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Guerra abierta entre PP y Vox: de candidatos a ministros a “patriotas de pacotilla”

La Mesa del Congreso desata una guerra entre el PP y Vox y pone en riesgo los acuerdos presupuestarios en gobiernos autonómicos y municipales

Natalia Junquera
Santiago Abascal (a la izquierda) y Pablo Casado charlan en el hemiciclo durante la sesión constitutiva de las Cortes.
Santiago Abascal (a la izquierda) y Pablo Casado charlan en el hemiciclo durante la sesión constitutiva de las Cortes.ULY MARTÍN

“Yo he defendido mucho más a Vox que ellos a mí”, declaró este martes con amargura Pablo Casado. Lo decía cargado de razón porque el partido de extrema derecha, que surge como una escisión crítica del PP —donde había militado su líder, Santiago Abascal y buena parte de sus candidatos—, atacó a la matriz desde el principio, mientras el presidente popular adoptó un papel de hermano mayor, normalizando su presencia en las instituciones y defendiéndoles de los ataques de la izquierda hasta asegurar, por ejemplo, que “el partido peligroso y más radical de la historia de la democracia española” era Podemos, y no Vox.

La relación empezó a cambiar para el PP la pasada campaña, cuando detectó que Vox recortaba distancias, y este martes estalló en una guerra de tuits y declaraciones por la composición de la Mesa del Congreso. Los populares temen ahora que el partido de Abascal traslade el campo de batalla a las plazas donde el apoyo de Vox fue imprescindible para que ellos conservasen o se hiciesen con el poder y que el hermano menor eleve el coste de sus votos para sacar adelante los presupuestos autonómicos y municipales.

La Mesa del Congreso es el órgano que decide la actividad de la Cámara y sus integrantes reciben cuantiosos complementos económicos (3.106 euros los vicepresidentes; 2.589 los secretarios). El PP ofreció apoyar a Vox a cambio de que estos cedieran uno de los dos puestos que reclamaban a Ciudadanos, pero el partido de Abascal se negó y el PP decidió votarse a sí mismo para elegir las vicepresidencias y prestar votos a Ciudadanos para las secretarías. Vox definió esa maniobra como un “cordón sanitario” contra ellos y acusó al PP de permitir que “el comunismo” sumara un puesto más. Los populares les lanzaron el mismo reproche: el de haber tendido un cordón sanitario, en este caso, contra Cs, y haber favorecido a Podemos, que ganó un sitio en el órgano de gobierno de la Cámara. “No se puede dar carnés de españolidad o patriotismo cuando prefieres que Podemos tenga un puesto en la Mesa a que lo tenga un partido como Ciudadanos”, les afeó Casado cuando eligió comparecer personalmente en el Congreso tras la sesión constitutiva de las Cortes para calificar lo sucedido de “lamentable”.

Diputados de ambos partidos salieron en tromba a atacarse mutuamente en redes sociales: “patriotas de pacotilla”, declaró el popular Óscar Gamazo con una foto de Abascal. “Menos testosterona y más neuronas”, escribió Jaime de Olano, diputado por Lugo y vicesecretario de participación del PP. “El PP ha preferido darle inútilmente sus votos a Cs, en vez de al candidato de Vox”, replicó Abascal. “Es el único responsable de que el comunismo y el separatismo tengan un sitio más en la Mesa. Tomamos nota”, advirtió. “El PP, que un día significó algo en este país, por un capricho infantil ha permitido que el comunismo se adueñe de un sitio más en el Congreso”, añadió posteriormente su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros. “A partir de hoy, nuestros equipos autonómicos y municipales serán más exigentes a la hora de llegar a acuerdos con el PP”, añadió.

La votación de la Mesa abre una grieta en el bloque de Colón, manifestación que Casado había recordado precisamente el día anterior como ejemplo de unión frente a Pedro Sánchez.

Ciudadanos se negó durante un tiempo a sentarse con Vox, pero aceptó sus votos para los gobiernos autónomos de Andalucía, Madrid y Murcia, además del Ayuntamiento de la capital, y participó con incomodidad y división interna en la protesta de Colón. Pero el PP nunca tuvo ese problema y durante meses Casado presumió de su buena relación con Abascal e incluso cerró la campaña electoral de abril ofreciéndoles ministerios si sumaban para gobernar: “¿Para qué andar pisándonos la manguera entre nosotros?”, preguntó.

En esa campaña, en contra de la opinión de un importante sector del partido, Casado había endurecido su tono para tratar de frenar la fuga de votos a Vox acercándose a su discurso. La estrategia fracasó estrepitosamente en las urnas, los barones se lo recriminaron y el presidente del PP cambió entonces su actitud hacia el partido de Abascal. Lo definió por primera vez como “ultraderecha” y atacó a su líder por haber estado “cobrando de chiringuitos y mamandurrias” —en alusión a dos fundaciones de la Comunidad de Madrid, presidida entonces por la popular Esperanza Aguirre—. Pero las elecciones autonómicas y municipales de mayo obligaron a la reconciliación. Fue el apoyo de Vox el que permitió al PP conservar poder y recuperar la capital, y a Casado, ganar oxígeno en un momento en el que su liderazgo estaba muy cuestionado internamente.

Las elecciones de noviembre volvieron a distanciarles. Casado criticó “el populismo de derechas” y el día de las víctimas de la violencia de género, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, echó un rapapolvo en público a Javier Ortega Smith por “reventar minutos de silencio” e impedir una declaración institucional de condena a los asesinatos machistas. La gravedad de la tormenta en su relación es proporcional a todo lo que comparten. El puesto de Vox en la Mesa lo ocupa Ignacio Gil Lázaro, histórico miembro del PP desde los tiempos de Alianza Popular.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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