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El mundo le mira (a Rajoy)

Es inquietante la incapacidad del presidente español para enfrentar políticamente el conflicto

Cientos de personas se concentran frente al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña el pasado 21 de septiembre.
Cientos de personas se concentran frente al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña el pasado 21 de septiembre.Massimiliano Minocri (EL PAÍS)
Lluís Bassets
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Rajoy ha conseguido desarticular el referéndum, pero será más difícil que desarticule la movilización del 1-O, que va dirigida directamente contra él. La posibilidad de celebrar una consulta que tenga un mínimo de credibilidad en cuanto a censo, interventores y recuentos es casi nula, a pesar de los esfuerzos de Puigdemont; pero esto no quiere decir que el 1-O sea ya un fracaso, ni que sean inútiles todos lo que está haciendo el Gobierno catalán para dar la impresión de que se celebrará. Cuanta más gente se movilice y vote, aunque sea en muy malas condiciones, más fuerza podrá exhibir, sobre todo internacionalmente.

Si Rajoy cree que ya ha ganado la partida y que ahora todo es cuestión de dejar que el movimiento vaya desgastándose, se equivocará radicalmente. Lo que acabamos de ver solo será el comienzo si no entra de una vez la acción política, que significa diálogo entre las dos partes y propuestas concretas de cambios sustanciales para Cataluña. Desde ahora hasta el 1-O, Rajoy ya puede dar por perdida a buena parte de la ciudadanía ofendida con los métodos expeditivos y antidemocráticos exhibidos por Puigdemont en las jornadas nefastas del 6 y 7 de septiembre. Los ciudadanos que aún exhibían su discrepancia con el referéndum ilegal y unilateral casi han enmudecido y, todo hay que decirlo, indignados unos con Rajoy pero otros intimidados por el ensanchamiento del unanimismo que se está produciendo de forma muy peligrosa entre los catalanes.

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Lo más inquietante es la incapacidad de encarar políticamente el conflicto que exhibe Rajoy. La represión, por justa y proporcionada que sea, no servirá para invertir la dinámica independentista, que no mermará mientras Rajoy no pronuncie palabras de conciliación y tienda la mano a quienes lo desafían, en lugar de ceñirse al guion de la legalidad y de la amenaza a quien no la cumple. Hay mucho bastón y nada de zanahoria, tal como se vio en la intervención del presidente del Gobierno el miércoles por la noche, donde no hizo ni la más ligera insinuación dialogante.

Rajoy hace así las cosas porque no hay nada que tema tanto como la pérdida de autoridad del Estado, que es el reproche que muchos le hacían hasta el día de las detenciones. Pero una vez recuperada, tal como se entiende que ha sucedido gracias a la jornada del 20 de septiembre, ha llegado ya la hora de la política, y eso es lo que se le empieza a reclamar internacionalmente, de forma pública por parte de los medios de comunicación más serios, y de forma discreta y sin reflejo público por parte de los gobiernos. Cuanto más tarde Rajoy en ofrecer la zanahoria, más difícil lo tendrá para defender su recurso a los jueces y la policía como únicos medios para detener la secesión. Y cuanto más tarde en ofrecer la mano tendida mayor será la tentación del gobierno independentista de tirar lo que queda del autogobierno a la hoguera de la revuelta contra Rajoy.

El momento del diálogo llegará y tardará quizá menos de lo que ahora nos parece, cuando estamos en el momento de máxima tensión. Si no llega desde dentro, y agarrándose a las mínimas expresiones de conciliación que vienen desde el socialismo, especialmente el catalán, o del nacionalismo vasco, será desde fuera, donde pronto se verá la dimensión europea que puede llegar a adoptar la amenaza secesionista. Y no será precisamente por solidaridad con el secesionismo, sino al contrario, para intentar evitar un mal ejemplo que puede acabar extendiendo el incendio por el entero continente. La idea de que toda población con capacidad para identificarse a sí misma como una nación pueda tener el derecho a decidir es geopolíticamente subversiva y desde el punto de vista de la Unión Europea una amenaza más peligrosa que el Brexit.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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