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Francisco Lopera: “La naturaleza nos enseña que podemos retrasar 30 años los síntomas del alzhéimer”

El médico colombiano lidera la búsqueda de avanzados tratamientos para la prevención de esta enfermedad neurodegenerativa que afecta hoy a más de 40 millones de personas en el mundo

Juan Miguel Hernández Bonilla
Francisco Lopera, director del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, en su casa en Itagüí, al sur de Medellín.
Francisco Lopera, director del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, en su casa en Itagüí, al sur de Medellín.Santiago Mesa

El médico colombiano Francisco Lopera Restrepo (Aragón, Antioquia, 71 años) ha dedicado más de la mitad de su vida a investigar las causas y las posibles curas del alzhéimer, una enfermedad neurodegenerativa que hoy padecen más de 40 millones de personas en el mundo. Lopera, actual director del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, en Medellín, ha trabajado desde hace cuatro décadas con más de 6.000 miembros de 25 familias de un pueblo colombiano que sufren alzhéimer genético o hereditario. “Yarumal es el lugar del mundo con la población más grande de este tipo de alzhéimer. Allí puede estar el secreto contra la enfermedad”, explica Lopera.

El investigador, que en 2020 se convirtió en el único latinoamericano en ganar el prestigioso premio Bengt Winblad Lifetime Achievement por su lucha contra el alzhéimer, es optimista frente a la posibilidad de prevenirlo: “La naturaleza nos enseña que podemos retrasar 30 años la aparición de los síntomas”. Lopera lo dice por el caso de Aliria Rosa Piedrahita, la única mujer del mundo que tenía en su biología el gen del alzhéimer y, al tiempo, el de su cura. “Su caso fue un experimento natural. Nos dimos cuenta de que su cerebro estaba protegido por una mutación que evitaba que la enfermedad se desarrollara”, cuenta Lopera. Aliria Rosa Piedrahita, como los demás miembros de su familia, debía comenzar a desarrollar síntomas a los 40 años y morir a los 60, pero cuando los científicos la conocieron tenía 70 y recordaba todo muy bien, estaba viva y sana. Había vivido sin señales de la afección 30 años más de lo esperado. Solo empezó a experimentar algunos síntomas hacia los 72 y murió de cáncer, seis años después, sin haber desarrollado una demencia grave.

En términos prácticos, dice el doctor, esta mujer le mostró a la ciencia un camino para prevenir el alzhéimer. “Ahora solo hace falta seguirlo”, explica. Y revela que, en tres meses, él y su grupo de investigación van a publicar un nuevo estudio científico que muestra cómo funcionaba el cerebro de Aliria y otro con los resultados de un ensayo clínico que acaba de terminar para conocer la efectividad de un medicamento contra la dolencia.

Francisco Lopera ha dedicado los últimos 40 años de su vida a investigar el alzhéimer
Francisco Lopera ha dedicado los últimos 40 años de su vida a investigar el alzhéimerSantiago Mesa

Pregunta. ¿En qué consistió el último ensayo clínico?

Respuesta. Fue un estudio que comenzó en 2013 y terminó en marzo de 2022. Lo hicimos en alianza con el Instituto de Salud de Estados Unidos, el Instituto Banner de Arizona y la empresa Genentech. Estaba dirigido a personas sanas y a personas que tuvieran la mutación del alzhéimer de Yarumal, pero que aún no hubieran desarrollado ningún síntoma. La idea era ofrecerles un tratamiento experimental con un anticuerpo monoclonal que limpia el amiloide del cerebro, una de las proteínas causantes del alzhéimer. La investigación estaba programada para cinco años y 300 voluntarios, pero solo pudimos trabajar con 252. Para resolver ese problema estadístico, prolongamos el estudio a ocho años.

