“Dios ama a los gais”: líderes religiosos contra la homofobia en África
Clérigos del continente, cristianos y musulmanes, abrazan la causa LGBTI. Contra la abrumadora corriente africana de odio hacia los homosexuales, estos pioneros asumen riesgos al proclamar que en las iglesias y mezquitas cabe el amor a la diversidad

Adelard Kananira, fundador del portal Gay Christian Africa (GCA), creció en Burundi en un ambiente profundamente católico. En casa se veneraba con devoción a Cristo. Cantaba en un coro y los domingos iba a misa con su familia y amigos. “Mi fe lo era todo”, confiesa por videoconferencia a este periódico. A los 13 años, tras comenzar a sentirse atraído por los chicos, empezó a rezar para “curarse” de una pulsión que juzgaba demoníaca y, en ese contacto sin intermediarios con un Dios que él concebía inmensamente bondadoso, se sintió “menos culpable”. Tras empezar a frecuentar círculos gais cristianos —primero en Uganda y más tarde en Italia, donde vive desde 2020— decidió volcarse en ayudar a otros africanos a fundir sin aristas la fe religiosa y la homosexualidad.
En esta misión, Kananira considera imprescindible la voz valiente de los clérigos cristianos y musulmanes que, asumiendo todo tipo de riesgos, proclaman que en las iglesias y mezquitas del continente también hay espacio para fieles que aman a personas de su mismo sexo. “Sin su ayuda no podemos caminar hacia la inclusión”, afirma. Son, por el momento, una fuerza ínfima contra la abrumadora corriente de autoproclamados portavoces divinos que en África azuzan sin descanso la intolerancia frente a la comunidad gay.
Adriaan van Klinken, investigador holandés que ha estudiado a fondo el vínculo entre religión y orientación sexual en África, subraya que el contexto determina la lucha por la emancipación queer. Sostiene que la norma en algunos lugares podría resultar inútil, incluso contraproducente, en otros. “Los occidentales suelen ver la salida del armario colectiva como una ruptura con la iglesia. Pero en África, la religión no es solo muy importante a nivel personal, sino que conforma tu vida social y tu sentido de pertenencia”. Según datos de Pew Research, la lista de países más religiosos del mundo tiene un marcado acento subsahariano: entre las 22 primeras posiciones, 14 corresponden a Estados de esta región.
Los occidentales suelen ver la salida del armario colectiva como una ruptura con la iglesia. Pero en África, la religión no es solo muy importante a nivel personal, sino que conforma tu vida social y tu sentido de pertenenciaAdriaan van Klinken, investigador holandés
En un artículo publicado en GCA el pasado año, Kananira relata su encuentro con Christopher Senyonjo, exobispo de la Iglesia de Uganda (anglicana) que perdió su cargo en 2006 tras apoyar los derechos de la comunidad LGTBI. Hoy nonagenario, Senyonjo sigue vistiendo como un obispo, con alzacuellos y camisa púrpura, y se erige como referente clerical contra la ola de homofobia que, desde hace un par de años, azota al continente. Simbólicamente, Senyonjo ha recogido el testigo de Desmond Tutu, el famoso arzobispo (también anglicano) de Sudáfrica que luchó a brazo partido contra el apartheid y, desde los años noventa hasta su muerte en 2021, por la dignidad de los gais.
Un imán gay asesinado
Con ciertas reservas y unas gotas de ambigüedad, el cardenal ghanés Peter Turkson dijo en una entrevista para la BBC de 2023 que había llegado la hora “de entender la homosexualidad” y, al menos, dejar de “criminalizarla”, como están haciendo con especial virulencia su propio país o Uganda.
Kananira menciona otras figuras notables que han abrazado la diversidad sexual desde el púlpito: el padre Gustave Noel (Ruanda), el pastor nigeriano Ali Nnaemeka, el cura Martin Kalimbe (Malaui)... Y reserva un recuerdo especial para Muhsin Hendricks, el imán sudafricano abiertamente homosexual que murió a balazos el pasado 15 de febrero tras oficiar una boda entre dos mujeres. “Hablé con él tres días antes de su fallecimiento. Parecía tranquilo. Me dijo que recibía amenazas, pero que, hasta el momento, nunca le había ocurrido nada”, cuenta Kananira. Su asesinato sigue siendo investigado.
Sheikh Ibrahim, almuecín (persona que llama al rezo, normalmente por altavoces, en las mezquitas) y director de un grupo interreligioso formado por 15 imanes y 15 pastores protestantes en Mombasa (Kenia), también conoció personalmente a Hendricks. “Era mi hermano, un hombre formidable del que aprendí mucho, capaz de pensar más allá de lo convencional, lo que disgustó a mucha gente”, recuerda. Ibrahim colabora con PEMA, una organización que, mediante foros compartidos, reúne en esta ciudad costera al sur de Kenia a líderes religiosos y personas queer, con el fin de que la mera proximidad física y la escucha directa derriben los prejuicios.
