Mi hijo dice palabrotas, ¿por qué lo hace y cómo lo soluciono?
Los niños dicen palabras malsonantes porque quieren ser parte de su entorno, lo han visto en la televisión o para expresar su malestar. Para paliarlas, lo mejor que pueden hacer los progenitores es mantener la calma, relativizar y ser el mejor modelo posible


Cuando se escucha a un niño decir una palabrota, es habitual que los adultos se lleven las manos a la cabeza y se asombren al oír a un ser pequeño, dulce y adorable, decir una palabra grande, fea y malsonante. En ocasiones, la situación se centra en buscar culpables o exigir responsabilidades, cuando la realidad es que se trata de una fase más dentro del desarrollo de las distintas etapas del niño a lo largo de la infancia. Las palabrotas son, en muchas ocasiones, palabras mágicas, ya que acaban acaparando toda la atención del entorno donde se expresan. El menor que dice una palabra malsonante en voz alta obtiene todas las miradas y la atención de su alrededor, de manera inmediata y sin esfuerzo alguno, siendo una herramienta de comunicación muy efectiva y sencilla.
Hay diferentes motivos por los que un menor puede estar comenzando a emplear las palabrotas de manera habitual en su día a día:
- Puede tratarse de una conducta de imitación, donde el menor ha visto este comportamiento en algún lugar de su entorno, ya sea en el hogar, en el colegio, en el parque, en la televisión… Y lo reproduce esperando la reacción que se genera tras su expresión o simplemente integrándolo como una conducta más que no es capaz de identificar si está bien o mal. Es decir, los niños a lo largo de la primera infancia (0-6 años) repiten ciertos comportamientos sin valorar si son adecuados o no, solo por el mero hecho de imitar a su entorno.
- Puede tratarse de una búsqueda de sentido de pertenencia, es decir, si el niño está buscando su lugar dentro del entorno al que pertenece puede estar tratando de ser visible, nombrado y perteneciente. De esta manera, hace todo lo posible para ser visto, llamativo, y de este modo obtener atención y sobrevivir, como hacen las crías de mamíferos dentro de su camada. No se trata de querer llevar a cabo comportamientos o conductas disruptivas, sino de ser parte del grupo, obteniendo atención, siendo nombrado y visible para los referentes, es decir, los adultos que le acompañan.
- A lo largo de la infancia se va desarrollando la inteligencia emocional, por lo que se trata de un proceso que necesita de práctica y madurez. Es preciso ir adquiriendo lenguaje emocional, aprendiendo a poner nombre a cada emoción, reconociéndola en uno mismo y en los demás y adquiriendo estrategias para comunicarlas y gestionarlas de manera adecuada en sociedad. A lo largo de este proceso pueden aparecer las palabrotas para expresar emociones menos agradables, como pueden ser la rabia, la tristeza o el enfado. Es necesario ofrecer un buen ejemplo para poder acompañar y reconducir estas conductas con un lenguaje adecuado y rico.
- Los límites y las normas son parte de la vida y, como tal, el menor debe aprender a integrarlos y aceptarlos en su rutina. En ocasiones, a lo largo del desarrollo de la infancia y de las diferentes etapas de esta, el niño necesita expresar su malestar y su enfado ante la puesta en marcha de ciertas normas, que implican una negativa a lo que él quiere o siente que necesita. Lo mismo sucede con las palabrotas, el niño busca dónde están los límites en cuanto a su uso, y es el adulto que le acompaña quien debe fijar las normas y mostrarse firme desde la amabilidad, el respeto y la comprensión, ya que las normas ofrecen seguridad y son necesarias para convivir en sociedad.

Seis consejos para padres con hijos que dicen palabrotas
- Lo primero de todo, es importante y necesario mantener la calma y ser capaz de relativizar, porque seguramente se trate de una fase más dentro del desarrollo del menor. Es clave la paciencia, la comprensión y el respeto. Tarde o temprano, esto también pasará.
- El ejemplo es el mayor aliado en este caso, y en la mayoría de los patrones de conducta y comportamiento a lo largo de la infancia. Los niños y las niñas siguen mejor el ejemplo que la orden verbal, es decir, de nada sirve decir lo que hacer si la conducta de las figuras de apego, ya sean los progenitores, los educadores u otros adultos, no es coherente con la actitud que llevan a cabo. Tiene más valor y peso el comportamiento que la norma en sí.
- Es muy importante no impresionarse en demasía ante su comportamiento, ya que el exceso de atención, ya sea por una conducta adecuada o disruptiva, genera en el menor la búsqueda de aprobación constante por parte del adulto. Esto hace que decir tacos se convierta en un patrón que repita de manera habitual para buscar atención y conexión emocional con sus referentes.
- A lo largo de la primera infancia, sobre los 5-6 años, comienza a aparecer el valor de la empatía, que es la capacidad de comprender y percibir las emociones y los sentimientos de los demás, como si los de uno mismo se tratara. Es por ello que se puede comenzar a compartir con el menor cómo se siente el adulto cuando él dice esas palabras malsonantes, ofreciéndole así otra visión sobre la situación.
- Es necesario enfocarse en la solución y no tanto en el problema, es decir, ofrecer al niño herramientas para mostrar su malestar de una manera funcional y adecuada, expresando sus emociones con frases como: ¡Estoy enfadado!, ¡Eso no me gusta!, Él me ha hecho daño, en lugar de hacer uso de las palabrotas.
- El acompañamiento emocional es clave, ya que el niño necesita saber que el amor de sus progenitores es incondicional, aunque su conducta no esté siendo la esperada. Por lo que es necesario que existan límites y normas firmes, pero siempre desde la amabilidad, el afecto y el cariño.
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