“Ofrecer menús poco sanos durante días es un factor de riesgo para el sobrepeso y obesidad que sufren los niños”
Carlos Casabona, pediatra especializado en obesidad infantil, resalta que estos menores pueden padecer también falta de autoestima, depresión o acoso escolar
El pasado 17 de marzo, la Comunidad de Madrid anunciaba que, como consecuencia de cierre de los colegios debido a la crisis por Covid-19, había llegado a un acuerdo con las empresas Telepizza y Rodilla para ofrecer un menú a los 11.500 niños y niñas que disponían de una beca comedor por pertenecer a familias que tienen Renta Mínima de Inserción (RMI). Desde entonces numerosos expertos en nutrición, pediatras y fundaciones han denunciado una oferta alimenticia claramente insana: bocadillos de embutido, pizzas, patatas fritas, croquetas, hamburguesas y pollo rebozado. Incluso la Federación Regional de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (FAPA) Francisco Giner de los Ríos presentó una queja ante el Defensor del Pueblo. Y aunque la intención inicial era mantener estos menús hasta el final del curso, las fuertes presiones han logrado que se inicie un replanteamiento de la situación. Quizás tarde. O no sin consecuencias para la salud de los niños y las niñas más vulnerables. Para Carlos Casabona, pediatra especializado en obesidad infantil y autor de Tú eliges lo que comes (PAIDÓS), no se puede poner en duda que “ofrecer estos menús durante tantos días seguidos, unido al sedentarismo que impone el confinamiento por la alarma sanitaria en la que estamos aún inmersos, es un claro factor que aumentará el sobrepeso y la obesidad que presentan los niños en nuestro país”. Un país que, por cierto, cuenta ya con las cifras de obesidad más altas de Europa.
PREGUNTA: Más de 11.000 niños y niñas son beneficiarios de una beca comedor que en Madrid se ha traducido en un menú diario basado en pizza, patatas fritas, sándwiches, croquetas y bebidas azucaradas durante más de un mes. ¿Qué valoración hace un pediatra especializado en obesidad infantil como usted de esta oferta?
RESPUESTA: Como han expuesto magníficamente estos días atrás, con todo tipo de detalles, dietistas-nutricionistas de gran prestigio como Julio Basulto, Juan Revenga y Virginia Gómez, la calidad de estos menús es infame y entra dentro, sin ningún género de duda, de la categoría de comida insana o comida basura. Este concepto es desde hace décadas conocido por toda la población, sea cual sea el nivel económico y cultural que tengan, por lo que es lógico y comprensible que se haya producido una polémica más que justificada. Nadie puede poner en duda que ofrecer estos menús durante tantos días seguidos, unido al sedentarismo que impone el confinamiento por la alarma sanitaria en la que estamos aún inmersos, es un claro factor que aumentará el sobrepeso y la obesidad que presentan los niños en nuestro país, cifras que están entre las mayores de Europa.
P: En un principio se justificaban los menús porque se entendían que era algo “puntual”, pensado de manera urgente y para un periodo breve, pero en realidad los niños y niñas llevan casi dos meses comiendo estos productos ultraprocesados. Mencionaba antes que son muchos días seguidos. ¿Tiene consecuencias inmediatas?
R: La primera consecuencia es el aumento del tejido graso, tanto a nivel subcutáneo como a nivel visceral. Esta última localización es especialmente peligrosa ya que la grasa rodea e infiltra órganos como el hígado, entre otros, produciéndose elevación de parámetros bioquímicos que a medio y largo plazo pueden causar serias enfermedades. Estas sobredosis de productos hiperprocesados, ricos en grasas saturadas, sal y azúcar, pueden ser también responsables de trastornos en la regulación endocrina del metabolismo de los hidratos de carbono, causando diabetes tipo dos, enfermedad que ha aumentado en estos últimos años en edades cada vez más tempranas. Además, la sobrecarga de peso que recibe un sistema esquelético que aún no está del todo desarrollado, provoca dolores, e incluso lesiones, en la espalda, cadera, rodilla y tobillos, lesiones que vemos con frecuencia en las consultas de adolescentes con obesidad. Hay muchos otros trastornos descritos asociados a la obesidad infantil, pero creo que es importante resaltar los relacionados con la esfera psíquica, como la falta de autoestima, la depresión y el acoso escolar que el 80 % de escolares con sobrepeso marcado u obesidad reciben.
P: En otras Comunidades Autónomas se ha optado por ofrecer ayudas económicas a las familias para que fueran ellas mismas las que adquirieran los alimentos que van a consumir. ¿Es una opción más adecuada?
R: Sin duda. Miguel Ángel Urueña (Gominolas de petróleo en redes), experto tecnólogo y gran divulgador, nos informó de la existencia de un documento elaborado por el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil de las diferentes estrategias, todas ellas sin recurrir a la comida fast food, que el resto de las comunidades hicieron para poder atender a este colectivo tan sensible. Entre ellas cabe citar la entrega de menús "normales" de catering servidos por ayuntamientos, Cruz Roja y voluntarios, además de tarjetas monedero canjeable por comida saludable en supermercados.
P: Uno de los argumentos aludidos en defensa de estos menús es que son económicos. ¿Hay alternativas mejores sin que suponga un gasto elevado?