Explica Ibrahim que, gracias a estos acercamientos, “la tensión” entre ambos “grupos ha caído drásticamente” en la zona. Él afirma que el programa le ha permitido “aprender a enfrentar” sus “miedos y estereotipos respecto a la gente LGTBI”. Curado de espanto, a Ibrahim ya no le importa que algunos le apoden con sarcasmo “el presidente de las minorías sexuales”.
Nada más llegar nos dijo que éramos, literalmente, seres anormales. Tras conocer nuestra vivencia de fe, estaba alucinado. Empezó a mirarnos, por primera vez en su vida, como personasAdelard Kananira, Gay Christian Africa
Kananira relata un proceso de transformación similar. Durante un retiro espiritual que organizó el pasado año en el este de África (prefiere no dar más datos por seguridad), invitó a un clérigo cristiano para que acompañara en sus oraciones a un grupo de gais creyentes. “Nada más llegar nos dijo que éramos, literalmente, seres anormales. Tras conocer nuestra vivencia de fe, estaba alucinado. Empezó a mirarnos, por primera vez en su vida, como personas. Supongo que pensaba que venía a enseñar el camino correcto a extraterrestres o algo así”. Kananira sostiene que, en estos encuentros a corazón abierto, la empatía ha de ser mutua: “Deben servir para que ellos nos respeten y nosotros entendamos el desafío que les supone comprometerse con nuestra causa”.
Sodoma y Gomorra
Gracias a la flexibilidad de culto protestante, el abrazo entre Jesús y homosexualidad ha alcanzado —en África y otros lugares— una plenitud impensable para el rígido centralismo católico. En Nigeria y Kenia existen iglesias especialmente creadas para el colectivo queer. De nombre inequívoco, Casa del Arcoíris —que arrancó en 2006 en Lagos y hoy se extiende a otros países como la República Democrática del Congo o Zimbabue— surgió cuando su fundador, el reverendo Jide Macaulay, llegó a una conclusión que explica a este periódico por videollamada: “Dios ama a los gais; a sus ojos, la homosexualidad no es una abominación, como insiste ese fundamentalismo cristiano que tanto daño hace”.

Tras un largo periplo en busca de un lugar seguro (incluidos varios episodios de acoso vecinal y algún ataque físico), la Iglesia Positiva Cosmopolitana, creada en 2013, ha encontrado una sede estable en un barrio tranquilo de Nairobi. Su pastora principal, Caroline Omolo, retrasa la entrevista online debido a una leve indisposición de su esposa. Ya al otro lado de la pantalla, narra un suceso en que unos policías trataron de amedrentarla. Le pidieron la documentación, le preguntaron si su iglesia era para homosexuales y si ella misma era lesbiana, le instaron a pagar una cuota mensual para salvaguardar su seguridad y la de sus fieles. “Les respondí muy firme que no iba a darles nada y que la libertad religiosa y de asociación me amparaban”, afirma.
La hermenéutica (interpretación de textos, sobre todo sagrados) no queda al margen de esta conciliación entre fe y homosexualidad a la africana. Omolo menciona a Esther Mombo, una teóloga divergente que enseña en la Universidad de San Pablo (Limuru, Kenia) y con la que su iglesia “ha mantenido conversaciones muy fructíferas sobre las implicaciones de relatos bíblicos como Sodoma y Gomorra”. Para Macaulay, en este pasaje —durante siglos fundamento de la homofobia cristiana— se puede encontrar también “una crítica a la misoginia y la masculinidad tóxica en vez de una condena universal a la homosexualidad”. Y añade que, puestos a hacer interpretaciones literales, uno también podría pensar que la Biblia justifica, por ejemplo, la esclavitud o el maltrato a las mujeres.
Según el investigador Van Klinken, todo se presta al debate: “Algunos dirán que la homosexualidad no está permitida apoyándose en citas del Corán o la Biblia, y hay quien destacará otras citas en las que se enfatiza el amor al prójimo o dirá que los libros sagrados fueron escritos para una realidad muy diferente a la actual”. Y mientras continúa esta inagotable batalla dialéctica, Van Klinken se conformaría con que una masa crítica de clérigos africanos evolucione, si no al apoyo explícito a la comunidad LGTBI, al menos hacia el cese paulatino de las proclamas antigais en nombre de Dios: “Sería un gran avance”.
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