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Paseo por el desbarajuste

Cuando conversas percibes que hay dentro del independentismo gente que empieza a decir que se han equivocado

Alo largo de un juicio oral se intuyen verdades y mentiras. También se perciben tensiones y se intuyen intentos, tanto por parte de la acusación como de la defensa, de llevar a su terreno a los que declaran. Todo es legal pero no todo es juego limpio y eso se traslada a la calle: hablas con gente conocida, ves muchas banderas esteladas en barrios de tradición catalanista, escuchas lo que comentan desconocidos en la barra de un bar, ves banderas españolas en los barrios altos, percibes que la mayoría de la gente solo quiere escuchar lo que encaja en lo que ellos opinan, no ves apenas banderas paseando por Cornellá con Gonçal Évole senior “pero en la Cataluña interior sólo verás esteladas”, me dice. “También podrás ver otro 155 aplicado por Sánchez si el independentismo le pone las cosas difíciles”, me susurra un veterano de la política bien informado del desbarajuste.

—¡Bah… es un cabo! —comentó despectiva la señora con lazo amarillo en la chaqueta. Se lo dijo a su amiga también con lazo amarillo y ambas dejaron de mirar la televisión en la barra de la cafetería en la que desayunaban cuando el cabo de la Guardia Civil empezó a declarar sobre los fondos con los que se sufragaron gastos del referéndum y del aparato logístico que le rodeó. No conseguirán probar que se pagaron con dinero público, opina el independentismo sacando pecho. Que los gastos corrieron a cargo del Espíritu Santo es difícil de creer, opina el resto. En el juicio ha empezado a tomar cuerpo la tesis de que los fondos fueron terrenales. Una nota a pie de página en el libro que dentro de unos años estudie el procés dirá que el testimonio de un cabo fue el primero en aportar datos sobre el tema. “Poca broma con los subalternos de la Guardia Civil”, diría el penalista Roqueta de no haber muerto. Contaba historias interesantes de cabos y sargentos.

Cuando conversas con personas que hacen un esfuerzo racional para analizar que se está juzgando en el Tribunal Supremo (y de pasada en la calle) percibes que hay dentro del independentismo gente que empieza a sacudirse el miedo a decir que se han equivocado, aunque todavía lo dicen con sordina: un sacerdote me recuerda que cuando Marta Pascal fue cesada en Junts per Catalunya solo el diputado Campuzano dio la cara por ella en el momento del adiós. Ahora, Marta Pascal presentó el libro del cesado Campuzano. Se va perdiendo el miedo a ser definidos como traidores.

El penalista Mateo Seguí y el oyente conversaron con Gemma Nierga cuando preparaba sus entrevistas con Jordi Cuixart “en la cárcel de color rojo construida en medio de la nada” (“esa cárcel se construyó siendo yo presidente de la Generalitat”, me dice Montilla). Le pregunté a Gemma, y así lo recoge en su libro, ¿y si dentro de veinte años el hijo de Cuixart le dice a su padre que le engañó? Y Mateo, fiel seguidor de la abogada del Estado a la que ha bautizado como La Gioconda, le dijo a Gemma que en la cárcel pocos dicen la verdad. El oyente intuye, tras escuchar muchas voces, que incluso entre los presos a los que se juzga hay diferencias ideológicas y también personales que un día aflorarán.

José Montilla discrepa del encarcelamiento de los procesados. Te lo dice en su despacho con su característico tono de voz, tranquila pero firme, sitiado por informes que llenan su mesa de trabajo. “Este juicio y la previsible condena será un factor de distorsión que condicionará la estabilidad de los gobiernos de España y de Cataluña”, comenta con un deje de preocupación.

La misma preocupación que se detecta almorzando con Xavier Pomés, ex conseller de Interior de la Generalitat. “Politizar el trabajo de los Mossos d’Esquadra fue un error. Su trabajo ya es de por sí difícil para que encima lo politicen”, te dice acompañando sus palabras con su clásico golpe de la mano derecha sobre la mesa.

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Todo cuerpo policial es corporativo, endogámico, reacio a abrirse a la sociedad, difícil de dirigir. Poco colaborador con otros cuerpos, como nos revela el procés. Los Mossos d’Esquadra responden a ese perfil. También, como la Policía Nacional, los mossos han tenido responsables políticos incompetentes. Políticos que han cargado sobre los agentes lo que era responsabilidad del ministro o del conseller. Basta citar a Zoido, un pasota, y a Forn, un iluminado, ambos con el respaldo de Rajoy, otro pasota, y Puigdemont, otro iluminado acompañado en las europeas por el diputado Comín.

—¡Hostia con el Comín, que carrerón hacia la nada!

Me lo dice alguien que le conoce de cuando Comín era socialista, luego fue de Esquerra Republicana y ahora está a la espera de lo que ordene el hombre de Waterloo, palabra que remite a una derrota.

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