La polución acribilla la salud de los niños: partos prematuros, bajo peso al nacer y dificultades cognitivas
Un informe del Hospital Sant Joan de Déu e ISGlobal alerta de la vulnerabilidad de los menores a la contaminación ambiental, incluso antes de llegar al mundo
La polución abrasa la salud de los niños, incluso antes de nacer. No se ve, pero hace mella a corto y largo plazo. Un informe del Hospital Sant Joan de Déu y el Instituto de Salud Global de Barcelona alerta de la vulnerabilidad de los menores y destaca que la exposición a la contaminación atmosférica se asocia con un mayor riesgo de bajo peso al nacer, prematuridad y problemas en el neurodesarrollo, además de elevar la probabilidad de sufrir dolencias dermatológicas, asma u otras alteraciones respiratorias a largo plazo. El balance de daños aumenta sin cesar al calor de la evidencia científica: un estudio publicado recientemente en la revista Developmental Medicine and Child Neurology constata, tras estudiar a cerca de 18.000 bebés en Taiwán, que una exposición a partículas contaminantes durante el embarazo se asocia también con un retraso en la motricidad de los bebés.
La comunidad científica calcula que los menores de cinco años sufrirán el 88% de la carga de enfermedades atribuible al cambio climático. Según el informe FAROS, que repasa la evidencia científica del impacto en la salud de los contaminantes ambientales, todo pasa factura a la salud, directa o indirectamente: desde el incremento de la temperatura atmosférica, que altera la calidad del agua, contaminándola y favoreciendo la aparición de diarreas; hasta los fenómenos extremos, como las inundaciones u otras catástrofes, que causan pérdidas humanas, destrozan infraestructuras y colapsan los sistemas de salud. También las variaciones climáticas en el calor y la humedad, advierten los investigadores del Sant Joan de Déu e ISGlobaL, influyen en la incidencia de enfermedades que se transmiten a través de los animales, como la malaria, que sigue al alza cada año y afecta especialmente a los niños (el 64% de las muertes por paludismo en 2018 fueron en este colectivo).
En esa catarata de daños que alienta el cambio climático, uno de los fenómenos adversos más estudiados es la contaminación atmosférica, que también se intensifica con el aumento de la concentración de ozono en el planeta. Lola Gómez, jefa de Obstetricia del Sant Joan de Déu, constata “una evidencia real” acerca de la relación entre los agentes contaminantes en el aire y sus efectos adversos sobre el crecimiento fetal. Aunque es un campo de estudio relativamente novedoso, admite, el conocimiento sobre los efectos nocivos de la polución no ha parado de crecer: a la lista de males vinculados a respirar partículas contaminantes se suma una disminución de la función cognitiva, problemas neuroconductuales y una ralentización del desarrollo cerebral.
Esta amenaza invisible proviene, esencialmente, de la combustión de combustibles fósiles (del motor de los coches, por ejemplo) y de la actividad industrial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el valor límite anual de dióxido de nitrógeno, cuya fuente principal es el tráfico rodado, sea de 10 microgramos por metro cúbico (μg/m3). Asimismo, fija, para estar en umbrales no perjudiciales para la salud, que el valor límite anual de partículas en suspensión PM₁₀ sea de 15 μg/m3 y para las PM2,5, de 5 μg/m3. La inmensa mayoría de las 80 ciudades españolas más pobladas estaban el año pasado por encima de estos umbrales. De hecho, según recoge el informe FAROS, el 93% de los niños respiran aire que no cumple los criterios de calidad fijados por la OMS, lo que supone 600.000 muertes infantiles prematuras todos los años.
En los niños, el daño empieza a cristalizarse en el vientre de la madre. Una investigación publicada en 2013 en la revista The Lancet con 14 cohortes europeas constató que la exposición materna a la contaminación del aire se asocia con un crecimiento fetal restringido: hay más riesgo de que los niños nazcan con bajo peso (menos de 2,5 kilos tras un embarazo a término), una condición que puede provocar secuelas en el desarrollo cerebral del bebé y un impacto en la salud a largo plazo “El ambiente que está viviendo la madre lo está viviendo el bebé desde dentro de la barriga. Todo lo que ocurre en el embarazo va a tener una influencia en el niño y también en su etapa adulta”, advierte Gómez.
Partículas contaminantes en el cordón umbilical
Todos esos contaminantes ambientales que entran en contacto con la madre también atraviesan la placenta. De hecho, se han encontrado partículas contaminantes en sangre del cordón umbilical. “Las partículas de contaminación del aire afectan a la placenta, cambian el estado inflamatorio… El impacto más estudiado es en el neurodesarrollo y, aunque no se trate de problemas graves, no por ello no son importantes”, valora la ginecóloga del Sant Joan de Déu. La literatura científica también ha reportado el riesgo de parto prematuro por la exposición a agentes contaminantes.
Los efectos de la contaminación acompañan también en la infancia, espoleando dolencias respiratorias. Los investigadores del Sant Joan de Déu e ISGlobal explican en su informe que, de entrada, los más pequeños ya suelen ser más susceptibles a enfermedades de las vías respiratorias porque “estas tienen menor diámetro” y, además, “los niños y adolescentes tienen mayor frecuencia respiratoria y más recambio metabólico (las moléculas se degradan y sintetizan con más frecuencia que en los adultos)”. Con ese punto de partida, la polución y otros contaminantes ambientales solo aumentan esa vulnerabilidad.
