Cuando una empresa compra créditos para contaminar salvando bosques que en realidad no están amenazados
Una treintena de científicos denuncia en una carta en ‘Nature’ la falta de rigor de las compensaciones voluntarias usadas para luchar contra el cambio climático
Para cumplir sus compromisos climáticos, algunas empresas compran créditos de carbono a través de un proyecto centrado en salvar de la tala bosques tropicales de un país africano. Teóricamente, si se consiguen mantener esos árboles en pie, se habrá evitado generar unas emisiones que estas compañías podrán computarse para compensar, en la misma cantidad, otras que ellas hayan producido. Sin embargo, cuando investigadores independientes analizan este proyecto con imágenes de satélite descubren que estas masas forestales en realidad no están amenazadas, pues los factores de deforestación de la zona no son los que aseguran los promotores. Este es un caso real puesto como ejemplo de lo que está ocurriendo de forma generalizada con las compensaciones voluntarias de emisiones por el investigador William R. L. Anderegg, impulsor de una carta firmada por 34 científicos la semana pasada en la revista científica Nature que denuncia la falta de rigor de los créditos de carbono usados para luchar contra el cambio climático, en especial, los relacionados con la gestión forestal.
“Hay un conjunto bastante amplio de estudios científicos que demuestran que muchas de las compensaciones de carbono actuales no funcionan para el clima. No están logrando una mitigación climática real, especialmente las basadas en la naturaleza”, comenta en una entrevista online Anderegg, director del Wilkes Center for Climate Science and Policy de la Universidad de Utah (EE UU). “Hay proyectos que funcionan razonablemente bien, pero según los estudios que hemos visto en la literatura científica, probablemente sean menos del 5% o el 10%. Así que la gran mayoría, más del 90%, no funcionan para el clima”.
La acción más eficaz para luchar contra el calentamiento desde las empresas es la reducción directa de sus propias emisiones, a través de medidas como el uso de energías renovables, el ahorro y la eficiencia, mejoras en el transporte… Sin embargo, las compañías también pueden cumplir sus compromisos para alcanzar las emisiones netas cero o la neutralidad climática comprando créditos de carbono a terceros. Se trata de compensar las emisiones propias con los proyectos de otros que supuestamente absorben CO₂ de la atmósfera por medio de la plantación de árboles o evitan la generación de emisiones, a través de la instalación de energías renovables o frenando la deforestación (estos últimos se conocen como REDD+).
Sin embargo, como señalan los firmantes de la carta, “la mayoría de las compensaciones voluntarias de carbono actuales no son sólidas ni capaces de neutralizar las emisiones de combustibles fósiles”. Según estos especialistas en ciclo del carbono forestal, políticas del clima y mercados de carbono, numerosos estudios “han detectado problemas importantes y generalizados en muchos protocolos y programas de créditos de carbono”.
La carta de Nature surge después de que el consejo de administración de una de las principales organizaciones independientes dedicadas a asesorar y validar los compromisos climáticos de las empresas, Science-Based Targets initiative (SBTi), abriera la puerta el mes pasado al uso de estos créditos de carbono para alcanzar los objetivos más difíciles de cumplir, los que están enfocados en las emisiones indirectas de las empresas en su cadena de valor (denominados alcance 3). En una comunicación del pasado 9 de abril, esta organización señala: “Si bien existe un saludable debate en curso sobre esta cuestión, SBTi reconoce que, cuando esté respaldado adecuadamente por políticas, estándares y procedimientos basados en evidencia científica, el uso de certificados ambientales con fines de reducción de emisiones de alcance 3 podría funcionar como una herramienta adicional para encarar el cambio climático”.
De forma posterior, SBTi ha asegurado que esto no supone un cambio en sus actuales estándares. Sin embargo, esto no ha frenado el enérgico rechazo de los científicos que trabajan en este ámbito, que no esperaban un movimiento así de una organización que tiene como socios a Carbon Disclosure Project (CDP), el Pacto Mundial de Naciones Unidas, la coalición We Mean Business, el World Resources Institute (WRI) o World Wildlife Fund (WWF).
“Esta organización, Science-Based Targets initiative, es el mayor grupo de fijación de objetivos de empresas, ayuda a miles de empresas en todo el mundo a establecer sus objetivos climáticos para llegar al cero neto. Hasta ahora, ha tenido una base científica muy sólida y no ha permitido compensaciones de carbono, pero ahora ha dado un paso que les aleja de la mejor ciencia y por eso les pedimos que lo reconsideren”, recalca Anderegg. “Esta fue una decisión tomada por el consejo de administración, pero hubo muchas objeciones y críticas por parte del personal que trabaja en SBTi. La organización tiene un grupo asesor científico y un consejo técnico, ninguno de los cuales fueron consultados, y están muy molestos por ello”, continúa.
Criterios científicos
Otro de los científicos firmantes de la carta, Maurizio Mencucini, experto en ecología vegetal y ecosistémica del centro de investigación español CREAF, incide en que sí es posible conseguir créditos de carbono fiables con criterios científicos por medio de actuaciones forestales, pero también recalca que no es ni mucho menos lo que está pasando. Según detalla, “tú tienes que demostrar cuál es el nivel de partida de sumidero de carbono de la zona, tienes que demostrar que la cantidad de sumidero va aumentando en el tiempo y tienes que demostrar que esto es adicional, que no hubiera pasado sin el dinero que tú das (lo que debe comprobarse comparándolo con lo que ocurre en otras áreas externas)”.
“Pero también —prosigue— hay que comprobar que la prohibición de talar árboles no provoca deforestación en otros sitios, hay que cumplir unos criterios de permanencia en el tiempo, en los próximos cien años seguro que algo malo va a pasar, un fuego, una tormenta, que va a destruir una parte de lo hecho, esto se puede estimar de forma científica, y además hay que tener en cuenta a las comunidades locales”.
Mencucini señala: “Yo participé en un proyecto en Kenia pagado por una importante compañía de seguros que ha funcionado bien, un pequeño experimento piloto para que comunidades locales no utilizaran más sus bosques de manglar costeros”. “Evidentemente”, destaca el investigador del CREAF, “los problemas aparecen cuando se pasa de un experimento a pequeña escala controlado por universitarios a una escala mucho mayor donde empresas grandes ponen millones de euros”.
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