R: Sin duda. Las legumbres, el arroz, las verduras y frutas de temporada, los huevos, la pasta integral con hortalizas asociadas (salsas de tomate con calabacín y zanahoria, por ejemplo) son propuestas económicas y saludables. Con este tipo de comida, el problema surge muchas veces de una triste presentación en bandejas metálicas con huecos, la fría temperatura de los alimentos y de la falta de variedad. Cabe puntualizar, además, que en este caso Canarias estaba regalando plátanos pero al final no se materializó la entrega.
P: ¿Tienen más riesgo de padecer obesidad y aquellas enfermedades relacionadas con la mala alimentación los niños y niñas que crecen en familias con una economía precaria?
R: Así es. En el último estudio Aladino (2015) se puede constatar que tanto el sobrepeso como la obesidad siguen creciendo en las capas más desfavorecidas, aunque la cifra total (que era increíblemente alta, rondando el 41 %) había bajado dos o tres puntos por la mejor concienciación y acceso a la buena información que las familias con mayores ingresos tienen.
P: ¿Es más caro comer de manera más saludable?
R: Es un tema que genera controversia pues hay autores que opinan que sí y otros que piensan que no. Personalmente, creo que se puede comer saludablemente con poco dinero pero lo que sucede es que comer mal es demasiado barato. Me explico: un envase con 1 kg de galletas puede costar 1 euro y cubre 4000 kilocalorías, cantidad elevada con la que "alimentar" (mal) a varios niños de una familia con bajos recursos, mientras que un kilo de tomate de calidad, que suele costar sobre 1,5 -2 euros, solo proporciona 200 kilocalorías. Si hablamos de frutos secos, grupo de alta calidad nutricional que recomendamos diariamente, está claro que tienen un precio elevado, como sucede con muchas frutas como la uva, el melón, los kiwis, aguacates, papayas, mangos, etc. La carne y pescados frescos también tienen un precio mucho más elevado que las salchichas y otras carnes procesadas. Por todo ello pienso que aunque comer sano puede ser barato, también es verdad que la variedad y la calidad se pagan demasiado caras, y las clases desfavorecidas también tienen derecho a disfrutar alimentándose.
P: ¿De qué depende la calidad de la alimentación de una familia?
R: De su nivel cultural, del acceso a servicios sanitarios y médicos de calidad, de los ingresos que suman entre los miembros de la misma, del barrio en el que viven, etc. Es conocido el dicho de que la salud de una persona tiene más relación con el distrito postal en el que vive que con sus genes.
P: ¿Cómo hacer frente a esta cuestión sin trasladar culpabilidad a las familias?
R: Entiendo que muchos progenitores están trabajando largas y duras jornadas, lo que hace que no tengan tiempo ni ganas de comprar en mercados productos de temporada a buen precio y preparar platos saludables que requieren cocinar más tiempo de lo que cuesta consumir comida hiperprocesada barata. Creo también que el auge de la gastronomía que se ha producido en estos últimos años, junto con la mayor oferta de productos alimentarios en un mercado más globalizado, puede ayudar a las familias a cocinar más rápido y más sano. Todo esto también facilita el acceso a nuevas técnicas culinarias que pueden hacer que los niños acepten mejor las verduras, hortalizas, legumbres y, en general, todo tipo de alimentos saludables para que no tengan que competir en desventaja con el sabor potente de los hiperprocesados.
P: ¿Qué papel tiene la alimentación en la salud de los niños tanto en el presente como en el futuro?
R: Siempre ha tenido una importancia elevadísima, ya que nuestros órganos y aparatos funcionan como máquinas de precisión. Si les echamos combustible de mala calidad, las piezas durarán menos. El hecho de que cada día sepamos más sobre nuestro organismo pone en el papel la extrema importancia que tiene alimentarnos bien, para no dañar, por ejemplo, a la infinidad de capilares y arterias que recorren cada esquina del cuerpo humano, consumiendo grasas saturadas y azúcares refinados excesivamente.
P: Según la Organización Mundial de la Salud, la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves de nuestro siglo. ¿Se está tomando en serio este asunto?
R: Como ya dijo Margaret Chan, exdirectora de la OMS, en el imprescindible documento Acabar con la Obesidad Infantil, el principal obstáculo para progresar con respecto al problema de la obesidad infantil es la falta de compromiso político para que se pongan en marcha las actuaciones necesarias. Es decir, que no hay voluntad política clara y decidida de terminar con el problema: los lobbies de la industria alimentaria que producen comida insana están infiltrados en nuestros gobiernos. Esto se ve claramente en la pasividad y complicidad con respecto a la publicidad de alimentos insanos. También hay elementos estructurales que dificultan el avance: la propia configuración de las ciudades, con poca equipación pública de calidad para que la infancia pueda realizar actividad física de manera segura, además de no primar el transporte caminando o en bicicleta como en otros países.
P: Lleva más de 30 años centrado en la alimentación infantil y por tu consulta han pasado muchísimas familias. ¿Es usted optimista?
R: En líneas generales, soy optimista. Considero que las redes sociales han hecho que muchos profesionales podamos estar unidos a la hora de divulgar para mejorar la salud infantil, y tengamos más influencia que hace 10 o 15 años, cuando nuestro poder de comunicación no pasaba de nuestras consultas y de algún programa suelto de radio local al que nos invitaban. Gracias a las imágenes y miniposts que colgamos en Instagram, Twitter o Facebook, miles de familias pueden conocer, por ejemplo, los trucos que parte de la industria alimentaria usa para que sea complicado saber realmente la dosis de azúcar que pone en sus productos. Ahí estaremos y seguiremos trabajando en ese sentido.
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