran impacto”, reflexiona Raduà.

Los autores admiten que los mecanismos biológicos que explican este vínculo “siguen siendo desconocidos y probablemente impliquen relaciones multifactoriales complejas”. Pero aventuran algunas de las hipótesis que están sobre la mesa: “Alguna evidencia sugiere que la exposición a altas temperaturas puede afectar directamente la función cerebral, con alteraciones en la oxigenación adecuada y la permeabilidad de la barrera hematoencefálica. Otros estudios implican alteraciones en los neurotransmisores o sugieren que las temperaturas más altas pueden empeorar directamente el estado de ánimo, haciendo que las personas se sientan más irritables y estresadas, y amplificando los síntomas de los trastornos mentales”, reportan en el artículo científico.

Eduard Vieta, jefe del Servicio de Psiquiatrí­a y Psicología del Clí­nic y responsable del Grupo de Trastornos Bipolares y Depresivos del IDIBAPS, matiza que el calentamiento global es “un factor que se añade” a la complejidad que hay detrás de una muerte por suicidio, pero recuerda que este fenómeno es multicausal y en el 90% de los casos, hay una enfermedad de salud mental de base. “La asociación es muy robusta. Pero hay que diferenciarlo de que sea la causa. La gente no se suicida por el aumento de la temperatura, sino porque está muy mal. El aumento de temperatura está generando un malestar emocional y es como una gota que añades a un vaso que ya está lleno”, explica. Los autores vieron que en los picos de temperaturas extremas (sobre todo, por calor) es cuando más se ve ese incremento de las muertes por suicidio.

Sobre los efectos de la contaminación del aire, los investigadores encontraron también otra asociación “convincente” vinculada a la exposición a largo plazo a los disolventes. Estos productos (como el tolueno, la acetona, el xileno o el acetato de etilo, entre otros) se usan en pinturas y compuestos de limpieza. “Son directamente tóxicos para muchas partes del cuerpo, con síntomas que van desde irritación de la piel, dolores de cabeza y visión borrosa, hasta pérdida del conocimiento y la muerte”, apuntaron. Raduà asegura que estos hallazgos van en la línea de lo que ya sabí­an sobre la toxicidad de algunos productos, como el tolueno, que tiene efectos sobre el sistema nervioso central ya conocidos.

Más riesgo de depresión posparto

La contaminación del aire, impulsora del cambio climático, también pega fuerte en el embarazo. Los científicos del Clí­nic encontraron que la exposición a partículas contaminantes durante el segundo trimestre de embarazo eleva el riesgo de desarrollar depresión posparto. La hipótesis que manejan los expertos, aunque señalan que se necesitan más estudios para confirmarlo, es que la exposición a estas partí­culas aumenta los niveles de cortisol, una hormona que también tiende a elevarse durante el segundo y el tercer trimestre del embarazo de forma natural y que se asocia con el riesgo de depresión posparto. “Por lo tanto, la interacción de estos contaminantes con el aumento fisiológico de las hormonas del estrés puede explicar la mayor incidencia de depresión posparto”, valoran en el artículo.

Los científicos también han reportado que la exposición a niveles altos de dióxido de azufre, que surge de la combustión de combustibles en la industria, también puede elevar el riesgo de recaída de pacientes con esquizofrenia.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
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