Gotas que dejan huella
El agua se encuentra en todas las facetas de la vida, en casi todos los productos que utilizamos, compramos y vendemos
El agua no solo cubre un 70% de la superficie del planeta, forma un 65% de nuestro organismo y brota sin problemas al accionar el grifo de la cocina, sino que está presente de forma invisible en casi todos los productos que utilizamos, compramos, vendemos o comemos. Casi todo está hecho con agua o de agua. Por ejemplo, para producir un filete de ternera se necesitan 15.415 litros por kilo; buena parte de ellos se invierten en hacer crecer el cereal para alimentar a la vaca, según la Water Footprint Network. Unos vaqueros esconden 10.000 litros de agua; una camiseta, unos 2.500 litros, utilizados en su fabricación, sobre todo en la producción del algodón además de en los procesos industriales subsiguientes. La dieta mediterránea utiliza 401 litros menos al día por persona (algo así como 22 bañeras rebosantes) que la dieta americana recomendada, según un estudio del Observatorio del Agua de la Fundación Botín. Y la dieta vegetariana, por cierto, tiene una huella hídrica mucho menor.
A este consumo de agua que no percibimos a simple vista se le llama "consumo invisible", y a la cantidad de agua utilizada en producir bienes o servicios se le llama "huella hídrica", un concepto acuñado en 2002 por el científico holandés Arjen Hoekstra. Se puede calcular la huella hídrica de un producto, de un proceso, de una persona o de un país. La citada plataforma global Water Footprint Network se ocupa en estudiar todos los aspectos de la huella hídrica y en su divulgación para un uso más inteligente y justo de los recursos. Conociendo la huella hídrica sabemos con mayor precisión cómo utilizamos el agua durante la totalidad de los procesos de producción y consumo en nuestras sociedades en continuo crecimiento económico y gasto de recursos.
España supera la media
"La huella hídrica española es superior a la media", dice Alberto Garrido, director del Observatorio del Agua. "La media es de unos 1.400 metros cúbicos por persona y año, y en España andamos en torno a los 2.000 metros cúbicos". Es decir, el contenido de unos 130 camiones cisterna. El agua también entra y sale en los países como huella hídrica; cada producto que se importa y se exporta contiene una cantidad denominada “agua virtual”, un concepto acuñado en 1993 por el investigador británico John Anthony Allan. Según un estudio publicado en 2012 en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), entre 1996 y 2005 el comercio internacional movió 2.320 gigametros cúbicos (Gm3) al año de agua virtual. Un 76%, la mayor parte, fue en forma de productos agrícolas.
Digamos que, si importamos cereales de otro país, estamos también importando el agua virtual que contienen. Lo mismo que si los exportamos: mandamos agua virtual fuera. "Un producto que tenga una huella hídrica importante no tendría sentido producirlo en un país con escasez de agua, sería preferible importarlo”, explica Eloy García, director del instituto de investigación IMDEA Agua. Así, la entrada de agua virtual permite el funcionamiento de los países más secos: en España importamos agua virtual en forma de soja y cereales de países como Brasil, Argentina o Rusia.
Una investigación del Observatorio del Agua estudia el balance de agua virtual de Cantabria, que es un territorio exportador neto: “Cantabria transfiere al exterior unos 17.000 hectómetros cúbicos (hm3) de agua virtual al año, de los cuales unos 15.500 van al resto de España y 1.500 al extranjero. Por el contrario, sus importaciones de agua virtual ascienden a unos 5.300 hm3, de los cuales 4.500 provienen del resto de España, y el resto, de otros países”, dice.
Hasta la propia agua de la que nos abastecemos en nuestras casas tiene huella hídrica, la huella hídrica del agua urbana, indica Fernando Morcillo, presidente de la Asociación de Española de Abastecimientos de Agua y Saneamientos (AEAS). “Las pérdidas en el proceso podrían ser del 25%, y consisten en pérdidas en las redes o procesos de limpieza de filtros, purga de decantadores, etcétera”, explica. Solo el 13% del agua que se utiliza es la llamada agua urbana. Alrededor de un 85% tiene su uso en la agricultura, mientras que un 3% o 5% supone el uso industrial. Dentro del agua urbana, el 73% es de uso doméstico; el 11%, de uso en las industrias que están dentro de las ciudades (y que tienen un precio mayor por ser un uso económico y no un uso humano directo), y un 16% se destina a otros usos como riego de jardines, abastecimiento a instituciones o regado de calles, según informa AEAS.
La huella hídrica es un concepto que recuerda, dentro de sus diferencias, a la huella ecológica o huella de carbono: el conjunto de emisiones de CO2 que implica la fabricación, transporte y consumo de un producto. Aunque no es tan popular. "No existe una concienciación semejante a la que existe con el carbono", dice García. "Por ejemplo, existe un mercado de huella de carbono, pero no hay nada similar de huella hídrica". Hay otras diferencias: mientras que las emisiones de carbono se quedan en la atmósfera y se acumulan, el ciclo del agua continúa girando y girando, y cada cierto tiempo vuelven las reservas: lo importante es conocer la cantidad de agua disponible en cada momento. Por lo demás, cuando se celebran campañas sobre ahorro de agua se hace poco hincapié en la huella hídrica y el consumidor no lo tiene fácil para conocerla.
Bien de colores
"Aunque el agua es transparente, se puede clasificar en varios colores", explica Eloy García, director del instituto de investigación IMDEA Agua. La verde es la procedente de precipitaciones o la que se almacena en el suelo en forma de humedad; es de gran importancia en el sector agroalimentario y la que hace posible la existencia de los bosques. El agua azul es la almacenada en ríos, lagos, embalses y acuíferos, y la que necesita una infraestructura más o menos compleja para su utilización; es decir, el agua que sale de grifos o cañerías o que se usa en procesos industriales, la que manipulan los humanos. La gris es la que absorbe los contaminantes que se vierten al medio, con lo cual no es bueno tener una huella hídrica alta en este tipo de agua. Antes de la popularización del concepto de huella hídrica, la única agua que se tenía en cuenta en la planificación hidrológica era la azul.
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