Quique Bassat, pediatra y epidemiólogo de ISGlobal, asume que, “a diferencia de otras amenazas para la salud, los efectos del clima y otros factores ambientales son más larvados”. No siempre son directos y fácilmente visibles en un cuadro clínico. Para empezar, porque el grado de influencia sobre una persona puede variar, agrega Gómez: “No todo influye igual en todas las personas. Hay también una susceptibilidad genética que hace que un contaminante pueda tener un efecto o no”.
En el Estudio Europeo de Cohortes para los Efectos de la Contaminación del Aire (ESCAPE), los investigadores encontraron ya en 2013, tras estudiar a cerca de 6.000 niños de seis a ocho años de varios países, que la exposición a la polución del aire se asocia con una reducción de la función pulmonar de los menores. Otra investigación publicada en 2021 mantiene, tras estudiar a cerca de un millar de niños alemanes, que la exposición infantil a la contaminación, puede reducir la función pulmonar hasta la adolescencia.
Asma y bronquitis
El asma es, según los investigadores del informe FAROS, la enfermedad más claramente asociada a la contaminación atmosférica. Una revisión científica en 2017 respaldó que sí hay una asociación entre la exposición a varios contaminantes asociados al tráfico y el riesgo de desarrollar asma. De hecho, un estudio de ISGlobal en 2020 calculó que, en Barcelona, el 50% de los casos de asma son debidos a la contaminación del aire. En otra investigación del ESCAPE con una decena de cohortes, los científicos también encontraron “evidencia consistente” de una asociación entre la polución y el desarrollo de neumonía durante la infancia.
Otra enfermedad influenciada por la polución es la bronquitis, que es una inflamación del revestimiento de los bronquios y causa tos y flemas. La comunidad científica ha encontrado, por ejemplo, un vínculo entre la exposición al carbono negro en el aire en los cuatro primeros años de vida y un incremento de la incidencia de bronquitis crónica en los adultos. Los investigadores del informe FAROS recuerdan un caso paradigmático de esta asociación: en los años noventa, con la reubicación de la industria en Alemania tras la caída del muro de Berlín, se observó una bajada de los síntomas respiratorios relacionada con la reducción de la exposición al dióxido de azufre.
Si bien el grueso de la investigación científica encuentra solo una relación y no pueden concluir causalidad entre la contaminación y las enfermedades, los investigadores del Sant Joan de Déu e ISGlobal aseguran, en su informe, que “la consistencia de los hallazgos que se han hecho hasta el momento implica que la asociación entre la contaminación atmosférica y la salud respiratoria está ampliamente aceptada”. Los científicos también alertan del efecto de otros contaminantes ambientales, como las sustancias químicas que están en el ambiente y que funcionan como disruptores endocrinos. Esto es, apunta Gómez, “que actúan como las hormonas del cuerpo, simulando los estrógenos de la mujer, por ejemplo” y alterando el organismo del individuo.
Más allá de las enfermedades respiratorias, hay estudios que también asocian la contaminación con un aumento de las visitas médicas por dermatitis atópica en niños y adolescentes, con el primer episodio de alergia o con la incidencia de rinitis alérgica. El impacto llega, incluso, al desarrollo cognitivo: deterioro de la memoria, la atención o la velocidad de procesamiento. Un estudio de ISGlobal, por ejemplo, constató que los días en que los menores están expuestos a mayores índices de polución muestran un retraso de un mes en la mejora natural de su velocidad de respuesta.
Respecto al cáncer, si bien es una enfermedad muy poco frecuente en los niños, también hay estudios que encuentran un vínculo con la contaminación. En 2001 se reportó por primera vez una asociación entre la contaminación por el tráfico y el riesgo de desarrollar leucemias, mielomas y tumores cerebrales, las dolencias cancerosas más comunes en los niños. En 2020, otro estudio asoció las partículas finas durante el desarrollo embrionario con la incidencia de cáncer hasta los 14 años.
Impacto del ruido
Donde queda camino por recorrer para concretar el impacto real en la salud es en otros factores ambientales, como el ruido. Un estudio con miles de escolares de colegios de Barcelona relacionó la contaminación acústica del tráfico con una menor capacidad de atención y memoria de trabajo. En el informe FAROS, Miguel Lanaspa, pediatra del Sant Joan de Déu, alerta, además, de que “dormir en ambientes ruidosos, o la presencia de ruidos inesperados como el de la motocicleta del ejemplo inicial, o el del camión de la basura, fracciona el sueño, rompe el ciclo y priva al organismo de los beneficios de las fases más profundas, como pueden ser la bajada de la presión sanguínea, la producción de serotonina (hormona “antiestrés”) y la consolidación de los recuerdos del día anterior”. Como un efecto dominó, si falla el sueño, se puede alterar el aprendizaje de los niños, aumentar el distrés emocional y, por tanto, elevar sus niveles de irritabilidad.
La evidencia científica disponible a nivel global sobre el impacto en la salud maternoinfantil, sin embargo, es limitada, admiten los autores del informe FAROS. “Hay pocos estudios que hayan evaluado la relación entre el ruido y la presencia de complicaciones en el nacimiento. Sin embargo, algunas investigaciones han estudiado el impacto del ruido proveniente de los aviones, de las carreteras y de las autopistas, y han visto que la posible asociación con el bajo peso al nacer o la prematuridad es insuficiente. Algunos estudios han visto que no hay asociación con tener un parto prematuro, o que la evidencia es limitada respecto el peso al nacer”.
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