El PNV celebra sus 122 años siendo el más deseado
La cultura del pacto de los peneuvistas comenzó hace tres décadas. Ortuzar dice que seguirá negociando “pasito a pasito”
El PNV está en un momento dulce. La apuesta de su dirección por los acuerdos transversales y el pacto en un momento en el que confluyen el desafío independentista en Cataluña, la minoría del PP en el Congreso y las dificultades del PSOE para articular una alternativa de Gobierno, le han convertido en uno de los partidos más buscados del arco parlamentario. El presidente del Gobierno, el popular Mariano Rajoy, cuenta con sus escaños para mantener la estabilidad presupuestaria para el próximo año 2018, y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, le quiere como socio preferente.
El lehendakari, Iñigo Urkullu, se reunió con ambos en julio. Con el primero en La Moncloa, en secreto, mientras que el segundo viajó a Vitoria, a la sede de la presidencia vasca, para trasladarle de forma pública que cuenta con su formación para avanzar en un nuevo pacto sobre territorialidad y como socio preferente para articular nuevas mayorías en el Congreso de los Diputados.
El PNV, partido que en los últimos 40 años ha transitado entre el autonomismo y el soberanismo (y al revés), que ha sido capaz de pactar con el PP de José María Aznar y el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, que fue repudiado por ambas formaciones cuando el exlehendakari Juan José Ibarretxe levantó la bandera del independentismo en la década de los noventa, fraccionando a la sociedad vasca, cumplió ayer 122 años. Sus dirigentes —que han garantizado su propia estabilidad en el Parlamento vasco pactando con socialistas y populares—, lo celebraron frente a la estatua del fundador, Sabino Arana, en la plaza Jardines de Albia, en Bilbao, con un homenaje a la moderación, al posibilismo y a la negociación, como la mejor vía para lograr beneficios para Euskadi.
“Cada día menos dependientes”
Ortuzar criticó a quienes desde EH Bildu o desde Elkarrekin Podemos descalifican al PNV por pactar con el PP y les dijo: “Nuestra única causa es Euskadi”.
Según afirmó ante el lehendakari, Iñigo Urkullu, y los principales dirigentes de su formación e institucionales luchan para que las decisiones sobre su futuro en política, en economía, en infraestructuras, en todo lo posible, “se tomen aquí y no allí”, y añadió: “Y vamos por el buen camino”.
“Se trata de ser cada día menos dependientes o, lo que es lo mismo, más independientes”, subrayó tras asegurar que seguirán negociando “sin complejos”.
Una manera de actuar que el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, definió de forma gráfica tirando del cancionero popular: “Pasito a pasito, suave, suavecito, y Euskadi al infinito”, casi cantó, muy en su estilo, para explicar cómo han logrado el blindaje del Concierto Económico, la rebaja del Cupo, la conexión de la Ertzaintza a las bases de datos policiales internacionales y otros acuerdos como la rebaja de la tarifa eléctrica industrial o las inversiones en el Tren de Alta Velocidad, que llevaban reclamando décadas.
“Hemos fortalecido el autogobierno vasco” y ese es el objetivo, lograr que “Euskadi sea cada vez más Euskadi”, aseguró para marcar el camino que van a seguir “sea quien sea el inquilino de La Moncloa”. Sin embargo, esta forma de actuar y la elección de sus compañeros de viaje no ha sido siempre tan bien vista. El PNV ha sido tan querido como odiado y tan buscado como repudiado en las últimas cuatro décadas.
Su cultura del pacto comenzó contra pronóstico hace 30 años, cuando el PNV se dividió por la escisión de Eusko Alkartasuna. En una comunidad en la que casi siete de cada diez votantes son nacionalistas, el PSE ganó por dos escaños al PNV en 1986 después de una campaña electoral en la que unos y otros exhibieron un elevado nivel de confrontación. El socialista Txiki Benegas y el nacionalista Xabier Arzalluz hicieron posible lo que parecía imposible tras cuatro meses de negociación.
Rizar el rizo
Aquel Gobierno de coalición entre el PNV y el PSE estuvo presidido por José Antonio Ardanza y tuvo a Ramón Jáuregui como vicepresidente. Duró y maduró a lo largo de una década, desde 1987 hasta 1998 y sentó las bases del mayor acuerdo para propiciar el fin de ETA, el pacto de Ajuria Enea. Pero en medio de esa relación con el PSE, el PNV rizó el rizo y pactó la mayor transferencia tributaria con José María Aznar a cambio de permitir su investidura. En 1998 emergió el PNV más soberanista con Juan José Ibarretxe y el pacto de Lizarra en el que las fuerzas nacionalistas formaron un frente que excluía a los no nacionalistas.
Ibarretxe volvió a ganar las elecciones en 2008 pero había tensado tanto la sociedad que el PSE y el PP pactaron en Euskadi el único Gobierno no nacionalista de la democracia en el País Vasco, el que lideró Patxi López. El PNV, formación socialdemócrata y cristiana, no abandonó esemodus operandiy desde la oposición, fue capaz de arrancar jugosos acuerdos económicos y competenciales, como las políticas de empleo, a un Rodríguez Zapatero necesitado de apoyos. A estas alturas parece difícil que puedan cambiar. Ortuzar habló ayer de pacto pero sin olvidar a quienes quieren más: “Es el modelo del PNV para construir la nación vasca”.
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