Mr Eazi, el maestro de la gran fiesta afrolatina
El nigeriano Oluwatosin Ajibade es una estrella del ‘afrobeats’ que gira con J Balvin, comparte temas con Bad Bunny o Beyoncé y recorre el continente descubriendo nuevos músicos. Aspira a que el negocio musical sea más justo y a que las compañías africanas participen más del reparto del botín
La música africana está por todas partes. Hace tiempo que ritmos como el afrobeats dejaron de catalogarse como “músicas del mundo” para ser consideradas música a secas. La culpa la tienen talentos como el de Oluwatosin Ajibade, más conocido como Mr Eazi. Nigeriano, menudo y pausado, Mr. Eazi compone, canta y produce. Es una megaestrella del afrobeats, con giras por el mundo junto a gigantes como J Balvin. Algunos de sus temas —Como un bebé, con Bad Bunny— acumulan decenas de millones de reproducciones, pero lo que de verdad le interesa ahora es que la cultura africana viaje más allá de sus fronteras y que se funda con otros ritmos. El primero en su lista es el latino, porque cree que el maridaje de lo latino y lo afro es algo orgánico. El pop afrolatino de Mr Eazi amenaza con sacarnos a todos a bailar. “Creo que será una fiesta muy muy grande”, dice.
Mr Eazi se ha propuesto además que el pastel de la industria musical se reparta de manera más justa. O, al menos, que su continente participe más en el reparto. Que la música africana se consuma en todo el mundo, sí, pero que se produzca en África y que las compañías occidentales no sean las que se queden con la mayor parte del botín. Aspira, en definitiva, a que la cultura africana se convierta en un motor potente para el desarrollo de su continente. “Creo que mi papel es mostrar al mundo dónde está el negocio de la música africana, potenciar la propiedad intelectual cultural, de la música, el cine, los deportes… Es un gran momento para las artes africanas, también por su potencial económico. Van a ir a más y ahora es el momento de invertir”, explica.
Es un gran momento para las artes africanas, también por su potencial económico. Van a ir a más y ahora es el momento de invertir
Calm Down, del también nigeriano Rema, es para Mr. Eazi un ejemplo muy claro de lo profundo del cambio. Ha encabezado durante semanas las listas en Europa y es un tema compuesto por un nigeriano, producido por un nigeriano y comercializado por una compañía nigeriana, Mavin Records. El director del vídeo es nigeriano y el estilista también. “Parte del dinero vino de Occidente, pero los beneficios también han acabado en Nigeria. Es una polinización cruzada”. Mr Eazi recuerda que hace años, cuando montó su compañía de discos, EmPawa, no había tantas firmas de afrobeats locales. “Ahora hay muchas. En Nigeria, en Ghana, en Sudáfrica. Cada día hay una distribuidora nueva”. La suya es una especie de incubadora y distribuidora musical donde trabajan para lanzar a la fama a artistas africanos.
Todo esto lo explica en un club exclusivo al oeste de Londres, al que llega vestido de negro de pies a cabeza y algo azorado una mañana de sábado. Viene de un viaje y su representante le acaba de decir que mañana vuela de nuevo, esta vez a Lagos. Es la celebración del día de la independencia en Nigeria y la gran estrella nacional no puede faltar. Encima, esta mañana tiene esta entrevista y a su novia no le hace ninguna gracia que vuelva a pasar por Londres como un suspiro. Su pareja, Temi Otedola, es una conocida actriz, bloguera e hija de un magnate del petróleo nigeriano; otra celebridad africana. Son una pareja de moda.
Ahora hay una celebración de la identidad africana. Una cierta explosión, de la que el afrobeats es apenas la expresión más visible. Pero no siempre ha sido así. Mr Eazi recuerda que la primera vez que llegó al Reino Unido, en 2016, se encontró con unos amigos con los que había ido al colegio y le sorprendió lo que vio. “Cuando hablaban conmigo lo hacían con un acento y con los de fuera tenían acento británico, como si ser africano no fuera algo de lo que sentirse orgulloso, algo que esconder”.
