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Bastien Sachet, asesor medioambiental: “Muchas empresas no saben de dónde viene su materia prima”

El ingeniero agrónomo dirige Earthworm, una fundación que asesora a multinacionales como Nestlé, el Grupo Bimbo o Johnson & Johnson para reducir el impacto de su actividad en el lugar del que obtienen los productos

Bastien Sachet
Bastien Sachet, asesor ambiental y presidente de la fundación Earthworm, en una fotografía cedida.
Daniel Alonso Viña

Al otro lado de la pantalla, Bastien Sachet (Sainte Adresse, Francia, 47 años) levanta la pierna por encima de la mesa y enseña un tobillo hinchado y rodeado de hielos. Se lo ha torcido una hora antes de la entrevista, mientras daba de comer a las gallinas en su casa, en un pueblo de Suiza. “Quiero hacer demasiadas cosas y me acabo haciendo daño”, dice. Sachet es francés, ingeniero agrícola y presidente de la Fundación Earthworm, una organización con más de 25 años de historia que siempre se ha movido en un terreno un tanto resbaladizo. Ayudan a multinacionales como Nestlé o Johnson & Johnson a colaborar con los agricultores y empresas locales ―repartidas por el mundo― de las que obtienen las materias primas y les asesoran para reducir el impacto que tiene su actividad extractiva.

Pregunta: ¿Cómo distingue a las empresas que van en serio de las que solo quieren un lavado de cara cuando trabaja con ellas?

Respuesta: Es un proceso de prueba y error. Hay otras organizacionesque ven a todas las empresas como enemigas. Nosotros las vemos como monstruos con mucha capacidad de influencia, para bien y para mal. Nestlé, por ejemplo, está conectada con un montón de agricultores en Francia y las instrucciones que les mandan pueden cambiar las cosas. Sabemos que estas multinacionales no se han preocupado por el medio ambiente durante mucho tiempo, pero nosotros intentamos llevarlas a nuestro terreno para que tengan un impacto positivo.

P: ¿Y qué pasa cuando no quieren?

R: Las dejamos marchar. Somos una organización sin ánimo de lucro, no somos una empresa, no estamos trabajando para nadie y tomamos las decisiones libremente. Al principio, hablamos con ellos para ver qué es lo que quieren y si encaja con nuestra misión. Si quieren trabajar para regenerar el suelo y vemos que tienen ambición y voluntad de cambiar las cosas, empezamos a trabajar con ellas. Lo primero que hacemos es conectar los puntos de la cadena de suministro hasta encontrar el lugar del que extraen la materia prima.

P: ¿Las empresas no lo saben de antemano?

R: No, muchas veces no saben de dónde viene su materia prima. Durante los últimos treinta años, las empresas se han centrado en el marketing, en contar una historia bonita y optimizar al máximo los costes. No saben de dónde viene el producto que compran al proveedor. El director de una empresa, cuando empezamos a trabajar con ellos, nos dijo que nunca encontraríamos el origen del aceite de palma que utilizaban. Decía que la cadena de suministros globales era demasiado compleja.

P: ¿Qué pasó?

R: Que nos pusimos a investigar hasta encontrar el origen.

P: ¿Cómo es trabajar con los agricultores en esos lugares?

R: Lípidos Santiga, por ejemplo, es una empresa española que refina aceites vegetales. Estamos trabajando con ellos. Tiene proveedores en Malasia, Indonesia, Perú o Brasil. Nuestra tarea es asegurarnos, con imágenes satelitales y otros métodos, que la extracción de la materia prima no está conectada con procesos de deforestación. Si eso sucede en algún lugar, hablamos con los proveedores y agricultores y vemos si están dispuestos a cambiar su forma de trabajar. Si no quieren, les decimos: “Mira, si no paras esto vamos a dejar de trabajar contigo”. Cuando no están dispuestas a hacer los cambios, le pedimos a Lípidos que cambie de proveedor.

P: ¿Y los agricultores con los que trabajan en España?

