Prevenir la obesidad infantil: “Es esencial que desde edades tempranas se fomenten hábitos nutricionales saludables”
En España un 10% de niños y jóvenes padece esta enfermedad que puede llevar a padecer patologías graves, como hipertensión o diabetes
La epidemia de la obesidad en niños y adolescentes es una realidad en el mundo. Y España no escapa de ella. Antonio Mas, médico especialista en endocrinología y nutrición, explica que, según un reciente estudio (estudio ENPE) publicado por la Sociedad Española de Cardiología, se estima que más del 30% de los niños y jóvenes presentan sobrepeso u obesidad. “En concreto, un 34 % sufre sobrepeso y, aproximadamente, un 10 % obesidad. Además, cabe destacar una prevalencia del 16% de obesidad abdominal, el tipo de obesidad que más complicaciones cardiovasculares asocia”, sostiene el experto. Este jueves 4 de marzo es el Día Mundial de la Obesidad, ¿en qué consiste esta enfermedad?
Según mantiene Mas, tanto en niños como en adultos, la obesidad significa exceso de grasa en el organismo: “Sin embargo, como esto es difícil de medir, en la práctica utilizamos herramientas basadas en el peso. En concreto, en niños diagnosticamos la obesidad cuando el IMC (índice de masa corporal) es superior o igual al percentil 95 ó superior a 2 desviaciones estándar de la media para la edad y sexo”. Cristian Sierra Bernal, especialista en Endoscopia Digestiva diagnóstica y terapéutica, así como en el tratamiento endoscópico de la obesidad, añade que esta es una enfermedad crónica y especialmente grave: “Puede afectar a lo largo de toda la vida, pero debemos prestar especial interés en las etapas tempranas de la misma (infancia y adolescencia). Por definición, la obesidad infantil es un exceso del peso esperado para la edad y estatura del niño, condicionada por un excedente de grasa acumulada en el cuerpo (tejido adiposo)”. Según explica este experto, conforme aumenta la gravedad de la obesidad también lo hace el riesgo de sufrir “hipertensión arterial, diabetes, hipercolesterolemia, etcétera. Y aunque los niños no suelen presentar estas comorbilidades, el problema reside en que también tendrán más riesgos de sufrirlas en la edad adulta”.
La situación actual de pandemia ha incrementado los casos de obesidad infantil. “El confinamiento, que ha conllevado la limitación de la movilidad y nuestra propia actividad física, ha alejado a los más pequeños de sus centros educativos y actividades extraescolares. Esto se ha reemplazado por actividades lúdicas relacionadas con la tecnología y mayor exposición a pantallas, generalmente actividades sedentarias”, subraya Sierra. “Aunque no sabría decir datos exactos. Es cierto que el confinamiento ha afectado negativamente al peso de niños y de adultos. En primer lugar por la falta de actividad física”, incide Mas. “Pero además”, prosigue, “también por cuestiones psicológicas, como aumento de la ansiedad y falta de estímulos placenteros que nos ha hecho buscar placer en la comida y un mayor número de oportunidades de meter la pata nutricionalmente al estar todo el día en casa”.
Diferencia entre obesidad y sobrepeso
Para Mas, el sobrepeso se podría entender como el “paso previo” a la obesidad. Si bien hay exceso de grasa en el organismo, a diferencia de la obesidad, este todavía no interfiere con el funcionamiento óptimo del mismo. Mientras la obesidad sí que puede interferir en el funcionamiento del cuerpo. Si no hay un cambio de hábitos, es solo cuestión de tiempo pasar del sobrepeso a la obesidad. Sierra explica que el sobrepeso es el grado más bajo de exceso de peso y por tanto supone un menor riesgo de complicaciones. El sobrepeso no siempre conlleva obesidad. “La palabra siempre es demasiado categórica. Yo diría que es la evolución natural si no se toman medidas. Ante el diagnóstico de sobrepeso, es el momento oportuno para intervenir los hábitos, tanto de alimentación como de actividad física, y conseguir un normopeso y así revertir el avance hacia obesidad”, sostiene Mas. Para Sierra, la correlación entre sobrepeso y obesidad no es vinculante: “No necesariamente, aunque obviamente están relacionados. Al final, las causas del problema son las mismas, si bien estas actúan con diferente intensidad”.
Ambos expertos explican puntos claves de la obesidad infantil y cómo afecta a la rutina diaria de los pequeños y jóvenes que la padecen.