También rememora las reuniones con las compañías de discos en aquellos años. “Me decían que sí, que mi música estaba muy bien, pero que necesitaba darle un toque más mainstream, cantar más en inglés y menos en idiomas locales, más música electrónica de baile, más pop”. Es decir, música más digerible para el paladar occidental. “Ahí decidí que nunca más firmaría con una gran compañía, que crearía la mía propia para tener la libertad para hacer lo que me diera la gana”. Ahora hay, sostiene, “mucha más música africana sin diluir, que no necesita adaptarse a gustos e idiomas extranjeros”. Mr Eazi anima a fijarse en el amapiano, la versión sudafricana de la música electrónica que suena en medio mundo.
Cree que todo cambió con el dance, que fue entonces cuando de verdad empezaron a romperse barreras y que ha sido, por fin, TikTok la plataforma que se ha llenado de chicos bailando música africana. “Yo siento que los africanos se sienten mucho más orgullosos de su cultura. Ahora es cool. Cuando voy a algún sitio y digo que soy nigeriano, enseguida me dicen: ‘¡Oh, yo escucho afrobeats y veo películas nigerianas!’. Mucha gente está descubriendo África desde la cultura”. También los hijos de africanos que emigraron a Estados Unidos o a Europa y que ahora reconectan con sus raíces. “Puede que los visados y las fronteras te frenen, pero el arte te permite viajar. La cultura logra lo que las fronteras y la política no han conseguido. Los artistas se han convertido en los nuevos embajadores”, subraya.
Puede que los visados y las fronteras te frenen, pero el arte te permite viajar. La cultura logra lo que las fronteras y la política no han conseguido. Los artistas se han convertido en los nuevos embajadores
Él vive transitando por el mundo. Es nómada porque quiere y sobre todo porque puede. Vive a caballo entre Lagos, Acra, Londres y Nueva York, y tal vez por eso le obsesionan las fronteras. Por eso y por proceder de un continente donde tantas personas deciden emigrar ante la falta de esperanza. “La gente debería ser capaz de moverse, tener el derecho de escapar de la guerra, de la muerte. Las leyes tienen que evolucionar al ritmo que evolucionan los humanos”.
Mr Eazi habla con voz suave y no para hasta casi hora y media después de llegar a este club londinense por el que circulan jóvenes globales con melenas sedosas y deportivas de última generación. Desde el ático, donde nos sentamos a charlar, se divisa la inmensidad de la capital británica en un día como los demás, lluvioso. Mr Eazi tiene ideas, muchas. La peculiaridad es que este licenciado en Ingeniería que pasó por Harvard las ejecuta con la minuciosidad de un empresario y la creatividad de un artista. La última de sus creaciones es la fusión de las artes visuales con la música. En su disco The Evil Genius, cada canción va asociada a una obra de arte de artistas africanos, que en otoño pasado se han expuesto en Londres, en la Somerset House, coincidiendo con el lanzamiento del álbum.
Otra de las ideas que le obsesionan es tender puentes entre los sonidos afro con ritmos pop y latinos. Han sido sonadas sus colaboraciones con Beyoncé, J Balvin, Bad Bunny o Burna Boy, y tiene incluso un Grammy latino. Su gran proyecto pendiente es un álbum entero dedicado a la fusión del afrobeats con el reguetón. “Siempre he sentido que ahí había una avenida orgánica, mayor incluso que la del pop; una avenida amplia por la que transitar. Ya tiene hasta título: De Londres a Medellín”.
Todo nació de una conversación con Sara Rosati, una periodista argentina que le recomendó ir a ver a Rosalía y le habló del reguetón de Colombia y de Puerto Rico, y acabó con un viaje a Haití para tocar. Allí, en un hotel de Puerto Príncipe, se juntó con Michael Brun, conocido DJ y productor haitiano. En una hora nacieron un puñado de canciones en el ordenador. “Aquello sonaba nuevo. Era emocionante. Por un lado, la percusión me recordaba a sonidos africanos, pero era muy diferente”, rememora. Una semana más tarde, Brun le llamó. Había un amigo que quería que conociera. Un tal J Balvin, más conocido como “el príncipe del reguetón”. Se hicieron amigos y se vieron en Londres, donde grabaron una canción que acabó en el álbum de J Balvin. “Acabamos haciendo una gira juntos”. Aquel fue el Vibras Tour.
Mr Eazi cree que en ese acercamiento entre lo afro y lo latino hay una gran oportunidad comercial. “Cuando veo lo que ha supuesto el reguetón en el mundo y veo el fenómeno del afrobeats, y cuando suena la música y ves a los niños africanos bailando y ves a los chicos de Puerto Rico bailando… se puede ver esa melodía común”. Mr Eazi va incluso un poco más allá. Cree que esta fusión tiene el potencial para propiciar un cierto empoderamiento del sur global a través de la música. “Tenemos el poder”, piensa.