P. ¿Qué concluyeron?

R. Seguimos haciendo el análisis de los datos para concluir si ese medicamento es capaz de retrasar los síntomas de la enfermedad en esta población. Vamos a presentar los hallazgos en el congreso de la Asociación Internacional de Alzhéimer en San Diego, California, el 2 de agosto de este año. Una cosa le puedo decir: somos optimistas. Sabemos que estos medicamentos no han funcionado en el pasado, pero nuestra hipótesis es que el fracaso se da porque se han aplicado demasiado tarde, cuando el daño cognitivo ya está hecho. Por eso, tenemos la esperanza de que, por haber utilizado este medicamento en etapa preclínica, antes de que la persona tenga síntomas, podamos tener más éxito.

P. ¿Ustedes creen que, si se elimina el amiloide del cerebro, se pueden retrasar los síntomas?

R. Así es. Eliminar el amiloide, que es una basura proteica extracelular que se deposita en el cerebro de las personas con alzhéimer genético a los 28 años, podría inhibir la producción de tauopatía, una alteración de las proteínas tau, que en esta población comienza 10 años después, a los 38, y es responsable de los síntomas del alzhéimer. Es decir, si eliminamos el amiloide en las primeras etapas, podríamos empezar a reducir la enfermedad. Ese es el objetivo.

P. Las personas de Yarumal, con alzhéimer genético, son ideales para estos ensayos porque los médicos saben quiénes van a desarrollar la enfermedad. ¿Esto hace de Colombia un lugar privilegiado para la investigación?

R. Sí. Estas familias son necesarias para todos los estudios de prevención de la enfermedad. Colombia tiene la población más grande de alzhéimer genético del mundo y Yarumal la más grande de Colombia. Hay que recordar que el alzhéimer genético es solo el 1% del total de casos de alzhéimer, la otra variante se llama esporádica. Nuestros estudios aspiran a servir para prevenir los dos tipos. Creemos que lo que se descubra en el genético es aplicable a la población que va a sufrir el esporádico porque los síntomas son los mismos, lo que varía es el origen. En el genético sabemos que se desarrolla por una mutación de un gen, en el esporádico aún no está clara la causa.

P. Estudiando las mutaciones de esas familias de Yarumal descubrieron el caso de Aliria, la única mujer del mundo con el gen del alzhéimer y, al tiempo, el de la cura. ¿Cómo fue ese encuentro?

R. Aliria fue una mujer excepcional en el planeta. Fue la única portadora de dos mutaciones genéticas en apariencia contradictorias: una que la condenaba a sufrir la enfermedad de Alzheimer a la edad de 44 años y otra que la protegió hasta sus 70. Cuando la conocimos pensamos que había un error, tuvimos que hacerle varias pruebas de sangre para confirmarlo. Con ella, la naturaleza nos enseñó que podemos retrasar 30 años la aparición de los síntomas. Colaboró mucho con la investigación, viajó tres veces a Boston [Estados Unidos] a hacerse chequeos y, cuando falleció, su familia donó su cerebro para la investigación.

P. ¿Qué descubrieron en su cerebro?

P. Encontramos que era portadora del gen de Presenilina 1, la mutación e280a, que la enfermaba, y de la mutación APOE 3 Christchurch, que la protegía. Como yo les digo a mis estudiantes: la naturaleza, a través de Aliria, nos está enseñando la prevención o la cura del alzhéimer. Creo que si logramos imitar lo que hace la mutación Christchurch en las personas que tienen la enfermedad, podríamos retrasar en 30 años el inicio de los síntomas.

P. ¿Es posible reproducir ese gen en el cuerpo de quienes no lo tienen?

R. Sí, se podría hacer, por ejemplo, terapia génica: coger un virus, extraerle todo lo que tiene adentro y ponerle la información genética protectora y producir una infección en el organismo para que la persona reciba la protección que necesita. Eso, técnicamente, todavía es complicado, pero teóricamente es posible. La otra opción es desarrollar medicamentos que imiten el mecanismo de acción del gen protector en el cerebro. Hay muchos grupos de investigación trabajando en eso. Desde Colombia les mandamos un mensaje a los científicos del mundo: podemos cambiar el sueño de retrasar cinco años el inicio de los síntomas del alzhéimer por retrasarlos 30. En la práctica, eso sería la cura de la enfermedad. Hay esperanza.

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Sobre la firma

Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.

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