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Raül Andero, neurocientífico: “Los fármacos para salud mental son poco específicos, como acelerar y frenar a la par”

El científico obtiene una beca Leonardo para investigar qué cambios se pueden inducir para disminuir los efectos del estrés traumático

Raúl Limón
Raül Andero salud mental
Raül Andero Galí, en el laboratorio Andero Lab.Fundación BBVA

Un accidente, la pérdida de un ser querido o cualquier suceso extraordinario grave deja en el cerebro huellas que pueden ser permanentes. El neurocientífico Raül Andero Galí, nacido hace 42 años en Mollet del Vallès (Barcelona) e integrante de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), analiza las secuelas de la exposición aguda a estímulos estresantes de carácter severo (estrés traumático), que pueden alterar el volumen de algunas áreas cerebrales, las hormonas, incluidas las sexuales (testosterona y estradiol), y el comportamiento de algunos genes o proteínas. Entender las consecuencias a largo plazo de un evento tan desgarrador, que puede incluso desembocar en cambios en los procesos de memoria o aprendizaje, es el primer paso para desarrollar tratamientos. Este es el objetivo del laboratorio del investigador (Andero Lab), que ha recibido una beca Leonardo de la Fundación BBVA, dotadas con hasta 40.000 euros por proyecto. El total de ayudas desde la creación del programa, en 2014, ha sido de 20 millones.

Pregunta. ¿Qué genera estrés traumático?

Respuesta. La exposición a situaciones que pueden poner en peligro nuestras vidas o las de nuestros seres queridos: un accidente de coche, por ejemplo, o una guerra. No sería traumático el estrés generado por ir a trabajar o por un atasco, que son situaciones estresantes, pero no traumáticas. El que estudiamos se genera siempre por circunstancias externas, por el ambiente y nuestra interacción con el mismo, por eventos y actos que pueden tener consecuencias muy graves y poner en riesgo nuestras vidas. Puede ser por algo que hagamos mal nosotros (como el consumo de sustancias estupefacientes y conducir) u otra persona.

P. ¿Qué efectos tiene?

R. Son innumerables, sobre todo, en el ámbito de las hormonas. El organismo libera hormonas por la exposición al estrés traumático (la más conocida es el cortisol), pero también hay cambios en las señales neuroquímicas que se intercambian las neuronas. Por ejemplo, se libera de forma inusual el neurotransmisor glutamato y puede cambiar cómo se comunican las neuronas a largo plazo, en meses, en años e incluso de forma permanente. También se producen cambios en el cerebro o en la regulación del ciclo menstrual. Se ha descrito hasta la reducción del número de neuronas en áreas cerebrales. Cada día se descubren nuevos cambios en el cerebro por el estrés traumático.

P. ¿Todo son perjuicios?

R. Cuando hablamos de estrés traumático, por definición, es negativo. Hay que destacar que la mayoría de la gente expuesta a este trauma, al cabo de unos meses, suele ser capaz de retomar su vida normal. Pero hay algunas personas que no pueden nunca. Ahí es donde necesitamos nuevos tratamientos para evitar que, quienes han sido expuestos a acontecimientos traumáticos, cronifiquen esos efectos y puedan retomar su vida normal. No se trata de olvidar el acontecimiento traumático, sino de disminuir el impacto que tiene este en la salud mental.

P. ¿Cómo investiga los daños cerebrales tras un estrés traumático?

R. Trabajamos con modelos animales y también con estudios en personas para intentar entender cómo el estrés traumático cambia las redes neuronales de memoria. Cuando alguien se expone a un accidente de coche, la memoria del suceso queda muy fijada: suele haber pesadillas o nervios al volver a subir a un vehículo. Se produce porque este estrés ha modificado las memorias que tenemos asociadas al coche y al accidente. Lo que queremos investigar es cómo el estrés y la memoria interactúan y cómo hacer que los niveles patológicos de interacción vuelvan a ser normales.

El miedo es necesario para la supervivencia de los mamíferos y no ha cambiado mucho con la evolución de las especies

P. ¿Cómo se traslada el estudio en animales a personas?

R. Nuestro grupo es pionero en España en el estudio de marcadores que se encuentran en modelos animales y también existen en personas. Evidentemente, un animal de laboratorio no es una persona, pero los dos son mamíferos y hay muchos procesos que funcionan igual, como, por ejemplo, las memorias del miedo relacionadas con el estrés. Aprovechamos esta similitud para estudiar generalidades como los genes que actúan de forma similar en el cerebro o las hormonas. El miedo es algo necesario para la supervivencia de los mamíferos y no ha cambiado mucho con la evolución de las especies. Podemos inferirlo a través del estudio de la conducta y hacer pruebas más o menos parecidas en personas, unir los resultados y encontrar muchas similitudes.

P. ¿Pero en las personas no disponen de un registro biomolecular previo al estrés traumático para analizar los cambios?

R. El experimento ideal sería tener muchas variables antes y después de un trauma para comparar qué pasa. Con los modelos animales intentamos solventar esa limitación y, en personas, estudiamos a pacientes que han ido a Emergencias después de un accidente de tráfico, por ejemplo, o una agresión sexual. Si se presentan voluntarios, estudiamos muchas variables. Hace un par de meses hemos descubierto que el momento del ciclo menstrual de las mujeres en el momento del trauma no influye para desarrollar el trastorno de estrés postraumático. Es muy complicado de estudiar y hemos sido uno de los primeros grupos en apuntarlo. Una de nuestras teorías es que da igual que, durante el ciclo menstrual, haya picos de estradiol porque el estrés traumático es tan brutal que es como un tren que pasa por la vía, haya o no un coche sobre ella.