El aburrimiento como motor
“Hicimos mucha música y parecía que el nuevo disco saldría en algún momento de 2020, pero entonces me di cuenta de que ya no me interesaba ni la música ni la industria. De repente, ya no quería hacer más música”. Dice que se cansó de hacer siempre lo mismo. Lo que a la mayoría de los mortales podría parecerles una alucinación de intensidad galáctica, para Mr Eazi sacar disco, salir de gira, hacer la promoción y posar para las fotos equivalía a sentirse preso de una espiral propia del día de la marmota. Cuando se cansa y se aburre, es cuando su creatividad se dispara. El tedio es el motor que le impulsa a crear, a enredar, a inventar. “Me inspira el aburrimiento”, reconoce. Mr Eazi paró y se volcó en el mundo de los negocios. Montó Zagadat, un gran fondo de inversión y lanzadera de start-ups africanas. “Les daba igual que yo fuera Mr Eazi, me veían como una persona más. Era algo más real”.
El distanciamiento con la música duró hasta que, un día, Kel-P, el productor de Burna Boy, fue a verle. “Sabía que quería trabajar conmigo porque llevaba persiguiéndome desde que empecé. Yo le evitaba, pero el tipo llegó hasta el punto de alquilarse un piso cerca de mi apartamento. Daba un poco de miedo, pero pensé que, si quería trabajar conmigo, debía pagar un peaje. Decidí presentarle a nuevos artistas africanos, a gente que tenía 500 seguidores en Instagram. Le dije que si era capaz de trabajar con esa gente y hacer buena música, entonces igual podríamos hablar. Tenía que pagar el peaje de lanzar a artistas emergentes. Dos años más tarde, Mr Eazi se había reconciliado con la música y casi sin darse cuenta comenzó a trabajar en su gran disco africano. Viajaba por África haciendo negocios y le seguían los músicos y los productores. Volvió a la música, mientras recorría el continente poniendo negocios en pie, pidiendo licencias, hablando con gobernadores de bancos centrales sobre su empresa de pago a través del móvil. “Yo hacía mis negocios. Ellos se lo pasaban bien y, cuando yo tenía un rato libre, me unía a ellos. Iba al hotel y hacíamos música”. Mr Eazi tenía en mente hacer un álbum latino, pero acabó en su continente.
Su interés por explorar África le viene de lejos. Su padre trabajó en las fuerzas aéreas de Nigeria y viajaba en misiones de paz a Liberia, Sierra Leona y otros países. “Me hablaba de lo altos que eran los senegaleses, de aterrizajes clandestinos, de historias en Camerún…, y empecé a interesarme por la vida fuera de Nigeria”, recuerda. Estudió en Ghana en la Universidad Kwame Nkrumah, muy panafricanista. “Allí conocí a gente de Guinea Ecuatorial, de Gabón… Después, con mi música empecé con giras por Uganda, Zimbabue, Goma, Kigali…”.
El disco que alumbró en esos viajes de negocios y que ahora ve la luz es distinto a lo que había hecho hasta ahora. “Normalmente me gusta cantar sobre fiestas, bailes, mujeres, placer, pero esta vez empecé a hablar de manera muy personal, era casi como terapia. Era la primera vez que decía en alto cosas que tenía en mi cabeza. Tal vez era solo eso, que estaba mentalmente muy cansado por haber hecho tanto en los últimos cuatro años. Mi vida había cambiado muy rápido y de manera muy intensa. No había descansado, no había parado”.
De repente era capaz de hablar de cosas personales con sus amigos, con gente como J Balvin. “Recuerdo un domingo en Nueva York que fuimos de un puesto de perritos calientes a otro mientras hablábamos de la vida… Podíamos hablar de nuestros sentimientos sin ser juzgados. Toda esa vulnerabilidad que estaba reflejando en mi música me ayudó a hablar de sentimientos, incluso con mi familia”. Recuerda que le escribió un mensaje a su padre y le dijo: “Te quiero”. “Mi padre me preguntó que qué me pasaba, si estaba bien, si era cosa de drogas”. La respuesta era más sencilla, pero a la vez más profunda: “Me siento más conectado, más aterrizado”.
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