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De la dejadez a la germofobia, ¿cuántas veces al día hay que lavarse las manos?

No hay un número ideal, sino una serie de situaciones recomendables. Hacerlo con demasiada frecuencia sin necesidad podría ser una señal de misofobia

Lavarse las manos
Una mujer se lava las manos con jabón en el fregadero.d3sign (Getty Images)

A finales de 2023, el medio estadounidense New York Post publicó los resultados de una encuesta que se había hecho entre estudiantes universitarios sobre sus hábitos de higiene. El titular, que decía que casi la mitad de los miembros de la generación Z son germófobos por lavarse las manos diez o más veces al día, llamó la atención de muchos lectores, que expresaron en las redes su confusión y se preguntaban: ¿acaso no es eso higiene normal?

“Diez veces al día o más no me parece alarmante”, señala Mireia Cantero, miembro de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria (SEMPSPGS). Lavarse las manos, al fin y al cabo, es “la medida más efectiva para prevenir infecciones”, como toda la población tuvo muy presente durante la pandemia de la covid. El lavado de manos está relacionado con menos infecciones respiratorias o como buena medida para prevenir la diarrea, por ejemplo. También se ha estudiado cómo mejoran la cifras de asistencia al colegio en temporada de gripe cuando se anima a los niños en edad escolar a lavarse bien las manos.

En cuanto al número de veces que habría que pasar por el lavabo para frotarlas con agua y jabón (o echarles gel hidroalcohólico), la experta explica que las recomendaciones van más por tipo de situaciones que por cantidad de lavados diarios. “Lo básico es lavárselas después de ir al baño, cuando vas a comer o preparar comida, siempre que las tengas sucias o después de sonarse los mocos, por ejemplo”, señala. De este modo, llegar a diez lavados no es complicado.

Los datos no dejan en buen lugar a una parte de la población: según una encuesta de la compañía de investigación de mercado YouGov Omnibus, una cuarta parte de los españoles no siempre se lava las manos después de ir al baño. Además, aunque los momentos en los que era recomendable lavarse las manos durante los meses más intensos de la pandemia son los mismos que en una situación normal, lo cierto es que la preocupación por la higiene de manos ha bajado. “Es desgraciadamente una de las cosas que se han perdido. Se decía que estas cosas estaban aquí para quedarse y ya están olvidadas”, se lamenta Cantero. Esto se ve, por ejemplo, en los datos recopilados por el Instituto de Salud Carlos III para la encuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Behavioural Insights sobre covid en España (COSMO-SPAIN). En la última ronda, llevada a cabo en septiembre de 2022, lavarse las manos a menudo como medida preventiva había bajado de los 4,39 puntos de julio de 2020 a 3,65 (5 es siempre, 1 es nunca). El lavado con gel hidroalcohólico, que Cantero indica que es incluso más efectivo, había descendido de 4,44 a 3,34.

Cuándo es demasiado

Aunque el lavado frecuente de manos es recomendable, sí es posible también pasarse en el número de higienes y que se convierta en un problema. Cuando se lavan demasiado, señala Mireia Cantero, hay “más riesgo de dermatitis, sequedad o que se produzcan microheridas”. Esto era algo común en los hospitales, ya que el personal sanitario debe lavarse las manos más a menudo que la población general. “Antes no había soluciones alcohólicas para hacer higiene de manos, así que la única forma era con agua y jabón, que irrita más. Entonces sí que había bastantes problemas de dermatitis en los profesionales. Tampoco los jabones eran tan buenos y estaba el problema de los guantes, que tenían polvo y también afectaba a la piel”, explica. Para que la población general llegue a este nivel de provocarse heridas tiene que lavarse muchísimo (o tener una piel especialmente sensible), algo que Cantero señala que es muy poco frecuente. “Solemos pecar de lavárnoslas de menos que de más”, asegura.

Sí existen, sin embargo, casos en los que el lavado de manos demasiado frecuente esconde un problema. La germofobia con la que el titular del New York Post señalaba a la generación Z. En castellano es más frecuente usar el término misofobia, que Manuel Oliva, del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, define como “un tipo de fobia que se centra en un miedo extremo e irracional a los gérmenes, la suciedad o la contaminación”. Además, no siempre es un miedo específico a la contaminación, sino que en ocasiones está también asociado al trastorno obsesivo-compulsivo.

Preocuparse por los gérmenes no tiene por qué constituir un problema. “Todos podemos experimentar cierta aprensión a contagiarnos de algún germen presente en lugares sucios o contaminados. Ante ese temor, podemos tomar unas medidas lógicas de higiene que no interfieren en nuestra vida normal; al contrario, nos hacen sentir más seguros y conectan con la educación en la limpieza que la mayoría hemos recibido”, explica el psicólogo.

El problema llega cuando el temor “se convierte en algo central”. Si la frecuencia de pensamientos de contaminación es alta y aparece una gran necesidad de realizar conductas de lavado o de prevención, de forma que “influye en el normal funcionamiento de la vida de la persona y genera alta ansiedad por ello”, ya se habla de un miedo patológico que sí puede ser preocupante. Vila enumera algunos síntomas de la misofobia: “Evitar lugares que son percibidos como sucios o llenos de gérmenes; pasar demasiado tiempo limpiando y descontaminando todo a su alrededor y usar productos de limpieza o desinfección de forma excesiva; lavarse las manos de forma obsesiva; negarse a compartir artículos personales y evitar el contacto físico con los demás o evitar multitudes o animales”.

Mireia Cantero añade que lo importante es tener en cuenta si hay o no indicación para ese lavado de manos. “Si la indicación está, lo tienes que hacer, aunque sean muchas veces. Cuando hay una patología compulsiva relacionada con el lavado de manos, en cambio, haces higienes de manos constantemente, sin estar indicado”, señala.

Por último, recuerda que también es fundamental encontrar el equilibrio. “Vivir sin microorganismos es imposible y tampoco es beneficioso, el mundo no es estéril. Sí hay una serie de momentos en los que es bueno hacer higiene de manos para evitar las infecciones, pero no se acaba nunca con los microorganismos (y no debería hacerse). Lo importante es prevenirlos en momentos de riesgo o no llevártelos a la boca o a ciertos sitios donde no tendrían que estar”, concluye.

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