P. ¿El objetivo de la investigación becada es manipular los elementos que se ven afectados por el estrés e interferir en ellos?

R. El objetivo fundamental de esta beca Leonardo es entender los mecanismos moleculares. Nos vamos a focalizar en una enzima que está sintetizada tanto en personas como en animales por el gen Ppm1f, que descubrimos nosotros y que está relacionada con el estrés traumático. Lo que hacemos es manipularla, eliminando este gen en la adultez y viendo si previene las consecuencias del estrés traumático. También vamos a usar MINISCOPES [visualización in vivo de corrientes de calcio con microscopios mimiaturizados] para seguir, en el cerebro de animales de laboratorio, entre 200 y 400 neuronas. Podemos ver en vivo y en directo cómo se están generando memorias. Esto es fascinante porque podemos investigar qué cambios podemos inducir nosotros para disminuir los efectos del trauma y, al entender todo esto, lo podríamos trasladar a personas, ya que estamos trabajando con este gen en ratones, pero también es importante en pacientes con trastorno de estrés postraumático.

En animales de laboratorio, eliminamos la función de genes para que no haya consecuencias del estrés traumático o queden disminuidas. Eso podría ayudar a encontrar tratamientos

P. ¿Manipular un gen para evitar un efecto de un episodio traumático?

R. Lo hacemos en animales de laboratorio, claro. En personas no es ético y no se puede hacer ni se debe hacer. Pero en animales de laboratorio, eliminamos la función de genes para que no haya consecuencias del estrés traumático o queden disminuidas. Eso podría ayudar a encontrar tratamientos, fármacos o terapias que afecten a la expresión de este gen en personas. Según lo vemos nosotros, se trata de identificar cuál es el gen o los receptores importantes y, luego, otros grupos especializados, pueden encontrar dianas terapéuticas. Nosotros les podemos guiar adonde se pueden encontrar terapias adecuadas.

P. ¿Podría haber una pastilla para después de un episodio traumático?

R. La idea general sería combinar psicoterapia y farmacología. Los fármacos que hay ahora en salud mental, para trastornos siquiátricos no neurológicos, son los ansiolíticos, para tratar la ansiedad, y los antidepresivos. Estos fármacos se focalizan en receptores que están expresados en casi todo el cerebro. A veces funcionan y otras es como conducir un coche apretando a la vez el acelerador y el freno. El fármaco activa un área e inhibe otra, porque los receptores hacen cosas diferentes en distintas zonas. Son poco específicos. Esto no quiere decir que haya que hacer cambios en los tratamientos; hay que seguir haciendo lo que diga el psicólogo o el psiquiatra. Lo que queremos desarrollar son fármacos que, por ejemplo, vayan más dirigidos a las neuronas y a las áreas cerebrales que queremos y no a todo el cerebro, como suele pasar con los fármacos que hay ahora.

P. ¿Podría haber tratamientos específicos para diferentes tipos de estrés traumático?

R. Creo que eso está muy lejos. Aún no tenemos ni un tratamiento efectivo para tratar el estrés traumático. Con encontrar algo que sea más efectivo que lo que tenemos ya, firmaríamos.

Para el estrés cotidiano, siempre recomiendo una dieta muy saludable, ejercicio, meditación y, sobre todo, evitar las drogas

P. ¿Y para el estrés puntual no traumático?

R. También estoy muy interesado en este estrés más cotidiano porque puede tener efectos muy perjudiciales en la salud mental. Siempre recomiendo una dieta muy saludable, ejercicio, meditación y, sobre todo, evitar las drogas.

P. ¿Por qué se interesó por el estrés? ¿Es la enfermedad del mundo actual?

R. Mi interés por el estrés traumático viene de que es el único trastorno psiquiátrico o psicológico que ocurre por un único acontecimiento. La esquizofrenia no se sabe muy bien por qué empieza y hay gente que no sabe cuándo comenzó su depresión. En cambio, en el trastorno de estrés postraumático sabes que hubo un accidente, el día y la fecha. Eso me interesa porque tenemos una oportunidad terapéutica enorme, se pueden hacer tratamientos.

P. ¿Se puede medir el estrés?

R. No hay una manera única ni vale solo medir la hormona del estrés. La más conocida es el cortisol, que nos preparara para la acción. Pero no existe una única hormona del estrés. Se está estudiando dar cortisol para prevenir consecuencias traumáticas, pero no va a ser tan sencillo porque no es el único factor; hay otros genes, neurotransmisores y señales neuroquímicas.

P. ¿Suministrar la hormona del estrés para combatirlo?

R. Sí. Es así de paradójico. Cabría esperar que genere más estrés, pero ya publicamos en 2018 que, en animales, lo que hace es disminuir algunos de los efectos perjudiciales del traumático. Los mecanismos aún se están estudiando.

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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