- Últimos estudios aseguran que lo importante para combatir la obesidad es cambiar la alimentación de los niños, ¿qué hacemos mal? ¿Cómo debería ser? Las condiciones de vida actuales favorecen el sedentarismo y actividades lúdicas relacionadas con la tecnología (televisión, tabletas, ordenadores, videoconsolas, etc.) que demandan poco gasto energético. “Además, la creciente oferta de alimentos ricos en carbohidratos y grasas, realzados por campañas de publicidad, conlleva un mayor consumo de los mismos (comida rápida y ultraprocesados)”, argumenta Sierra. “Es fundamental que desde etapas tempranas de la vida”, continúa, “se fomenten hábitos nutricionales saludables y se estimule la actividad física de los niños, ya que en la infancia tiene un papel relevante la influencia familiar, debido a que generalmente los niños aprenden por imitación y estas prácticas persisten hasta la adultez”, añade. “Obviamente hay muchos factores implicados, aunque si tuviera que destacar uno diría la excesiva ingesta de productos procesados, llenos de hidratos de carbono refinados y grasas poco saludables”, incide Mas. “Estos productos esconden un peligroso secreto: nos resultan irresistibles, son baratos y cómodos de consumir (algo que nos encanta como padres) y, para rematar, la industria se encarga de que sean omnipresentes. Es decir, una combinación mortal. Lo ideal sería hacer una dieta basada en productos de temporada: fruta, verdura, legumbres, grasas saludables, como los frutos secos y el aceite de oliva… Es decir, una dieta lo más natural posible, como podría ser por ejemplo la dieta mediterránea”, explica este experto.
- ¿Cuál es la importancia de practicar frecuentemente actividad física? Es un pilar fundamental para mantener íntegras las funciones del cuerpo. “No solo condiciona el peso de los niños, se ha descrito que existe la liberación de algunas hormonas y neurotransmisores que actúan regulando diversas funciones como el crecimiento y desarrollo de los niños, el ciclo circadiano, el metabolismo, la coordinación y capacidad de concentración”, puntualiza Sierra. Para Mas, la actividad física es la píldora mágica: “Protege el corazón, las articulaciones y aumenta la sensación de energía y felicidad entre otros tantos beneficios. En cuanto a la obesidad, aporta beneficios en todas las fases del problema: ayuda a prevenirla, a tratarla, y una vez se ha conseguido perder peso a evitar su recuperación a largo plazo”.
- Aparte de en la salud, ¿la obesidad infantil podría afectar a los más pequeños en términos de concentración y rendimiento escolar? “Si, sin duda alguna”, dice rotundo Sierra. “Los padres son los principales protagonistas en este apartado”. Para él, “la nutrición de los más pequeños depende principalmente de los hábitos practicados en casa: la obesidad infantil muchas veces está asociada al consumo de alimentos ricos en azúcares refinados que tienen poco aporte de otros nutrientes esenciales (aminoácidos y oligoelementos) que son indispensables para el funcionamiento pleno cerebral”. “Sí, he leído algún estudio que apunta en esa dirección”, prosigue Mas, “de hecho, en adultos, la relación entre obesidad y diferentes problemas psicológicos está ampliamente demostrada”. De momento, según explica el experto, “sabemos que existe una asociación estadística aunque todavía está por confirmar si se trata de una relación causa efecto. Es decir, podría ser que los mismos problemas que causan la obesidad sean los que están detrás de los problemas de rendimiento escolar”.
- Un último estudio concluye que hay vinculación entre la obesidad y el procesamiento sensorial de los niños, ¿qué le parecen estos resultados? “El sobrepeso y obesidad a consecuencia de un exceso de calorías no es sinónimo de un adecuado aporte de nutrientes esenciales (aminoácidos, oligoelementos, vitaminas, cofactores). Generalmente los alimentos con mayor contenido calórico son los que menos valor nutricional tienen”, explica Sierra. El déficit de nutrientes condiciona un inadecuado funcionamiento del organismo, “en todas sus vertientes, incluyendo el sistema sensorial. Sin embargo hace falta investigación con rigor científico que demuestre una relación directa con la obesidad”, termina este experto. “Sin duda se trata de una hipótesis de trabajo interesante, pero que debemos mirar con cautela, ya que son estudios preliminares cuyos resultados todavía están por confirmar”, concluye Mas.
El horario diario ideal de comidas
Aunque no existe un horario ideal de comidas para niños, sí que podemos establecer unas normas básicas. Como norma general, es recomendable realizar un mínimo de 3 y un máximo de 5-6 comidas al día adaptándonos a la dinámica familiar y a las preferencias del niño. El mejor horario de ingesta es aquel que se adapta a la naturaleza, es decir, mejor comer y cenar pronto, mientras haya luz. Debemos favorecer que los horarios sean regulares aunque podemos ser flexibles. Hay que evitar el picoteo entre horas, especialmente de productos procesados malsanos. Nunca hay que obligar a comer a un niño. Recuerda que controlan el apetito mejor que los adultos y tienen derecho a rechazar un alimento. Eso sí, debemos evitar ofrecerle una alternativa que le guste “solo para que coma”. Debemos ofrecerles todo tipo de alimentos y actuar como ejemplo llevando nosotros mismos una dieta saludable.
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