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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mi hijo dice palabrotas, ¿por qué lo hace y cómo lo soluciono?

Los niños dicen palabras malsonantes porque quieren ser parte de su entorno, lo han visto en la televisión o para expresar su malestar. Para paliarlas, lo mejor que pueden hacer los progenitores es mantener la calma, relativizar y ser el mejor modelo posible

Mi hijo dice palabrotas, ¿por qué lo hace y cómo lo soluciono?
Alejandra Melús

Cuando se escucha a un niño decir una palabrota, es habitual que los adultos se lleven las manos a la cabeza y se asombren al oír a un ser pequeño, dulce y adorable, decir una palabra grande, fea y malsonante. En ocasiones, la situación se centra en buscar culpables o exigir responsabilidades, cuando la realidad es que se trata de una fase más dentro del desarrollo de las distintas etapas del niño a lo largo de la infancia. Las palabrotas son, en muchas ocasiones, palabras mágicas, ya que acaban acaparando toda la atención del entorno donde se expresan. El menor que dice una palabra malsonante en voz alta obtiene todas las miradas y la atención de su alrededor, de manera inmediata y sin esfuerzo alguno, siendo una herramienta de comunicación muy efectiva y sencilla.

Hay diferentes motivos por los que un menor puede estar comenzando a emplear las palabrotas de manera habitual en su día a día:

Es importante no impresionarse en demasía ante el comportamiento del menor.

Seis consejos para padres con hijos que dicen palabrotas

  1. Lo primero de todo, es importante y necesario mantener la calma y ser capaz de relativizar, porque seguramente se trate de una fase más dentro del desarrollo del menor. Es clave la paciencia, la comprensión y el respeto. Tarde o temprano, esto también pasará.
  2. El ejemplo es el mayor aliado en este caso, y en la mayoría de los patrones de conducta y comportamiento a lo largo de la infancia. Los niños y las niñas siguen mejor el ejemplo que la orden verbal, es decir, de nada sirve decir lo que hacer si la conducta de las figuras de apego, ya sean los progenitores, los educadores u otros adultos, no es coherente con la actitud que llevan a cabo. Tiene más valor y peso el comportamiento que la norma en sí.
  3. Es muy importante no impresionarse en demasía ante su comportamiento, ya que el exceso de atención, ya sea por una conducta adecuada o disruptiva, genera en el menor la búsqueda de aprobación constante por parte del adulto. Esto hace que decir tacos se convierta en un patrón que repita de manera habitual para buscar atención y conexión emocional con sus referentes.
  4. A lo largo de la primera infancia, sobre los 5-6 años, comienza a aparecer el valor de la empatía, que es la capacidad de comprender y percibir las emociones y los sentimientos de los demás, como si los de uno mismo se tratara. Es por ello que se puede comenzar a compartir con el menor cómo se siente el adulto cuando él dice esas palabras malsonantes, ofreciéndole así otra visión sobre la situación.
  5. Es necesario enfocarse en la solución y no tanto en el problema, es decir, ofrecer al niño herramientas para mostrar su malestar de una manera funcional y adecuada, expresando sus emociones con frases como: ¡Estoy enfadado!, ¡Eso no me gusta!, Él me ha hecho daño, en lugar de hacer uso de las palabrotas.
  6. El acompañamiento emocional es clave, ya que el niño necesita saber que el amor de sus progenitores es incondicional, aunque su conducta no esté siendo la esperada. Por lo que es necesario que existan límites y normas firmes, pero siempre desde la amabilidad, el afecto y el cariño.

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Sobre la firma

Alejandra Melús
Experta en inteligencia emocional. Especialista en atención temprana y primera infancia. Maestra de educación especial. Autora de 'Incondicional', un cuento sobre el vínculo de apego seguro entre padres, madres e hijos. Divulgadora de educación en medios, charlas y conferencias. Colabora con la sección de EL PAÍS Mamás & Papás.
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