Alimentos procesados que parecen veganos pero no lo son
El sector vegetariano pide una regulación específica para estos alimentos, que pueden confundir al consumidor
El aumento de productos de origen vegetal en la dieta es un hecho incuestionable, como lo es el creciente interés de los consumidores por las llamadas dietas plant-based o basadas en alimentos vegetales. En España, según los datos del informe Green Revolution de la consultora Lantern, entre 2019 y 2021, el número de personas que se declaraban veggies aumentó un 34%, hasta los cinco millones de ciudadanos. En esa etiqueta se incluye a los vegetarianos, que consumen principalmente vegetales, pero también huevos y lácteos; los veganos, cuya dieta está basada únicamente en productos de origen vegetal, y los flexitarianos que se alimentan principalmente de vegetales, pero pueden comer ocasionalmente carne o pescado.
Esos cinco millones de personas en España y muchos otros en el mundo tienen cada vez más fácil encontrar alimentos veganos o vegetarianos, incluso en supermercados tradicionales. Así que, en principio, parece fácil seguir una dieta basada en vegetales, pero la realidad es que no lo es tanto. Y no lo es porque estos alimentos no cuentan con una regulación específica. “Necesitamos un marco claro para esta categoría”, afirma Natalia Berenguer, presidenta de Vegetales, la primera asociación española de productores de alimentos y bebidas vegetales. “No es una moda y, por lo tanto, hay que regularlo. Como en todas las categorías alimentarias que cada una tiene su regulación y sus normas de juegos, sus mínimos, sus máximos, todo”, añade.
El que no exista una regulación específica ha obligado a veganos y vegetarianos a hacerse expertos en desentrañar las etiquetas de los alimentos. “Los miembros de este colectivo acostumbramos a leer detalladísimamente la lista de ingredientes, pero, incluso con eso, hay veces que no tenemos garantía de que un producto sea vegano o vegetariano”, explica Borja Monzó, de la Unión Vegetariana Española (UVE).
Que una lechuga es una lechuga, o un plátano es un plátano, es evidente para cualquiera. Pero si entramos en la categoría de alimentos procesados podemos llevarnos muchas sorpresas. Por ejemplo, cualquiera diría que la cerveza o el vino son productos vegetales: la cerveza se hace con cebada y otros cereales y el vino con uvas. Pero la realidad es que no siempre son veganos. En los dos casos puede existir un ingrediente que genera conflictos: es la llamada cola de pescado, que se obtiene de la vejiga de algunos peces y se usa para hacer gelatinas. Y estas gelatinas se han utilizado desde el siglo XIX para clarificar vinos y cervezas. La mayoría de las cerveceras han dejado de usarlas y también muchas bodegas, pero todavía quedan algunas que lo hacen. Según el repositorio online Barnivore que, entre más de 35.000 marcas de vinos, identifica aquellas que son veganas, algunas marcas de vinos españoles muy populares no son veganas: Don Simón, ni el vino, ni la sangría; Campo Viejo, por ejemplo, tampoco lo sería según la información de este repositorio, pero sí lo es Cuatro Rayas.
Y tal y como ocurre con el vino pasa con algunos vinagres, en cuya producción puede usarse también cola de pescado. O con el azúcar. “Lo que ocurre con el azúcar”, explica dice Borja Monzó, “es que en algunos lugares todavía se blanquea con un carbón procedente de huesos de animales. Esta es una práctica que en Europa está obsoleta, pero sí podemos encontrarnos con productos procesados o importados que lo hayan usado”. El experto explica que, en general, el problema es que en el proceso de elaboración de los alimentos “se usan muchos productos que no son de origen vegetal. Ya sea como ingredientes, como aditivos o como coadyuvantes tecnológicos”.
En algunos casos, como en el de los clarificantes de vinos y cervezas, la cola de pescado que se usa solo para decantar el producto no está presente en el producto final, pero para muchas personas veganas el uso durante el proceso hace que no consideren que el producto es vegano. Pero como no hay regulación, nada impediría, por ejemplo, que esos productos se publicitaran como veganos.
Como con el vino, la cerveza, el vinagre o el azúcar, ocurre con otros muchos alimentos. “Pasa también con las lecitinas, que son habituales en muchos productos y pueden ser de origen vegetal, es muy común la lecitina de soja, pero también puede ser de huevo y entonces ya no son veganas. Si en la información sobre los ingredientes de un producto pone solo lecitina, no sabes si es de origen vegetal o de origen animal”. Como con la lecitina ocurre con la albúmina. Y con muchos otros, lo que pasa es que la mayoría de las personas desconocen su origen: la caseína es una proteína de la leche animal, la cochinilla es un colorante que se obtiene de un insecto, la elastina procede de los ligamentos del ganado vacuno o la pepsina que se obtiene del estómago de los cerdos.
“Debemos apostar por un etiquetado transparente y sencillo –asegura Natalia Berenguer-, que permita al consumidor saber qué está comiendo: quiero ser vegano, no quiero ser vegano, quiero comer más sal, no quiero comer grasas…”
Y esos consumidores no son ya unos pocos que se abastecen en los herbolarios. Según el informe Green Revolution, en 2021 el mercado español de sustitutos vegetales tuvo un valor aproximado de 430 millones de euros. Y todos los estudios auguran una subida imparable en los próximos años.
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