R: Aquí primero les preguntamos por el estado de su tierra, hablamos con ellos de la economía de sus cultivos (que es algo que evidentemente les preocupa mucho) y tratamos de convencerles. Les decimos: ‘Oye, quizá si la tierra no estuviera tan deteriorada, no necesitarías tanto fertilizante ni tanto pesticida’, que es la verdad. A los que nos escuchan les ayudamos a reconstruir el modelo de negocio, para que las empresas ayuden financieramente a los agricultores mientras prueban esas nuevas prácticas más ecológicas.

Una imagen cedida por el autor
Bastien Sachet, presidente de la fundación ambiental Earthworm, en una fotografía cedida. Vincent FRAIR

P: Está en la junta asesora de fondos de inversión que hacen inversión de impacto [la que se realiza con la intención específica de tener un impacto social o medioambiental positivo]. ¿Cómo va eso?

R: Las grandes empresas tiene muy claro la necesidad de descarbonizar, pero siento que los inversores están pidiendo que lo hagan con los mismos márgenes de beneficios que el resto, y eso es imposible. Para que haya sostenibilidad, tiene que volverse a invertir en los agricultores. Tenemos que poner dinero en las manos de los agricultores, que han sido descapitalizados por las grandes empresas que han hecho dinero gracias a extraer capital natural y social de ellos. Si queremos revertir el proceso, si queremos que nuestras tierras estén saludables, tenemos que reducir la intensidad con la que explotamos el suelo.

P: Eso implica menos beneficios.

R: Sí, y es terrible ver cómo funciona ahora la inversión de impacto. Sostenibilidad, sostenibilidad, bajos costes, bajos costes, beneficio. En algún punto tenemos que dejar atrás el beneficio, porque no puedes tener ecosistemas sanos y conseguir un 15% de beneficio. Es lo que está pasando en la inversión de impacto. Muchos se están echando atrás porque dicen que no funciona. Claro que no funciona, porque le estás pidiendo a empresas que toman riesgos enormes al reinvertir en la naturaleza, que tengan los mismos beneficios que aquellas que no están haciendo nada.

P: Tras el resultado de las elecciones europeas se está hablando de ralentizar la implantación del Pacto Verde. ¿Cuál es su diagnóstico de la situación?

R: El tema del calentamiento climático no se va a disipar. La regeneración de la tierra agrícola, especialmente en Europa, es un tema de ingresos y beneficios para los agricultores. Ahora mismo se gasta mucho dinero en máquinas y gasolina para remover la tierra, un trabajo que podrían hacer las lombrices [en inglés, earthworm] mucho mejor. Yo creo que el movimiento de regeneración de los suelos no va a parar.

P: ¿Y no irá mucho más lento que hasta ahora?

R: El problema es que, hasta ahora, las medidas verdes han llegado a los agricultores por obligación, a través de mandatos y restricciones. ¿Y cómo ha terminado eso? Con tractores en Bruselas y con los agricultores diciendo ‘acabemos con todo esto’. Hemos dado un paso adelante y dos atrás. Yo estoy a favor de una ecología que sea menos punitiva y diseñada en conjunto con los que gestionan las tierras. Creo que el cambio climático va a estar en lo alto de la agenda política simplemente porque el impacto que está teniendo en la agricultura ya es ineludible.

P: ¿Y los agricultores son conscientes de ello?

R: Lo estamos viendo en el norte de Francia, por ejemplo. Hace unos meses hubo allí unas inundaciones terribles. Los agricultores vieron desaparecer sus hectáreas de patatas, con las patatas flotando por encima de la tierra. Antes de eso, cuando teníamos reuniones sobre agroecología, no venía nadie de la parte política. Ahora los dirigentes de las provincias saben que tienen que estar ahí. El gobierno local es cada vez más consciente del problema. Estoy convencido de que, pese a los grandes cambios políticos, el movimiento de protección del medio ambiente va a seguir, aunque sea de una forma diferente, menos regulatoria y más de incentivación.

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