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El ‘parking’ donde fue incinerado Hitler y el destino final de otros dictadores

Los cuerpos de los sátrapas son utilizados como símbolos cuando el régimen permanece pero plantean problemas a las democracias

Guillermo Altares
Mausoleo de Kim Il Sung en Pyonyang.
Mausoleo de Kim Il Sung en Pyonyang.MARK EDWARD HARRIS (Getty Images)

Todos los dictadores, en algún momento, quieren medirse con los faraones y construirse tumbas a la altura de sus delirios de grandeza. Cuando cae un régimen, sus lugares de entierro se convierten en un incómodo recordatorio de la huella de terror que dejaron en su país. Se trata de lápidas en las que en ocasiones aparecen flores y velas, pero que en otros casos son consumidas por la hiedra del olvido. En cambio, cuando una dictadura quiere perpetuarse y legitimarse en el presente, se construyen panteones que, a veces, llegan a dominar la vida pública de un país.

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Franco construyó el Valle de los Caídos con la intención de perpetuarse en esta segunda categoría, aunque su régimen se descompuso rápidamente. La salida de sus restos de este mausoleo mamotrético, este jueves, le coloca en un lugar al que la historia le envió hace mucho tiempo. Al igual que el chileno Augusto Pinochet, que reposa en una capilla familiar en Valparaíso, el dictador español ha pasado a la esfera de lo privado y abandonado el espacio público. A diferencia del argentino Jorge Videla, que después de morir en la cárcel por crímenes contra la humanidad fue enterrado en una tumba con un nombre falso ante el rechazo de sus vecinos, ha sido sepultado en un lugar identificado, junto a su mujer, Carmen Polo.

Lugar donde fueron quemados los restos de Hitler en Berlín.
Lugar donde fueron quemados los restos de Hitler en Berlín.Google maps

Aunque imposible de ignorar cuando se sale de Madrid por la carretera de La Coruña, el Valle de los Caídos nunca tuvo la presencia que alcanza el Palacio del Sol de Kumsusan, en Pyonyang, el mausoleo del fundador de la única dinastía comunista del mundo, Kim Il-sung, donde también se encuentran el cadáver de su hijo, Kim Jong-il, padre del actual gobernante y presidente eterno de Corea del Norte. La siniestra sombra de la cruz del Valle tampoco ocupó nunca un lugar insoslayable en el paisaje urbano, como ocurre con el mausoleo que alberga el cuerpo momificado de Lenin, en la plaza Roja de Moscú. Allí estuvo enterrado Stalin hasta 1961, cuando durante el 22º congreso del partido se decidió el traslado de sus restos. Aunque no se fueron muy lejos: se enterraron junto a la muralla del Kremlin.

En cambio, cuando se produce una ruptura radical con el pasado, es inevitable que el cuerpo del sátrapa se convierta en un problema. Como explicó la profesora Sévane Garibian, coautora junto a Rosana Alija del esclarecedor ensayo La muerte del verdugo: reflexiones interdisciplinarias sobre el cadáver de los criminales de masa (Miño y Dávila, 2016): “La vida post mortem de dictadores y criminales de masas es una realidad en todo el mundo y en todos tiempos. La pregunta de qué hacer con estos embarazosos cadáveres y cómo enfrentarnos a su legado plantea grandes desafíos por sus efectos sobre la sociedad civil, incluso mucho después de su muerte”.

Ataúd de Augusto Pinochet durante su funeral.
Ataúd de Augusto Pinochet durante su funeral.Reuters

La tumba del dictador Benito Mussolini en Predappio se ha convertido en un engorro creciente para el Estado italiano, porque recibe la visita frecuente de nostálgicos del fascismo. Ejecutado junto a su amante Clara Petacci por partisanos y colgado de los pies en Milán, sus restos estuvieron en un lugar secreto hasta que su cadáver fue robado por sus partidarios y finalmente entregado a la familia. Las tumbas del rumano Nicolai Ceaucescu o del yugoslavo Tito, en la llamada Casa de las Flores de Belgrado, reciben frecuentes visitas, al igual que la del croata Ante Pavelic en Madrid, mientras que la sepultura de Slobodan Milosevic en Pozarevac se encuentra medio olvidada, pese a que el premio Nobel Peter Handke asistió a su entierro. El lugar donde fue sepultado el sátrapa iraquí Sadam Husein, ejecutado por crímenes contra la humanidad, fue destruido totalmente y circulan todo tipo de rumores sobre el destino final de su cadáver.

Adolf Hitler, el dictador responsable de más dolor y muerte del siglo XX, no quiso construirse un mausoleo, sino toda una urbe: Welthauptstadt (capital mundial) Germania. Sin embargo, se suicidó derrotado en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945, cuando la ciudad estaba a punto de caer en manos de los soviéticos. Su cadáver fue quemado en la puerta del refugio junto al de Eva Braun, con la que acababa de casarse. El destino de sus restos fue durante décadas un misterio. Con la perestroika se supo que los soviéticos se habían llevado una parte de la mandíbula en una caja de puros, que se destruyeron en los setenta por orden de Breznev. El lugar donde fueron quemados Hitler y Braun es hoy un parking cerca del antiguo muro. Solo un cartel recuerda que allí fue incinerado un asesino de masas.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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