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Muere Desmond Tutu, un símbolo de la lucha contra el ‘apartheid’ en Sudáfrica

El arzobispo y Nobel de la Paz fallece a los 90 años tras ser hospitalizado a principios de mes por una infección

El arzobispo sudafricano Desmond Tutu, en una conferencia de prensa, a mediados de 2010 en Ciudad del Cabo (Sudáfrica).Foto: Getty | Vídeo: Reuters
José Naranjo

El arzobispo emérito sudafricano Desmond Tutu, uno de los grandes símbolos en la lucha contra el apartheid en su país, falleció este domingo por la mañana a la edad de 90 años. Premio Nobel de la Paz en 1984, presidente de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación que trató de cerrar la herida de la segregación racial y activista sin descanso por la igualdad y los derechos humanos, su pérdida ha causado una gran conmoción. Tutu, un referente moral para Sudáfrica y para millones de personas en todo el mundo, había sido ingresado hace tres semanas en un hospital sudafricano a causa de una infección.

El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, informó del fallecimiento de Desmond Tutu a través de un comunicado en el que lo calificó de “hombre de una inteligencia extraordinaria, íntegro e invencible contra las fuerzas del apartheid”. Sobre su muerte dijo que “es un nuevo capítulo de duelo en el adiós de nuestra nación a una generación de sudafricanos excepcionales que nos han legado una Sudáfrica liberada”. En sus últimas apariciones en público, cuando acudió a vacunarse de la covid-19 y en un acto celebrado en octubre por su 90 cumpleaños, se le veía frágil y apenas hablaba, pero trataba de mostrar siempre su eterno talante risueño. Decenas de personas se han presentado este domingo en su casa de Ciudad del Cabo con ramos de flores. Será enterrado el próximo sábado en Saint George, su antigua parroquia de esa ciudad, informó su fundación en la noche de este domingo.

Desmond Tutu nació en 1931 en un gueto de población negra de la pequeña ciudad minera de Klerksdorp, al oeste de Johanesburgo. Tras sufrir la poliomielitis de pequeño se despertó su intención de ser médico, pero la falta de recursos de su familia hizo que acabara siendo profesor, como su padre. En 1955 se casó con Nomalizo Leah Shenxane, que también era maestra, con quien tuvo cuatro hijos. Sin embargo, descontentos por la discriminación que sufrían los alumnos negros en las escuelas, Desmond Tutu y su esposa decidieron abandonar la docencia. Tras estudiar Teología, fue ordenado sacerdote en 1960.

A lo largo de su vida ocupó distintas responsabilidades en el seno de la Iglesia Anglicana, primero como obispo de Lesotho y de Johanesburgo y posteriormente como Arzobispo de Ciudad del Cabo, así como secretario general del Consejo de Iglesias de Sudáfrica, cargos desde los que siempre mantuvo una posición muy crítica con el apartheid, defendiendo con su verbo libre y agudo sanciones económicas contra su propio país así como acciones de lucha no violenta y desobediencia civil. “Sed amables con los blancos”, dijo en una ocasión durante los tiempos más oscuros de la discriminación racial, “os necesitan para redescubrir su humanidad”. Solo sus hábitos y su enorme popularidad le libraron de ir a la cárcel. Por su firme compromiso con esta causa recibió el Premio Nobel de la Paz en 1984.

La liberación de Nelson Mandela y otros presos políticos y la abolición del sistema de segregación permitieron las primeras elecciones libres y democráticas en 1994. Fue en esos años cuando Desmond Tutu bautizó a Sudáfrica como la nación del Arco Iris, una expresión que tuvo gran éxito. “Camino sobre nubes. Es un sentimiento increíble, como de enamorarse”, dijo entonces, “nosotros, los sudafricanos, vamos a convertirnos en el pueblo arco iris del mundo”. Tras el triunfo de Mandela en las elecciones, este le escogió como presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Pocos con más autoridad moral que él para dirigir el órgano en el que la recién nacida Sudáfrica sin apartheid debía abrirse en canal y tratar de sanar sus heridas.

Si bien estas luchas son las más conocidas de Desmond Tutu, no fueron las únicas y algunas de ellas le situaron en una posición delicada por su pertenencia a la Iglesia Anglicana. Pero él iba por libre. A mediados de los años ochenta se puso al frente del combate contra el SIDA, del que su país es uno de los más golpeados del mundo, defendiendo el uso del preservativo. También destacó por sus aceradas críticas a la corrupción y el nepotismo de los responsables del Congreso Nacional Africano, los nuevos dirigentes de su país, y por su defensa tanto de la eutanasia como de la homosexualidad. “No veneraría a un Dios homófobo (…), rechazaría ir a un paraíso homófobo. No, diría que lo siento, que prefiero de lejos irme al otro lado”, aseguró en 2013.

En el ámbito internacional no dudó en criticar al presidente zimbabuense Robert Mugabe, a quien calificó como “una especie de Frankenstein”, promover la creación de un Estado Palestino y defender con uñas y dientes a su amigo el Dalai Lama y a los tibetanos oprimidos por China. También pidió en 2010 a la banda terrorista ETA que dejara de matar y cuatro años más tarde, tras el alto el fuego unilateral, reclamó al Gobierno español la liberación de Arnaldo Otegui. Asimismo en 2014 recibió el Premio Internacional de la Generalitat y defendió el derecho de los catalanes a decidir su futuro político.

El Arch, como era conocido en Sudáfrica por el diminutivo de arzobispo en inglés, se había retirado oficialmente de la vida pública en 2010, pero las opiniones de quien estaba considerado la conciencia moral de Sudáfrica eran muy escuchadas. En 1997 sufrió un cáncer de próstata que está en el origen de sus frecuentes visitas al hospital a partir de entonces. Falleció apaciblemente a las siete de la mañana hora sudafricana, según aseguraron a la agencia France Presse personas de su círculo más próximo. Para eso también estaba listo. “Me he preparado para mi muerte y he dejado claro que no quiero ser mantenido vivo a cualquier costo”, escribió en The Washington Post en 2016, “espero ser tratado con compasión y que se me permita pasar a la siguiente etapa de la vida de la forma que yo elija”.

El arzobispo Desmond Tutu con el entonces presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, en 1998.
El arzobispo Desmond Tutu con el entonces presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, en 1998.


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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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