Proteger a los niños pobres de la crisis alimentaria
Se considera que los programas de comidas escolares son la red de seguridad social más grande del mundo: antes de la pandemia, llegaban a 388 millones de menores de edad en 161 países
La invasión de Ucrania por parte de Rusia amenaza con causar más interrupciones en el sistema alimentario global al aumentar drásticamente el coste de los alimentos básicos y de la energía necesaria para transportarlos. La región del Mar Negro es responsable por la exportación de, al menos, el 12% de las calorías alimentarias globales, de manera que cortar el acceso a ese mar tendrá efectos de amplio alcance.
Los precios de los alimentos ya se habían disparado como resultado de desequilibrios de mercado y de presiones en las cadenas de suministro posteriores a la pandemia, junto con pérdidas de producción vinculadas al clima. A finales del año pasado, la crisis del mercado global de trigo y maíz había hecho subir la inflación alimentaria en el África subsahariana un 11%. Ahora, las naciones más pobres enfrentan otro shock en un momento en que tienen pocas capacidades para absorberlo.
Antes de la crisis económica causada por la covid-19, los hogares vulnerables en los países en desarrollo destinaban una gran proporción de sus presupuestos a los alimentos. El aumento del precio de la comida podría llevar a los niños en esos hogares a sufrir pérdidas nutricionales importantes e irreversibles. Podrían ir a la escuela con hambre e, incluso, abandonarla para ayudar a complementar el ingreso de sus familias. Frente a las inmensas pérdidas de aprendizaje que sufrieron los estudiantes en países de ingresos bajos y medios debido a los cierres de los colegios relacionados con la pandemia, cualquier alteración adicional podría tener consecuencias devastadoras.
Afortunadamente, la mayoría de los países tiene una herramienta probada para proteger a sus niños más vulnerables en estas circunstancias. Se considera que los programas de comidas escolares son la red de seguridad social más grande del mundo. Antes de la pandemia, llegaban a 388 millones de menores de edad en 161 países.
Existe una amplia evidencia de que la provisión de comidas escolares es una herramienta fundamental para mantener a los niños pobres y vulnerables en las aulas en zonas donde se registra una inseguridad alimentaria. Esto es válido también durante shocks sistémicos como las sequías, que pueden afectar los suministros generales de provisiones. Muchos países en desarrollo reconocían el valor de estos menús como un instrumento de protección social cuando los precios globales se dispararon luego de la crisis financiera global de 2008. En los últimos diez años, una creciente cantidad de estados de ingresos bajos y medios ha incorporado las comidas escolares en sus presupuestos nacionales como una manera costo-efectiva de mejorar los resultados sanitarios y educativos de los jóvenes en edad escolar.
Una manera de que la comunidad internacional ayude a los países a hacer frente a las crisis dobles de inflación alimentaria y deuda excesiva es promoviendo los canjes de deuda por proyectos de desarrollo
En el contexto de precios de los alimentos y de los combustibles en alza, la compra a gran volumen de comida y su preparación en un centro educativo pueden, potencialmente, generar economías de escala y eficiencia que contribuyen a reducciones generales de los costes. Un estudio reciente en Estados Unidos demuestra que los programas de nutrición basados en la escuela contribuyen a bajar los precios en las tiendas de comestibles al reducir la compra privada de comestibles.
Los países expuestos a los efectos negativos de la agitación actual en los mercados de alimentos y energía deben trabajar para fortalecer esos programas. Pero brindar comidas escolares nutritivas a una porción significativa de la población estudiantil de manera consistente puede resultar prohibitivamente caro para los países con recursos limitados. Un cálculo aproximado basado en datos de la Fundación Global de Nutrición Infantil indica que ampliar la cobertura de los programas de comidas escolares en estos países de ingresos bajos y medios podría exigir el equivalente del 5% del presupuesto educativo general de un país.
Una de las primeras acciones que se pueden emprender para estabilizar y potencialmente expandir estos programas de almuerzos es mejorar la eficiencia y garantizar la responsabilidad en los planes existentes. Los países en desarrollo han experimentado muchas iniciativas nobles del sector privado que comenzaron con grandes promesas, pero que luego terminaron sucumbiendo a la mala gestión y a una erosión de la confianza pública.
Los programas de comidas escolares implican una amplia contratación pública, un área en la que muchos países en desarrollo exhiben debilidades sustanciales. Por lo tanto, para ayudar a mantener la integridad organizacional y financiera, las autoridades deberían comprometerse a someter esos programas a auditorías independientes de rutina.
Un direccionamiento efectivo también es crucial, particularmente en un momento en que los precios globales son altos y los beneficios de optimizar los recursos existentes pueden ser limitados. Las intervenciones mal direccionadas pueden hacer que los beneficiarios queden aún más rezagados. Asimismo, los intentos por expandir los programas de las comidas escolares demasiado rápido pueden terminar extenuando las capacidades financieras y organizacionales, minando las operaciones existentes.
Mantener a los niños en la escuela y bien alimentados es lo menos que puede hacer la comunidad global para prepararlos para un futuro incierto
El hecho de alentar a los gobiernos a mejorar sus programas de comidas escolares debería estar acompañado de un respaldo de los socios de desarrollo para brindar ayuda financiera, especialmente a la luz de la acechante crisis de deuda que amenaza a muchos países. Actualmente, los presupuestos nacionales de muchos países de bajos y medios ingresos están sobrecargados por pagos de deuda, lo que en algunos casos consume cerca de la mitad de los ingresos gubernamentales totales. En estas circunstancias, los programas como las comidas escolares muchas veces son los primeros en ser eliminados o reducidos. Por ejemplo, una deuda creciente recientemente obligó a Ghana a suspender una expansión planificada de su proyecto.
Una manera de que la comunidad internacional ayude a los países a hacer frente a las crisis dobles de inflación alimentaria y deuda excesiva es promoviendo los canjes de deuda por proyectos de desarrollo como el que diseñó el Programa Mundial de Alimentos entre Mozambique y Rusia en 2017. Si bien el proceso de negociar estos canjes es demasiado lento a la hora de satisfacer las necesidades en una emergencia, puede ser una herramienta poderosa para facilitar la asignación a largo plazo de más recursos para programas de comidas escolares en países altamente endeudados.
Mientras las crisis geopolíticas y los desastres climáticos dominan los titulares, toda una generación de niños pobres y vulnerables en lugares alejados del foco de atención corre el riesgo de pasar desapercibida. Mantenerlos en la escuela y bien alimentados es lo menos que puede hacer la comunidad global para prepararlos para un futuro incierto.
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