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En el colegio también se aprende a comer

Los buenos hábitos nutricionales se inculcan tanto desde la planificación de los menús escolares como desde las clases

Students at Nettelhorst Elementary School
Tim Boyle (Getty Images)

Vivimos en un entorno que incita a comer mal. Productos azucarados, hipersalados, con grasas insanas, a precios relativamente bajos. Saben que gustan. Están ahí. En los pasillos del supermercado. En las fiestas de cumpleaños. A la entrada del cine. En la gasolinera. En el parque. En los anuncios que vemos y que escuchamos. También en la pequeña tienda que hay al lado del colegio. Por eso la infancia es el momento ideal para sentar las bases de la educación alimentaria: porque solo así se pueden esquivar los cantos de sirena de aquello que convendría no tener cerca cada día. Varias veces al día. ¿No es cierto que la información es poder? Aquí también, y es por eso por lo que algunos colegios se han tomado en serio la alimentación de los niños y han trazado planes para educar también en hábitos de salud. Brotes verdes en un terreno árido.

“La infancia es el periodo donde se cimientan los hábitos de la edad adulta y por eso es tan importante instaurar hábitos saludables en la alimentación. Esto nos permite, en gran medida, prevenir muchas de las enfermedades no transmisibles que tenemos hoy en día, como la diabetes, la hipercolesterolemia o la hipertensión. Enfermedades que cada vez aparecen a edades más tempranas y que se encuentran directamente relacionadas con los hábitos de vida”, explica Natalia Hospido, farmacéutica, dietista-nutricionista infantil y una de las fundadoras del proyecto Nutricoles, desde donde trazan distintas actuaciones en centros escolares y familias para mejorar la educación alimentaria.

Según la nutricionista, si la alimentación fuera parte importante y transversal del currículo sería más sencillo que la educación alimentaria llegara a los niños y al mayor número de familias posibles. ¿Quién debe impartirla? “Los nutricionistas deberíamos formar parte tanto del sistema educativo como del sistema sanitario público. Mientras eso llega, una forma rápida de atajar el problema sería que los profesionales de la nutrición ofreciéramos formación a los docentes. También sería muy importante actualizar los libros de texto para que se dejen de hacer recomendaciones obsoletas”, responde la nutricionista.

Desde el curso 2013-2014, en los tres colegios de la Fundación Educativa FUHEM se lleva a cabo un proyecto de cambio alimentario en el que no solo se tiene en cuenta el comedor, sino que la educación alimentaria atraviesa el proyecto educativo. Para Luis González Reyes, responsable de educación ecosocial de ­FUHEM, la salud ambiental y humana son dos elementos estrechamente relacionados, por lo que los menús de los centros tienen que ser saludables para las personas, pero también para el entorno. Así, los menús no se quedan solo en las recomendaciones generales de la comunidad autónoma, sino que los diseña una nutricionista; que, además, elige los ingredientes basándose en tres criterios de sostenibilidad: los productos tienen que ser todos provenientes de la península Ibérica, de temporada y un día a la semana no se come proteína animal (huevos, leche, pescado, carne), pero sí vegetal (legumbres, soja).

Contenido curricular

La educación alimentaria forma parte del trabajo educativo del colegio, no solo en el comedor: más allá del contenido curricular que marca el ministerio, han desarrollado unidades que abordan este contenido con algo más de profundidad, utilizan de forma pedagógica el huerto escolar y han editado una guía didáctica con procedimientos para el profesorado desde infantil hasta primaria, además de ofrecer recursos sobre este tema de forma periódica en un blog disponible para toda la comunidad educativa.

Formar parte del AMPA le ha servido a Agnès Moretones, nutricionista y responsable de la gestión del comedor del centro de educación infantil y primaria Angels Alemany I Boris, de Lloret de Mar, para mejorar el servicio de comedor, tanto los menús como el acompañamiento de los monitores. “Propuse como nutricionista hacer un cambio de los menús: aumentar el consumo de verduras, legumbres, cereales integrales y disminuir los productos procesados, carnes procesadas y postres azucarados”. Reconoce Agnès que, cuando en septiembre se iniciaron los cambios, algunas familias se quejaron e “hicieron mucho ruido”. Se ofreció una charla explicando los motivos de las intervenciones y qué implicaban, y tanto las familias como los alumnos se fueron adaptando.

“Por desconocimiento, muchas familias creían que los cereales integrales están relacionados con “hacer dieta” o que comer verdura es aburrido y que es un castigo para los niños”, cuenta Agnès Moretones. Ella, junto con la nutricionista Carla Pitarch, también ha elaborado el Programa MIHNI, que se imparte en cinco colegios de Lloret de Mar y que busca llevar la alimentación saludable a través del juego tanto a niños como familias.

Natalia Hospido también cree que es importante que la educación alimentaria llegue a todas las familias a través del juego. “Los niños no juegan para aprender, pero sin duda aprenden jugando”, dice. Desde Nutricoles, además de trabajar en la mejora de los comedores escolares, también implican a las familias en la adquisición de hábitos porque consideran que son un motor de cambio esencial. “Organizamos escuelas de padres y charlas en las que se proponen juegos y se dan claves para mantener una alimentación saludable a largo plazo”.

La alimentación saludable como algo normal

Aunque en las etapas de infantil y primaria son muchos los colegios que invitan a las familias a preparar un almuerzo saludable para el recreo, lo cierto es que no siempre se consigue. Algunos centros optan por que una familia sea la encargada cada día de aportar fruta para todos los niños de la clase, y así no abrir la puerta a otras posibilidades. Es el caso del colegio público Trabenco de Leganés o del colegio Siglo XXI de Madrid, en los que los niños toman fruta antes de salir al patio. Según Natalia Hospido, los niños que crecen comiendo verduras a diario o que toman fruta o un yogur natural sin azúcar para la merienda no están pensando si eso está bien o mal. “Simplemente lo comen y lo disfrutan porque para ellos es normal, y es más sencillo hacerlo así que cambiar al yogur natural cuando llevan muchos años comiendo yogures de sabores”. 

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